Todos votados

En estos días en que rememoramos la Historia, quizá convenga darse cuenta de que podría haber sido de otra manera.

NOTA: Lo siguiente es pura fantasía. Ni Don Otto fue nunca emperador de Austria ni las cualidades o defectos que se le atribuyen los tuvo nunca la persona real. Fuera del nombre, todo lo siguiente es pura invención.

8 de Noviembre.- Con motivo de la presentación de la serie de Netflix sobre la vida del emperador Otón de Habsburgo, el hombre que convirtió Austria en la monarquía parlamentaria que hoy conocemos, y que falleció en Viena en 2010, hablamos con uno de los expertos más reconocidos a nivel mundial a propósito de su figura, el profesor de la Universidad Emperador Carlos de Viena, Johannes von Dickenbuch, conde de Stockerau.

-Señor conde, el proyecto de Netflix ha levantado desde sus inicios una gran expectación. Usted, no solo ha colaborado como asesor en la elaboración de los guiones, sino que también ha sido uno de los primeros en haber visto el producto terminado ¿Qué impresión le ha causado la primera temporada y, sobre todo, y aunque las comparaciones sean odiosas, qué piensa usted de las que inevitablemente surgirán con The Crown, la serie dedicada a la monarquía británica ?

-En primer lugar, creo que son dos productos totalmente distintos, y aunque la vida de la soberana británica y la de su majestad imperial tengan puntos en común, porque al fin y al cabo son dos soberanos que han estado mucho tiempo conduciendo la nave del Estado, creo que Netflix ha intentado diferenciar claramente el tratamiento de dos personajes que, por carácter, formación y procedencia, tuvieron que enfrentarse a retos completamente diferentes a lo largo de su vida. La reina Isabel, por ejemplo, no tuvo nunca que pasar por el exilio, como le sucedió al emperador Otón durante el llamado « paréntesis rojo », que supuso la república austriaca y la posterior anexión del país a la Alemania nazi.

-La serie arranca precisamente en ese momento, cuando las cuatro potencias vencedoras de la segunda guerra mundial deciden, contra todo pronóstico y con la oposición feroz de Stalin, traer al emperador Otón de la España franquista, en donde estaba exiliado con su familia y, tras elaborar apresuradamente una constitución, restaurar la monarquía imperial en mayo de 1945.

-Tiene usted que tener en cuenta que, en aquel momento, con Europa destrozada por la guerra, se trataba de encontrar una figura de consenso. Y el emperador Otón lo fue no tanto porque se le conectara con su padre, el emperador Carlos, sino por su abuelo, el emperador Francisco José, que representaba la estabilidad, la tradición y un tiempo de tranquilidad que contrastaba con las primeras décadas del siglo XX.

-Y si la muerte de Francisco José fue un trauma nacional, no lo fue menos en 2010 la de su nieto Otón.

-Es que el emperador Otón marcó, de manera innegable, una época en la Historia de Europa y, en muchos casos, fue un firme adelantado a su tiempo. Por ejemplo, siendo un firme defensor de lo que hoy es la Unión Europea y resguardando su papel constitucional de arbitraje desde una calculada neutralidad.

-Después del bache de popularidad que supusieron a finales de los ochenta sus ataques públicos de cólera y sus posturas rayanas en el fundamentalismo religioso, que la mayoría del país percibió como extremadamente machistas y reccionarias, el emperador Otón fue en general un monarca muy querido por los austriacos.

-Bueno, hay que tener en cuenta que el emperador era un hombre muy católico, e indudablemente hijo de su tiempo. Quizá hubo cuestiones sobre las que no hubiera debido pronunciarse con tanta vehemencia.

-Muchos achacan su popularidad en los últimos años de su vida a una eficaz campaña de imagen que buscaba poner de relieve el lado amable de una monarquía que fue, en lo social, profundamente conservadora.

-¿Se refiere usted…?

-Sí, me refiero a ese personaje que crearon sus asesores de imágen a medias entre el abuelo despistado y una especie de imitación del propio emperador Francisco José. Sus famosos gazapos.

(el profesor Von Dickenbuch se ríe)

-Sí, claro, naturalmente.

-…Sus famosas meteduras de pata con los idiomas, como por ejemplo aquel « ¿Estamos todos votados ? » que soltó en el Parlamento europeo durante una de sus últimas visitas.

-¿Sugiere usted que eran… ?

-Astutos intentos de humanizarle de cara a sus súbditos, como la creación, en las antiguas caballerizas del Hofburg del Museo Emperador Otón de Arte Moderno o el premio Príncipe Carlos de Habsburgo Lorena de Literatura, cuando era sabido que sus gustos iban por otro lado. Algunos le acusaban de ser incluso los del típico caballero de clase media.

-Sí, sí. « El Emperador es un pequeño burgués de novela de Stefan Zweig » como solía decir Bruno Kreisky de él. Le llamaba « El hombre sin atributos ». El emperador, por cierto, soportó estas cosas con notable paciencia.

-No se puede negar también que fue una figura con grandes zonas de sombra, algunas de las cuales salen también en la serie de Netflix. Por ejemplo, su vida de privilegiado bajo el franquismo, o la de algunos de sus familiares bajo el régimen nazi.

-Hay que tener en cuenta la época, el contexto…

-En algunos momentos, la serie alcanza la altura de un thriller político, incluso con ribetes cómicos, sobre todo cuando se refleja la notoria hostilidad que el emperador Otón sintió siempre hacia su primer ministro, Bruno Kreisky. Una hostilidad que nacía de una profunda antipatía personal.

-Que era recíproca, por cierto. Dos grandes europeistas, dos pesos pesados de la política, pero también personalidades completamente opuestas e incurablemente cascarrabias. Un poco como si compitieran por ver quién era más emperador de los dos.

-En la serie llega a sugerirse que el emperador maniobró para intentar que Kreisky no fuera reelegido en las elecciones de 1978.

-Por lo que a mí respecta, el emperador Otón se mantuvo siempre dentro de su papel constitucional. No puede usted olvidar que, a pesar de todo, durante los primeros años la monarquía austriaca estuvo ferreamente tutelada por los americanos, aunque naturalmente, como le digo, hay que tener en cuenta la época, el contexto…Naturalmente, Otón, como persona, tenía sus simpatías y quizá Kreisky…¿Cómo decirlo? Bueno, no era el tipo de persona con el que se hubiera ido a un heuriger.

-Por último, señor conde, me gustaría preguntarle su opinión sobre el actual emperador, Carlos, el cual ya levantó una polvareda considerable al casarse con una plebeya (Franzisca Thysen-Bornemisza, N. del A.)

-El emperador Carlos es un monarca sumamente preparado, que fue educado para ser un jefe de Estado del siglo XXI. Austria puede estar tranquila a ese respecto. Es un digno sucesor de su padre.

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