Los austriacos y los nombres (nuestros)

Los austriacos y los nombres. Y nuestros nombres. Y todas las explicaciones que tenemos que dar para que la cosa se entienda un poco.

Una de las cosas que más les sorprenden a los austriacos son nuestros nombres. Particularmente si son compuestos.

Eso de que llevemos (algunos) dos nombres (o más) y que, además, les pongamos dos apellidos, da lugar a contínuas conversaciones de esas que permiten romper el hielo.

¿Y entonces, señor, cómo es esto de los apellidos? No les entra en la cabeza que, en una familia de tres miembros, ninguno de los tres se llame igual. No, señora, en España, esto funciona así: el primer apellido es de papá y el segundo de mamá. Pero entonces, ¿El apellido de la mujer se pierde? Y uno explica que antes sí, pero que ahora las leyes permiten elegir el orden. Ah. ¿Y entonces, usted no se llama como su señor padre o su señora madre? Pues no, solo una parte. Ah. Pues qué lío.

En mi caso hay, además, otra. Porque ahora es cuando nos ponemos a hablar del nombre. De mi nombre ¿Y usted, entonces se llama Paco? Pues no, señora, no me llamo Paco. Me llamo Francisco Javier. Ah, cáspita ¿Y por qué le llaman a usted Paco? Pues mire, me llaman Paco porque, para usted, los austriacos, es más fácil de pronunciar que Francisco Javier…Ah, pues tiene usted razon (y entonces lo intentan Fransis…co ha…vi…) Pues sí: mejor Paco (y se echan a reir).

Pero Paco, entonces ¿Es un mote o algo?

No, en España los Franciscos somos Pacos. A mí, por cierto, no me ha llamado nunca nadie Javi, vaya usted a saber por qué, o Francis, o Paco -al principio- pero luego, como se conoce que soy un hombre de carácter benigno, pues me termina todo el mundo llamando Paquito, aunque en mi oficina soy, para cada vez más gente der hombre“ y no es porque vaya yo por ahí como un cantante de rumbas de los setenta, con el pelo del pecho al descubierto y una cadena de oro al cuello de un dedo de gorda con la cabeza del Jesús del Gran Poder, sino porque, todo el rato, vicio que no podré quitarme nunca, no digo más que „hombre esto, hombre lo otro“ y claro, a los aborígenes les hace gracia, y a mí me hace gracia que se la haga. Un consejo a mis lectores que vivan en Austria: cuando puedan, complázcanse en ejercer un poquito de españoles, porque siempre queda simpático.

Entonces Paco, oder? Sí, señor, Paco. En España los franciscos podemos ser Pacos, curros, Kikos…Pero a mí me gusta Paco.

Ah ¿Y de qué viene? Pues mire usted, tiene un origen parecido a los Pepperl de ustedes (diminutivo austriaco para Josef) !Anda, Milch! ¿Y eso? Pues mire usted: antiguamente, a San Francisco de Asís, se le llamaba el Pater Comunerus ¿Entiende usted? Pa. Co. Y de ahí, Paco.

Qué interesante, qué de informaciones inútiles se sabe usted.

Sí, yo soy así. Se me pegan estas cosas. Desde pequeño.

Anda, pues podrá usted ir dentro de poco al Millionen Show -versión austriaca de ¿Quien quiere ser millonario?-.Yo me echo a reir. Pues sí, podría. Y entonces el austriaco se rasca la coronilla ¿Y nuestros Pepperl? Pues mire usted, sus Pepperl vienen de un sitio parecido. Aunque no se lo crea, también del latín.

!No me diga! ¿Que también sabe usted latín? Tanto como saber…Pero antiguamente, los españoles todos estudiábamos latín en el bachillerato. Ahora, como el Gobierno quieren que seamos todos cada vez más tontos, pues no. No hay más latín, parece ser.

Es que es una lengua muerta.

(Y uno, mentalmente, mueve la cabeza a un lado y a otro, como diciendo „qué castigos nos manda el Señor“).

Y bueno ¿Y nuestro Pepperl? Pues Pepperl, como los Pepes españoles vienen de que San José, el hombre con la vida sexual más aburrida de la historia era, en latín, el Pater Putativus Christus ¿Lo entiende usted? Pues eso: PP. Pe. Pe.

Toma ya. Cuánto sabe usted.


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