Sarna sin gusto

¿Se puede ser malvado utilizando una enfermedad infecciosa ? Hay gente que demuestra que sí, que se puede.

11 de Febrero.- Uno de los tópicos favoritos que el nazismo utilizaba más a menudo para extender sus nauseabundas paranoias era el de la infección.

Obedecía mucho al espíritu de su época, si bien se mira.

A principios del sigo pasado, momento en el que se empieza a desarrollar el nazismo, con « protonazis » como el que fue alcalde de Viena, Karl Lueger, una cierta fe muy neurótica en el progreso ilimitado de la ciencia, produjo que emergiera el concepto de la eugenesia.

La lógica del asunto, si bien abiertamente psicopática, no dejaba de tener cierta consistencia. Si injertamos los tomates para mejorar el fruto que produjo la naturaleza, si mezclamos perros, vacas y otros animales para que la raza sea mejor, inmune a las enfermedades, por ejemplo ¿Por qué no mejorar también nuestra propia raza, la raza humana, con todos los medios a nuestro alcance ?

Empezó entonces a surgir un mito : el de la higiene perfecta y con él, un miedo : el terror a la suciedad (un terror que, sin duda, por lo menos en Hitler tenía un fuerte componente patológico de fobia sexual). Pero no se temía a cualquier suciedad sino a la bacteria, al virus que, invisible, sibilino, maligno, se infiltraba en el organismo sano para pudrirlo y terminar destruyéndolo.

Naturalmente, era cuestión de tiempo que alguien diera un paso más : el de concebir la sociedad, al Volk, como a un organismo sano, pero amenazado incesantemente por la acción insidiosa de los individuos-bacteria, organismos parásitos y, sobre todo, ajenos, exteriores, no pertenecientes a ese mismo cuerpo racial, que corrompían lo que tocaban esparciendo podredumbre a su alrededor.

Y, por supuesto, ante esta situación, el cuerpo sano, mayoritario, de la sociedad, estaba no solo en su perfecto derecho de defenderse, sino también en su obligación, por puro instinto de conservación, eliminando a los gérmenes malvados, como se extirpa una mala hierba.

La propaganda nazi se llenó con morbosas mentiras a propósito de los indivíduos que hacían enfermar al sano cuerpo social. Eran, por supuesto, los judíos, pero también los miembros de razas consideradas inferiores (para sustentarlo se elaboraron una serie de teorías a cual más loca, que terminaron cristalizando en las leyes de Nüremberg), o los que profesaban ideologías políticas progresistas. Se comparaba a estas personas con las ratas que habían traido a Europa la peste, por ejemplo.

En España, durante los primeros tiempos del franquismo –cuando el franquismo era el pariente pobre de los fascismos europeos- el tema de la infección del cuerpo social adquirió otros tonos si bien menos morbosos no menos terribles.

Por ejemplo, el psiquiatra Vallejo Nájera, fundador de una dinastía que llega hasta nuestros días, en la mejor tradicion himleriana realizó experimentos con presos republicanos para intentar encontrar un supuesto « gen rojo » según él la raiz de la mentalidad torcida (según él) de los partidarios de ideologías progresistas y, como se solía decir en aquella época « disolventes ».

También apareció por aquella época un concepto que, mutatis mutandis, sigue utilizándose hoy en día (ver Plaza de Colón ayer, en Madrid) el de la Antiespaña, como contraposición al sano cuerpo social que constituía la España pura, traidicional, católica e incontaminada. Una España ideal que compartía muchos rasgos con el mito de la madre asexuada (tan tradicional en la cultura española y latina en general) y que se asemeja en los países católicos a la Virgen María.

El motivo conductor de la infección, como el lector ha podido ver si ha leido con un poco de atención lo que antecede y, por lo tanto, la complacencia morbosa en él, goza de muy buena salud y es una de las pervivencias del nazismo (y del franquismo, en tanto que fascismo) más rebeldes a la corrección, sobre todo porque se aprovecha de un miedo irracional e instintivo que todos tenemos a la enfermedad y, por lo mismo, a la muerte.

De cuando en cuando vuelve a salir.

Por ejemplo, en Austria en estos días se ha declarado un brote de sarna.

