Sublime decisión

La actuación del Gobierno austriaco en un asunto ha causado perplejidad y consternación en el concierto internacional. Las claves, aquí.

1 de Noviembre.- El Gobierno austriaco, a cuya cabeza están, como es notorio, dos intelectuales de amplia y profunda formación humanística, conocimientos jurídicos que rayan lo insondable y que son representantes de la sólida tradición que ha distinguido al ejecutivo de Viena desde Metternich (modo ironía sangrante off) se está enfrentando en estos momentos a la perplejidad internacional. Sin embargo, como la decisión que ha tomado ha sido también secundada por otros dos Gobiernos a cuyas cabezas se encuentran dos intelectuales del mismo calado, si no más, que el que caracteriza al Gobierno de Viena, como son Estados Unidos y Hungría, parece ser que en la Ballhausplatz reina la tranquilidad.

En estos días, se refrenda un pacto global a propósito de emigración, auspiciado por las Naciones Unidas, pacto que Austria ha estado negociando desde el verano, en calidad de representante de la Unión por la presidencia de turno. Durante dicha negociación, el Gobierno de Viena no puso ningún pero al texto del acuerdo de la ONU. Sin embargo, ayer anunció que lo abandonaba y no lo firmaría, porque ese acuerdo le parece al Gobierno de Viena demasiado amigable con un fenómeno, este de la emigración, que no conviene, según el Gobierno de Viena, fomentar.

De 196 países, de momento solo tres han dicho „de que no“. Y estos tres países son los Estados Unidos, Austria y Hungría, como queda dicho más arriba.

Pero ¿Qué dice el pacto? ¿Es verdad lo que aduce el Gobierno de Viena?

Al ser la emigración un problema de alcance mundial, es lógico que la autoridad global del planeta, las Naciones Unidas, se ocupe de este fenómeno. Sin embargo, el pacto es poco más que una declaración de buenas intenciones (como muchos de los acuerdos de la misma especie que la ONU preconiza en otras materias, como la pobreza, el hambre en el mundo y demás).

En principio, se trata de un pacto en el que se sugieren una serie de maneras de tratar con la migración. Por ejemplo, se dice que uno de los objetivos debería ser luchar contra la pobreza en los lugares de origen de los migrantes (es muy lógico: nadie se va de un sitio en el que está bien) y también se dice, por ejemplo, que se debe intentar que los migrantes tengan derechos humanos como las demás personas, y que tengan acceso a unas mínimas garantías sociales.

De todas estas medidas, que son bastante generales, repito, y que no alcanzan más que la categoría de sugerencias, los estados firmantes del pacto pueden poner en práctica aquellas que les parezcan mejores.

En pocas palabras: el pacto no es de ninguna manera vinculante y por lo tanto, en contra de lo que asegura el Gobierno de Viena para justificar su postura, no ataca ni pone en juego de ninguna manera la soberanía austriaca ni, en palabras del Gobierno, „la capacidad de decidir quién viene a Austria y quién no“. Tanto es así que en el mismo acuerdo, en el párrafo quince, queda escrito que los estados soberanos son libres de diferenciar migración legal de ilegal y de aplicar las medidas que estimen pertinentes.

¿Por qué el Gobierno austriaco se ha salido del acuerdo?

Una de las fantasías favoritas de la ultraderecha es que la ONU es una especie de organismo poblado de personajes perversos que pretenden subvertir todo lo bueno que hay en el mundo. No solo en la inmigración. Está también por ejemplo las políticas de planificación familiar, enseñanza sexual y tolerancia hacia el colectivo LGTB (eso que la carcundia llama „ideología de género“) o la lucha contra el cambio climático. Según esta gente la ONU llevaría una agenda oculta encaminada a implantar un Nuevo Orden Mundial que aboliese la familia tradicional del pajarito.

En este mismo marco conspiranoico se encuadra la negativa del Gobierno austriaco. Desde hace semanas, diversas páginas ultraderechistas llevan dando la matraca con el pacto famoso, debido, sobre todo, al trato amable que la ONU da al fenómeno (calificándolo por ejemplo de „fuente de riqueza y diversidad“ como cada día demostramos los emigrantes que trabajamos en Austria, por ejemplo) de manera que el Gobierno austriaco ha decidido lanzar una señal (más propagandística que otra cosa) hacia su caladero de votos más estable, dándole prioridad a la agenda doméstica -cortoplacista y xenófoba, por si fuera poco- y quitándosela a los asuntos importantes de verdad.

Es lo que tienen los intelectuales, que uno siempre se puede fiar de que no le van a defraudar.


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