Hoy les propongo a mis lectores que hagan conmigo un pequeño experimento que está al alcance de todos, el resultado les va a sorprender.
4 de Febrero.- El cerebro humano es maravilloso „manque“ imperfecto.
Uno de los problemas que tiene es que, para remediar la incapacidad de procesar toda la información que le llega, aplica unos procedimientos de « compresión » que tienen por objeto eliminar información repetida o el impulso de enfrentarse a problemas a los que cree haberse ya enfrentado.
Esta manera de comprimir la información se llama « formarse prejuicios ». Naturalmente, los prejuicios, en determinadas situaciones, son muy prácticos, sobre todo al objeto de ahorrar valiosos recursos energéticos que luego utilizamos para otras cosas de más provecho, como por ejemplo discurrir a propósito de maneras de hacer nuestra vida más rica en risas y gintonics.
Los prejuicios, sin embargo, se están convirtiendo rapidamente en un gran problema para la Humanidad, porque, a la velocidad normal del pensamiento, nuestro cerebro, ese kilo y pico de carne que tenemos entre las orejas, es incapaz de distinguir con eficiencia entre los prejuicios que se ha formado y el fondo de las cosas.
Como saben todos los expertos en pensamiento humano que están detrás de las máquinas de producir noticias falsas, basta con que alguien apunte a nuestros prejuicios para que nosotros nos traguemos sin rechistar las cosas más inverosímiles sin ponerlas en duda siquiera por un momento. No porque sean verdad, sino porque tenemos muchas ganas de que sea verdad (lo he dicho muchas veces, pero creo que conviene insistir).
A medias por sentir que el mundo está en orden, y a medias para confirmar que nuestro cerebro no se equivoca nunca juzgando a ojo de buen cubero y vernos así reafirmados en nuestra imagen del mundo. Mediante este sencillo procedimiento, por ejemplo, han surgido los negacionistas del cambio climático, o los que afirman que el grupo de los hombres maltratados por sus mujeres son una mayoría que sufre en silencio e injustamente, o los que piensan que las vacunas (decíamos ayer) son en realidad un sacacuartos inventado por las farmacéuticas, por poner algunos ejemplos.
Los prejuicios son muy peligrosos, porque son pringosos y escurridizos, e incluso los que nos preocupamos de informarnos en diferentes fuentes y que ponemos en cuarentena todo lo que nos cuentan hasta que no lo confirmamos por varios lados independientes, no somos inmunes a estos jueguecillos de la mente y corremos el riesgo de ser « hackeados » de manera más o menos interesada.
Por ejemplo, hoy he leido una noticia muy breve en la que se decía que en 2018 Austria ha expulsado de su territorio a 4700 personas.
En cuanto he leido el titular, he empezado a pensar en la composición de ese grupo de personas que las autoridades han decidido enviar de nuevo a su casa. Naturalmente, como les estará pasando ahora mismo a mi lectores, la primera imagen que me ha venido a la cabeza han sido las de los refugiados. Es más : debido a la propaganda insistente y machacona de la política, en Austria, decir extranjero es decir musulmán, cuando en realidad somos inmensa mayoría los extranjeros que vivimos en Austria procedentes de Europa y no de países musulmanes.
Sin embargo, cuando se habla de expulsiones, las cifras del Ministerio del Interior austriaco, dan una sorpresa. De las 4700 personas expulsadas, más del sesenta por ciento eran ciudadanos europeos, sobre todo serbios, eslovacos, húngaros y rumanos.
Aunque, por razones de imagen, ningún responsable del Gobierno se ha atrevido a que ningún medio le grabara diciéndolo, la mayoría de los europeos expulsados de Austria lo han sido porque vivían en la calle, porque eran mendigos o porque habían cometido algún delito.
De todas maneras, como saben mis lectores, fuera de estos tres supuestos para poder permanecer en Austria, hay que demostrar, dentro de los primeros tres meses de estancia en un país, que uno cuenta con medios de vida suficientes y con un seguro médico. Si no, las fuerzas del orden pueden devolverle a uno a su país de origen.
Este pequeño experimento que hemos hecho hoy mis lectores y yo debería ser una cosa automática. Lo mismo que miramos con desconfianza un filete que nos ponen en un restaurante y que no nos parece todo lo fresco que debería, deberíamos también poder examinar nuestros pensamientos, nuestros prejuicios, las noticias que nos llegan. Es la manera de que los malos no ganen la partida.
Deja una respuesta