Llegar al clímax

Al leer a propósito de un político austriaco, no he podido evitar acordarme de una famosa cantante folklórica española.

12 de Diciembre.- Marife de Triana fue una cantante folklórica española de la segunda mitad del siglo XX. Como era más bien feilla, aunque tenía mucho talento, encontró un nicho de mercado especializándose en interpretaciones desmelenadas de canciones a las que otras artistas no hubieran sacado el mismo partido. Durante casi cinco décadas Marife, que en su vida particular tenía el aspecto de ser una señora bastante comedida, que incluso prescindía del acento andaluz, paseó por toda Celtiberia sus grandes creaciones, particularmente dos que la hicieron universalmente conocida : La Loba y Torre de Arena. En las dos, interpretaba a mujeres desgarradas por la pasión (La Loba es un dramón de aquí te espero, con embarazos no deseados, alcoholismo e hijos desagradecidos).

Pero claro : cuarenta años llegando al climax en el que le decía al desgraciado de su hijo que se casara con la muchacha a la que había dejado embarazada (pausa) para que no dijeran que era el hijo de la loba, y que no tenía corazón (otra pausa), hacen mella en los nervios de cualquiera. Uno se imagina a la pobre Marife llegando al clímax dramático con dolor de muelas, o con un cólico nefrítico, o contentísima porque su marido le había hecho un regalo estupendo, sacando fuerzas de flaqueza para repetir, una y otra vez, el llanto final, que se reflejaba en el llanto del público en el patio de butacas, en la plaza del pueblo o en cualquier otro sitio.

El cómico Paco León (que es una de esas personas que a la inteligencia le une una gracia genuina, que no se puede aguantar) cuenta que un día, viendo una actuación de Marife en la Expo de Sevilla, en 1992, sorprendió a la diva, por las pantallas gigantes, realizando el truco con el que conseguía cada noche llorar a lágrima viva. Y es que la pobre jornalera de las corcheas, llegado el momento, se untaba los ojos con Vick´s Vaporub, el cual tenía astutamente escondido en la mano con la que accionaba (y no sujetaba el micrófono). Escuchárselo contar a Paco Leon es para morirse de risa (desgraciadamente no he encontrado el video).

Con los años, las lobas y las torres de arena, no solo decayó la capacidad de Marife de llegar al clímax, sino también su voz empezó a sufrir. Con la televisión, encontró un remedio tan bueno como el Vick´s Vaporub y fue el de reciclar grabaciones antiguas en las que su voz sonaba fresca y restallante. En playback, Marife sonaba como siempre, mientras su apariencia iba convirtiéndose en la de una ancianita.

No he podido por menos que acordarme hoy de Marife al leer que el vicecanciller, Sr. Strache, no se presentará una vez más (jit me beibi guan more táim) como candidato a la alcaldía de Viena. Uno sospecha porque igual, como Marife, ya no llega al climax como antes, y Strache siente en sí los estragos de la edad, y ya no consigue llegar al clímax sin Vick´s Vaporub. También, como Marife, Strache ha envejecido bastante. Ayer, en el parlamento, tenía ese acezar, probablemente producido por el tabaquismo que él tanto y tanto ha contribuido a difundir, que distingue a los que ya no pueden dar el do de pecho como cuando tenían veinte.

Así pues, ante la perspectiva de tener que cantar en Playback y de no poder reciclar una vez más para la campaña de 2020, las fotos de 2005, que son las que pone siempre, probablemente Strache haya preferido vivir con esa espinita clavada a hacer el ridi (oye, humano, comprensible). Además, como va a ser padre otra vez, el pobrecito lo hubiera tenido difícil para conciliar su trabajo con las exigencias de andar besando críos ajenos, estrechando manos cargadas de virus, en resumen alcanzando el clímax.


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Comentarios

Una respuesta a «Llegar al clímax»

  1. Avatar de Anselmo
    Anselmo

    Pobre señor Strache. Me pregunto si su caso puede tener alguna analogía con el del nonagenario Kissinger, al que todavía se recurrió para cuestiones delicadas dada la carencia de personas capaces para las mismas.

    Daba un poco de pena ver a Kissinger, con esa edad, bajando las escalerillas de su avión tras un vuelo trasatlántico.

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