Haciendo flashback

Todos los ochos de octubre, desde hace ya unos cuantos, son un día especial para mí. Hoy hacemos flashback hasta el primero.

8 de Octubre.- Tal día como hoy, en 1975, a las doce de la mañana, estábamos mi madre y yo enfrascados en la tarea de mi nacimiento. Dicen los que saben que el trauma de nacer es tan salvaje, que todos lo reprimimos y lo guardamos en lo más profundo de nuestro inconsciente. Yo, como es lógico, no me acuerdo de nada de aquel día. Parece ser en cualquier caso que mi nacimiento no fue muy difícil y que, ya entonces, como hoy, a mí me daba pánico molestar. O sea, que yo nací y me quedé calladito, a la espera de instrucciones.

Mientras mi madre estaba pasando fatigas, y yo viendo la manera de ver la luz de este mundo, el tercer gabinete de la era Kreisky posaba ante los fotógrafos. La imagen (se puede ver aquí) es bastante elocuente y habla de otros tiempos. Tiempos en los que la seriedad (y, por qué no, el tedio) eran conditio sine qua non para entrar en un gobierno. De las dieciocho personas, solo tres son mujeres. La edad media debe de andar por los cincuenta y muchos. El único que posa relajado de verdad, con cierto aire episcopal, es el canciller. También el único que se ha permitido una ligerísima excentricidad en el atuendo, en forma de unos pantalones de raya diplomática que contrastan inevitablemente con los trajes oscuros de los demás miembros del gabinete. Las señoras posan indénticas, manos cruzadas sobre el regazo, y en general vestidas como si la foto, en vez de en 1975, hubiera sido tomada una década antes. Faldas por debajo de la rodilla, zapatos monjiles de medio tacón, medias de cristal, perlas, algún broche discreto. Tienen todas caras de estar diciendo cosas muy antiguas, como :

– !Ay, por favor, no me tome usted un retrato, que yo me azoro mucho!

Esa tarde, era miércoles, no se sabe si alguno de los ministros se pasó por la Ópera estatal. En el augusto coliseo junto al Ring, a las siete, comenzó puntualmente la representación de Luisa Miller. La soprano Christa Ludwig, que aún vive, aunque ya retirada (cumplió noventa este mes de marzo, cantó en esa representación y es una de las supervivientes de la reinauguración del edificio tras los estragos de la última guerra mundial).

El que es poco probable que estuviera fue el actual vicecanciller, el ultraderechista Heinz Christian Strache. Strache, que en aquel momento contaba con seis aöitos de edad. Había empezado sus estudios en un internado vienés. Fueron, de todas maneras, breves, quizá porque un instinto congénito le llevó a no dejar que su talento natural fuera contaminado por la letra impresa durante mucho tiempo (suele suceder con los políticos de su lado del espectro político). Del escueto perfil que obra en las redes se deduce de todas formas que papá Strache era un poquito viva la Jungfrau (se fue a por jamón de York un día y luego se supo que se había puesto a viajar por el mundo como «escritor », que es como si en España te metes a feriante o a cómico) por lo cual la madre de Strache le tuvo que criar prácticamente sola –de ahí lo de meterle interno en un colegio-.

Y el que definitivamente no estuvo en la representación de Luisa Miller fue el canciller más mozo de la Unión. El 8 de Octubre de 1975 faltaban todavía once largos años para que la mamá de Kurz se enfrentase, como la mía, a las fatigas del parto (no : aunque me lo pidan, no voy a hacer ningún chiste a propósito de ese momento culminante de la vida de cualquier mujer y el poderío auricular del canciller más mozo de la Unión ; en este blog, todavía hay un nivel).

En otro orden de cosas, la canción que mi madre hubiera escuchado en la radio del taxi camino del hospital, si se hubiera llamado Elisabeth en vez de Isabel, hubiera sido probablemente SOS de Abba, aunque a lo mejor también Griechischer Wein, por Udo Jürgens. En España, la popularizó el cantante canario José Vélez con el título Vino Griego (no se calentaron mucho la cabeza, en su discográfica). Por lo demás, la lista de éxitos de aquella época en Austria es un delicioso canto a ese tipo de canciones que los guiris escuchan amorrados a una regadera repleta de sangría. Se salva una canción muy vienesa, por cierto, con la que terminaremos este post. Jö Schau. O sea, ¿Qué hace un tío en pelotas en el café Hawelka ?


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