Dos años no son nada

Después de dos años, la pata ultraderechista del Gobierno se ha descolgado con una decisión insólita. Tan insólita como la situación que la motivó.

10 de Diciembre.- Hay días en los que uno empieza con mal pie. Hoy, por ejemplo, iba yo como todas las mañanas pedaleando montado en mi bicicleta, camino de la estación de tren.

El viento era bastante desagradable y me obligaba a pedalear con mucha fuerza y a adoptar una postura que para mi reproductor de libros electrónicos ha sido fatal.

Lenta, insensiblemente, se ha deslizado del bolsillo y !Pimba! Se me ha caido al duro asfalto. El coche que iba detrás de mí no ha podido esquivarlo y le ha pasado por encima, así que mi inseparable compañero de aventuras, que me ha acompañado en tantas, ha fallecido. Bueno, mejor decir que por suerte, dada la robustez del aparato, ha quedado en coma. De manera que he podido hacer una copia de seguridad de los libros que tenía dentro !Gracias, Tolino!

Como la vida es dura, no me ha dado tiempo a sobreponerme al disgust(az)o, porque tenía exactamente cuatro minutos para llegar al tren. Lo he alcanzado por la mínima (exactamente 32 segundos antes de que saliese). Sudoroso, me he sentado y, ahí, me he entregado a elegíacos lamentos.

Cuando el día empieza así, uno, que es optimista como Serrat, siempre piensa que solo cabe ir mejorando.

No he sido el único que ha tenido un principio de día de esos que te quisieras perder.

Un portavoz del partido que es la pata ultraderechista del Gobierno también ha tenido que enfrentarse a los periodistas para contarles una decisión que el partido derécher ha tomado y cuya valoración, fuera del propio partido derécher, oscila entre el cachondeo y la indignación, con todos los matices intermedios que al inteligente lector puedan ocurrírsele.

Se recordará -!Para olvidarlo, vaya susto!- que hace dos años Austria se encontraba en un ay.

A principios del año habían sido las elecciones presidenciales en las que se enfrentaron el actual ministro de infraestructuras y transportes, Sr. Hofer, apodado „la sonrisa del régimen“ como cierto ministro de la dictadura española, por sus maneras melífluas, y el que, a la postre, fue elegido presidente de EPR, Sr. VdB a quien se conoce, sobre todo por contraste con su protéico predecesor, como „el profesor siesta“.

En esta primera oportunidad las elecciones se saldaron con un resultado muy ajustado, a favor de Siesta y en contra de Sonrisa. Fue un resultado curioso porque, al ser consciente el votante medio, urbano, de la mala prensa que tenía votar a Sonrisa (el cual pasaba por ser el candidato de la gente más justita intelectualmente hablando) tú ibas en el metro y, si ponías la antena, solo escuchabas la siguiente conversación:

-Anda, que vaya resultado que ha sacado Sonrisa…

-De verdad, es que hay una gente por ahí más… -y aquí ponían un adjetivo que recordaba a un señor, afortunadamente difunto, con bigotillo a lo Charlot.

-Y que lo digas.

O sea, que el tipo sacó casi un cincuenta por ciento de los votos, pero no le había votado nadie.

Un expediente X.

El caso es que la ultraderecha no se resignaba a que su candidato no hubiera ganado y decidió impugnar el resultado de las elecciones, basándose en errores de forma (era un poco como cuando los alumnos perezosos dicen eso de que el profe les tiene manía).

En fin: el Tribunal Constitucional austriaco les dio la razón, en gran parte porque se demostró que, a pesar de que los errores que alegaban los perdedores habían sido explicables por la buena fe, la calidad del adhesivo de los sobres que contenían las papeletas era tan mala que no había manera de garantizar nada (sí: españoles: para aquellos que aún tengáis el extranjero mitificado, aquí también se hacen chapuzas, y muy gordas).

Se repitieron las elecciones, tras una campaña electoral bastante cansina; Sonrisas peleó en los debates contra Siesta como gato panza arriba, pero esta vez (presumiblemente para coraje del premier ruso) los partidarios del actual presidente no se quedaron en casa y el resultado, sin ser lo holgado de otras veces, sí que bastó para que no quedara ninguna duda.

Sin el freno que VdB supuso hace un año a la hora de modelar la composición del Gobierno (y del que solo salieron a la luz pública discretas pinceladas) es muy probable que Austria se hubiera convertido en la Casa de Bernarda Alba. En fin: ya lo saben mis lectores: se pinchará en un dedo, pero no morirá, solo dormirá cien años.

Y ahora volvamos al presente.

Hoy, un pobre hombre se ha visto en la obligación (fatiguitas para ganar cuatro perras) de anunciar al mundo que el partido derécher ha demandado por daños y perjuicios a la República Austriaca por los costes originados en una repetición de comicios que forzó el mismo partido derécher. Tres millones y medio de euros. Después de dos años.

Dejo aquí un espacio libre para que el lector ponga una de esas expresiones castizas, pero sumamente incorrectas, en las que se expresa asombro.

El pobre portavoz del FPÖ ha tenido que conceder que la medida quedaba un poco cutre salchichero pero que el partido derécher pensaba que estaba en su derecho.

Por cierto: los organizadores de la campaña del actual presidente hubieran podido demandar también a la República, pero han anunciado que no lo harán.

Siempre ha habido clases.


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