Mano dura

¿Qué hacer para atajar la lacra de la violencia contra las mujeres? Según los expertos no lo que está haciendo el Gobierno austriaco.

15 de Febrero.- Si mis lectores y yo nos sentásemos un día de estos, tranquilamente, delante de sendos cafés en uno de esos locales con solera que tanto abundan en esta capital, probablemente nuestra conversación pararía en algún momento en un tema que a mí me fascina desde siempre ¿En qué se diferencia una persona inteligente de una que no lo es tanto?

Probablemente, tras una sosegada conversación, ese lector hipotético y yo llegaríamos a una conclusión parecida: una persona inteligente es una persona que, ante los problemas, reacciona tratando de atajar las causas y, por lo tanto, trata de prevenir que los problemas se repitan.

Naturalmente, también es probable que mi lector y yo llegásemos a la conclusión de que prevenir las causas de un problema es mucho más difícil que, digamos, reaccionar con posterioridad a que los problemas estén presentes. En la acción mental de la previsión se ponen en juego potencias del alma mucho más difíciles de adqurir que aquellas que se necesitan para, simplemente, tomar nota de que algo ha sucedido. Son sobre todo potencias intelectuales que están asociadas por ejemplo a la reflexión.

A la hora de considerar por qué pasan las cosas, uno se tiene que sentar bajo el árbol, muchas veces de manera infructuosa, hasta que la cosa está madura y, como le pasó a Newton, le cae la manzana en la cabeza. Ocurre muchas veces también que averiguar las causas de un problema determinado no es más que la primera fase de una labor larga e ingrata a largo plazo, a lo largo de la cual, solamente al final, en la lejanía, se vislumbra el triunfo final.

Las personas menos inteligentes suelen tener poca tolerancia a la frustración y buscan, por lo general, remedios rápidos y mágicos, los cuales, al principio, les tranquilizan, porque las personas menos inteligentes, lo mismo que los malos actores y que los toreros cobardes, sienten en sí ese ansia de actuar que no es más que un intento de calmar su ansiedad a través del movimiento. Sin embargo, la dura realidad no tarda en demostrar que lo que en principio parecía una buena idea, no es más que pan para hoy y hambre para mañana y muchas veces, lejos de solucionar el problema, lo empeora.

Por la naturaleza rápida y superficial del mundo en que vivimos, corren muy malos tiempos para las acciones planeadas a largo plazo. La necesidad de actuar y la necesidad (muchas veces insensata) de obtener resultados espectaculares y rápidos, han hecho que, sin duda, nuestra civilización se haya vuelto mucho más tonta que hace unas cuantas décadas, en donde era más fácil ir con el paso lento y la vista larga.

Quizá esta necesidad de inmediatez sea una de las causas de la ola de populismo que nos aflige.

El populismo toma medidas para calmar la ansiedad de la población mediante el movimiento.

Si bien se mira, todas las promesas del populismo se pueden reducir a una: a la de eliminar de la vida de la gente toda la parte aburrida del trabajo, de la labor callada y muchas veces infructuosa, la frustración de intentar atajar las causas de las cosas. En una palabra, la falsa promesa de acelerar los asuntos hasta que el tiempo no sea necesario.

Hoy, el Gobierno austriaco, el cual es populista en muchos aspectos, ha dado un ejemplo perfecto de todo esto que llevo varios párrafos diciendo.

Hace un año, la coalición derecha-extrema derecha que gobierna en estos momentos Austria, le encargó a una comisión de expertos que estudiase un catálogo de medidas para reducir la violencia, particularmente contra las mujeres y los niños.

Los expertos, naturalmente, tras sentarse a deliberar, le ofrecieron al Gobierno unos resultados que al Gobierno no le gustaron nada. Como es lógico, los expertos venían de un marco en el cual, para tener éxito, es necesario tener una cierta tolerancia a la frustración, examinar las causas de las cosas, tener capacidad de abstracción, visión general de los problemas.