La sarna es una enfermedad dermatológica muy contagiosa que viene producida por un ácaro que pone huevos en la piel. Suele contraerse por contacto físico con una persona que esté infectada o si uno se encuentra bajo de defensa. Es inofensiva pero sumamente molesta porque el afectado padece picores. Se trata muy fácilmente, con una pomada que hay que darse por todo el cuerpo, y no solo en las zonas afectadas. Como es muy contagiosa, suelen padecerla los miembros de una misma familia.

No se puede asociar la sarna a ninguna clase social ni a ninguna procedencia (del Rey abajo, todos estamos expuestos) aunque es cierto que sí a determinadas condiciones climatológicas. Naturalmente, en los países calurosos el ácaro vive más feliz, como pasa con todos los agentes infecciosos. Suele contraerla la gente que, por ejemplo, viaja mucho.

En estos días ha habido un brote de sarna en Austria. Unos pocos casos de indivíduos relacionados familiarmente (es, como decía más arriba, una enfermedad muy contagiosa). En tanto que curiosidad, los medios se han ocupado moderadamente del ácaro famoso y, naturalmente, se han propuesto medidas para evitar el contagio.

Como no podía ser de otra manera, el viejo leit motiv nazi de la infección ha aparecido también. Johan Gudenus, jefe del grupo parlamentario de la ultraderecha en el Parlamento austriaco ha publicado un pequeño post en internet en el que, junto a una foto del ácaro causante de la sarna, obtenida mediante un microscopio electrónico, ha escrito el siguiente texto :

« Esta enfermedad (la sarna) lo mismo que otras enfermedades erradicadas (¿El sarampión?) ha surgido aqui de la nada, y no tiene nada que ver con el lavado de cerebro de la Wilkommenskultur » (la línea ideológica, por ejemplo, de Angela Merkel, en el sentido de dejar pasar a Europa a las personas que buscaban refugio en ella).

Naturalmente, no se puede saber si, por ejemplo, los afectados por el brote de sarna fueron personas que estuvieron de vacaciones pongamos que en Egipto (es normal entre los austriacos en esta época del año) y allí se contagiaron. Digo Egipto como podría haber dicho cualquier otro país cálido. Es con comentarios como este, carentes de base, pero malignos, malsanos, como se construye, gota a gota, una sociedad xenófoba y racista.


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Comentarios

Una respuesta a «Sarna sin gusto»

  1. Avatar de Anselmo
    Anselmo

    La mejor defensa contra la xenofobia y el racismo consiste en conocer lo mejor que se pueda los argumentos en que se basan.

    La eugenesia, además de principios xenofobos y racistas se basaba en darwinismo social, en ideas médicas equivocadas y en alguna regla zoológica que sí tenía fundamento. Tal ideología no se originó en Alemania, sino en el Norte de EE. UU, donde el Darwinismo social adquirió connotaciones raciales gracias a la creencia calvinista de ser el Pueblo Elegido, y fue importado con mucho éxito por los países nórdicos en los que la creencia luterana de la premeditación manifiesta ayudó tanto a su arraigo como lo había hecho en la Inglaterra Victoriana con el darwinismo social.

    Es de señalar que en el caso de los países germánicos, las ideas eugenistas carecían de componente supremacista social y se centraban en lo biológico y racial. Y ello puede deberse a que el nacionalismo germanico que espoleo la unificación de Alemania se justificaba en la identidad racial y cultural.

    El concepto de la anti-España fue acuñado por Ramiro de Maetzu antes de la guerra y aunque fue incluido en la panoplia argumentativa del franquismo, hay que tener en cuenta que la idea de España de Maetzu era poco más que un apéndice de la de hispanidad que, para él era el fruto del empeño de comunicar las verdades de la fe católica a toda la Humanidad. Es decir, se trataba de algo que ni de lejos tenía nada que ver con el nacionalismo.

    Por más que se intente disimular, es evidente que hay enfermedades infecciosas o parasitosis sufridas por determinados grupos sociales. No por motivo de su raza, sino de sus condiciones de vida y que una defensa adoptada frente al riesgo de transmisión de estas tradicionalmente ha ido desde la segregación, hasta el exterminio. Como por ejemplo practican con éxito los nativos de la isla Centinel. Quienes al dar muerte a todos los forasteros que arriban a su isla por considerarlos invasores, inadvertidamente se están librando del contagio de enfermedades que, aunque para nosotros son casi inapreciables,tal y como es el caso de un simple resfriado. Para ellos resultan mortales.

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