Mañana hace un año

Mañana, día 15 se cumple un año desde las últimas elecciones austriacas. Desde ese momento han pasado muchas cosas y muy pocas, según se mire.

15 de Octubre.- Mañana se cumple un año desde las últimas elecciones generales en Austria, en las que el Partido Popular austriaco fue la fuerza más votada y la ultraderecha quedó prácticamente empatada con el Partido Socialista austriaco.

Después de aquellas elecciones, como recordarán mis lectores, hubo un largo proceso de negociaciones entre las fuerzas políticas austriacas, el cual se saldó con los resultados que todos habíamos esperado (y bastantes temido) desde el principio. O sea, que la derecha liberal y convenientemente espurgada de lo más evidentemente clerical que representa Kurz se alió con la ultraderecha espurgada de los elementos más evidentemente criptonazis que representa Strache, para formar un Gobierno que, más que otra cosa, es un prodigio de marketing político.

Los que pensaban que la unión de estas dos fuerzas iba a cambiar rápidamente la faz del país se han equivocado (hasta ahora) de medio a medio. Y todo a pesar de los insistentes anuncios del canciller de que los cambios, tras largos años de aturdimiento burocrático, habían comenzado. Los cambios, sobre todo los profundos, se han quedado de momento más en la intención que en otra cosa, en planes perpetuamente aplazados que solo lentamente se van haciendo realidad.

En cualquier caso, esta lentitud en el cumplimiento de su programa electoral no está siendo (por desgracia) culpa de la oposición, cuyo principal bastión, el Partido Socialista, se diría que anda todavía noqueado por el coscorrón de hace trescientos sesenta y cinco días y está todavía buscando su sitio. Un sitio que, para tranquilidad de Kurz y sus boys, no es probable que encuentre a medio plazo.

A un partido socialista más fuerte y más centrado en lo que debería, el Gobierno actual le habría dado no pocas ocasiones de lucimiento, particularmente debido a la errática actuación del Ministro del Interior, el cual parece ser el único miembro del Gabinete sometido (por su culpa) a un férreo marcaje no solo por parte de los políticos del bando contrario, sino también por los medios.

Dado el „descangashado“ estado de dicha oposición, no es mal récord.

Kickl de hecho está resultando un miembro de lo más incómodo para el socio mayoritario del Gobierno.

Una de las primeras actuaciones del Ministro fue un inaudito (y aún no satisfactoriamente explicado) registro en la sede de los servicios secretos austriacos. Registro con una excusa oficial que según han pasado las semanas y los meses se ha ido revelando cada vez más endeble y que ya ha provocado la constitución de una comisión parlamentaria de investigación, de la cual salen cada día titulares que, en otro contexto, quizá podrían resultar dolorosos para el Gobierno pero que lo cierto es que solo han provocado leves arañazos en su reputación y eso entre cierta clientela ilustrada que, en cualquier caso, no es la que ha votado a la ultraderecha (porque aquí, como en todas partes, a la ultraderecha la vota generalmente personas de esas que prefieren los libros con muchos dibujos y poca letra).

El cronista mentiría si dijera otra cosa: gran parte de los austriacos viven aún un cierto idilio con Sebastian Kurz, y aún no se han dado cuenta de que es un buen actor, un disciplinado actor que pronuncia las palabras que otros le escriben. Como nada es nuevo bajo el astro rey, algún día ha de llegar ese momento en el que Sebastian Kurz empiece a creerse su papel de gran estadista y a intentar actuar por su cuenta.

Ese momento, de momento, todavía está lejos, y el cronista lo siente, porque seguramente será la cosa mucho más divertida que ahora. Tan lejos está ese momento que Sebastian Kurz es visto por la derecha europea -y sobre todo centroeuropea- como un valor en alza. Esto resulta tanto más inexplicable como que quienes le consideran un valor en alza entienden lo que dice (en este sentido la retórica de Kurz es una variación sobre los diferentes aspectos lo gaseoso, en la que cada uno ve en las manchas lo que quiere ver).

Estos días pasados, por ejemplo, ha estado intentando apuntalar a los conservadores bávaros los cuales, durante el día de hoy, se han dado la galleta que todo el mundo estaba esperando (no a favor, por cierto, de la ultraderecha de AfD, como muchos temíamos y otros esperaban anhelantes, sino de los verdes alemanes).


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