Los expertos le proponían al Gobierno hacer esfuerzos en cosas tan aburridas y tan poco resultonas desde el punto de vista de la propaganda electoral, como dedicar esfuerzos a la integración de las minorías y recursos a la educación (y a la reinserción de víctimas y delincuentes); el Gobierno había pedido la bendición de los expertos para aumentar los castigos y las penas para los delincuentes sexuales y los expertos dijeron que la experiencia demostraba que la llamada „mano dura“ es absolutamente inútil en el caso, por ejemplo, de los delitos sexuales. Es más: que, de alguna manera, hay una correlación entre el aumento de la violencia ejercida por el Estado y el aumento de los delitos -como, por ejemplo, se demuestra con el caso estadounidense, en donde la práctica de la pena de muerte, muy en contra de la manera de pensar del conservadurismo, no ha servido en ningún caso para que bajen las tasas de criminalidad, más bien al contrario.

Ocurre, sin embargo, que el Gobierno, como es lógico, tiene que tener contenta a su base electoral. Y su base electoral le exige esa „mano dura“ que, como la Historia ha demostrado muchas veces, no es solo perfectamente inútil, sino que es también uno de los indicios más claros del fracaso del sistema educativo de una sociedad.

Así pues, ignorando el parecer de los expertos pero muy atentos al parecer de sus votantes, el canciller y el vicecanciller austriaco han anunciado hoy una serie de medidas más destinadas a convertirse en titulares convenientemente sensacionalistas que a atajar las causas del problema de la violencia contra las mujeres y los niños.

Así pues, mientras por un lado el Gobierno elimina las ayudas a las mujeres maltratadas y detrae fondos de las redes de atención a esas mujeres, aumenta los castigos a los violadores (de uno, a dos años), elimina la prisión condicional para estos delitos y aumenta las penas para los reincidentes. Los expertos, sin embargo, dicen que este aumento de las penas no es disuasorio en ningún caso, porque el ochenta por ciento de los casos de violencia contra las mujeres se producen dentro del marco familiar (la relación de poder de la que hablábamos el otro día, cuando referíamos la conversación que el cardenal Schönborn tuvo con la ex monja). El delincuente está seguro de su impunidad y, por lo tanto, no se siente disuadido por el eventual castigo.

En una palabra: si los problemas como este de la violencia se resolviesen así, ya haría mucho tiempo que estarían resueltos. Lamentablemente, y en contra de lo que piensan tanto el Gobierno como la mayoría de sus votantes, la cosa no es tan fácil.


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Comentarios

Una respuesta a «Mano dura»

  1. Avatar de Anselmo
    Anselmo

    El término “violencia contra las mujeres” me parece inexacto e inductor de confusion, ya que parece referirse a agresiones sexuales y violaciones. Prefiero el de “violencia doméstica” y el de “crimen pasional”.

    Creo que la base del problema, al menos en el caso de occidentales de toda la vida, reside en una educación deficiente en lo que a sobrellevar las frustraciones se refiere. Es decir a haber sido unos niños, adolescentes, jóvenes mimados. Y, además, al consumo de drogas durante la adolescencia y juventud. Cosa que impide el desarrollo de la inteligencia emocional y tara las capacidades sociales más elementales de los occidentales.

    La solución de este problema sería la educación de nuestros niños para que fuesen personas integras e independientes y no ganado humano embrutecido para no tener otra capacidad de discernimiento que la encaminada a las actividades referentes al consumo y a la producción.

    El tema de las drogas tiene una solución, desde mi punto de vista, extremadamente sencilla que consiste, en exigir el haber pasado test anti drogas como condición para ser matriculado en cada curso académico. Por otro lado, actualmente es extremadamente sencillo el bloqueo de cuentas bancarias de los sospechosos de estar implicados en el tráfico de drogas que no puedan demostrar la procedencia lícita de sus ingresos.

    Cuestión aparte es la violencia doméstica cometida por parte de inmigrantes no occidentales, que puede responder a causas más complejas.

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