La media fiesta

Hoy el Gobierno austriaco, muy a la austriaca, ha conseguido el milagro de solucionar un problema fastidiando a todo el mundo.

19 de Febrero.- Una de las primeras cosas que los Borbones mandaron hacer nada más aterrizar en la corona hispánica fue regular el sindiós de festivos que había en tiempos de los Austrias. Y es que, entre el San Nicolás de la ADSL del 4G, el milagro anual del San Torcuato de los fusibles fundidos, la romería de Nuestra Señora del Abrigo de Pana y la peregrinación a la ermita del Cristo que no encontraba el mechero, los celtíberos de aquella época trabajaban menos que Donald Trump, del cual se dice que se pasa todo el santo día sentado en su wáter de oro escribiendo con el telefonino mensajes incendiarios en tuíter.

Los reinos de la Península (entonces aún el concepto de España era bastante difuso) eran una máquina agotada por tanto jolgorio y tanta hostia (consagrada, naturalmente) y los Borbones querían poner a rentar su nueva adquisición, la cual habían conseguido un poco de rebote tras la quiebra de la rama hispana del holding Habsburgo S.L. que había cerrado el negocio por no poder atender (yo siempre pienso que el holding este, dados los últimos ejemplares, también se podría haber llamado como la peli de Disney : Monstruos S.A.).

Me acordaba yo de esto al leer la que sin duda es la noticia del día en Austria.

Para cualquier celtíbero que aterrice por estas tierras, resulta muy sorprendente que, en Semana Santa, la única fiesta es el lunes de Pascua.

Al saber esto, dicho celtíbero, quizá preso de su atavismo, se rasga las vestiduras (yo he leido por ahí de gente que incluso « se las rascaba ») y se pregunta que qué ha hecho él para merecer este castigo, que cómo se va a comer él las torrijas. Pero no le da tiempo a mucha lamentación, porque le espera otra sorpresa : los practicantes de la religión evangélica –o aquellos inscritos como evangélicos aunque le hagan pedorretas a la Iglesia- tienen libre el viernes (santo).

Esta circunstancia, motivó que un caballero pusiera una demanda en el tribunal europeo competente diciendo que a él esto le parecía una discriminación chunga, y que a él le apetecía también librar ese viernes, lo mismo que sus compiyoguis protestantes.

El tribunal europeo le dio la razón al caballero e instó al Gobierno austriaco a poner remedio a esta discriminación de manera ipsofacta.

Como sucedió con el caso del matrimonio igualitario, gente hubo (pobres ingenuos) que se alegraron demasiado pronto, y se hicieron la siguiente composición de lugar :

-Pues si hay discriminación cuando los evangélicos tienen fiesta y los católicos no, pues la manera de arreglar la discriminación será que todos tengamos fiesta –y luego se pusieron a bailar la jota y a gritar !Ole,ole !

Claro : les salió el celtíbero vago que todos llevamos dentro. Lo que los aborígenes, con expresión salada « manque » enigmática, llaman « el cerdoperro interior ».

Lo dicho. Ingénuos, pobrecillos.

El Gobierno, consciente de esto, empezó a sentir cierta incomodidad, al imaginarse una cascada de demandas protagonizadas por miembros de las otras confesiones reconocidas en el territorio de EPR de la forma :

-Si estos tienen fiestas, por qué yo no puedo celebrar las mías.

Además, la patronal –gran sostén de este Gobierno, interlocutor social con el que vive una intensa y tórrida historia de amor– empezó también a poner en el cielo el proverbial grito, diciendo que darle feriado a todo quisqui en viernes santo sería tener anualmente un viernes negro como los de gual estrít y que esto costaría empleos, por no hablar de qué sé yo de 600 millones de Euros.

Y el Gobierno, mientras tanto, como Britney Spears en sus mejores tiempos, mordiéndose el labio inferior sin saber qué hacer (jo, tía, qué hago ahora, si le doy fiesta a todos, la patronal se me echa encima y si no, pierdo votos).

Como era previsible, y más en un país como este, en donde parece que somos especialistas en no tener contento a nadie, el Gobierno ha conseguido la cuadratura del círculo : o sea, darle fiesta a todos, sin dársela a nadie. A partir del aöo que viene, el viernes santo será fiesta pero…Solamente medio día.

Los evangélicos (alrededor de 300.000 personas en Austria) no pueden decir que se queden sin su fiesta, porque tienen medio día libre para ir a escuchar las sabias palabras del pastor, mientras que el resto hemos ganado el poder irnos como en navidades a casa. El Gobierno ha desincentivado así también que haya otros a quienes les haya entrado la tentación de ir por lana. Y la patronal, por fin, ha sacado del bolsillo del chaleco su reloj de leontina y ha dicho :

-Hale, venga : a producir. Tanto güevo de Pascua y tanto güevo. Quien quiera tener puente, que se lo coja de su bolsillo.


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