La hechicera en palacio

En esta ciudad que ha inventado la opereta, se está desarrollando un conflicto sordo que sería muy fácil resolver con música de Lehar.

20 de Marzo.- En estos momentos se desarrolla un conflicto a tres bandas entre el Gobierno de Austria, la Municipalidad –que también es Gobierno- de Viena y la UNESCO, organización de las Naciones Unidas que se ocupa de preservar el patrimonio mundial.

Se trata de una torre que estaba planeada hacer para sustituir a la vetusta del Hotel Intercontinental, que data de los sesenta del siglo pasado. Resulta sin embargo que la torre planeada es más alta que la existente y la UNESCO ha amenazado con quitarle al centro de Viena, esa tacita de plata, el estatus de patrimonio cultural de la Humanité.

Cantantes

El Gobierno de Viena (corticos+deréchers) ha vetado la construcción del proyecto, en parte con razón, pero también en gran parte para fastidiar al Gobierno de Viena (socialistas+verdes). Yo no sé mis lectores, pero en este país, en esta ciudad que, como aquel que dice, ha inventado la opereta, yo veo aquí un argumento para una (o para una revista de Celia Gámez o de Concha Velasco o de Marta Sánchez –Marta : déjate de cantar himnos, estamos deseando que resucites la revista, ese género olvidado).

La cosa sería así : primera escena, el alcalde de una ficticia capital centroeuropea, Taringia, por ejemplo, se mesa los cabellos en su despacho. Hay un enorme conflicto, porque la ONU no le permite construir la torre de marras. Le cuenta sus cuitas a su secretario (un actor del tipo de Toni Leblanc).

La decisión dependería de un severo comisario ONUbense, pongamos que de un alemán (en punto severidad, ya no nos sirven los ingleses, con el sindiós que están montando con el Brexit). El alcalde de Taringia está desesperado, no sabe lo que hacer. Entonces, el secretario tiene una idea luminosa : casualmente, en Taringia se va a celebrar el baile de la Òpera (lo cual nos daría excusa para un tercer acto lleno de glamour y de esplendor) y casualmente, está en Taringia (nuestra Viena de fantasía) una hermosa y seductora mujer, viuda de un conde húngaro multimillonario (imagínese el lector en este papel a Concha Velasco cuando tenía las piernas más hermosas de Celtiberia y era la mujer más arrebatadora del orbe). Seguramente, la condesa viuda, dice el secretario, estaría dispuesta a sacrificarse por Taringia y « convencer» al hueso de que hiciera la vista gorda con respecto a la torre.

La hermosa dama (segundo acto) al principio, se niega ( !Por quién me toman !), pero luego, llevada por su amor a Taringia se sacrifica –se descubre que, aunque húngara por matrimonio, nuestra dama nació en Burgenland…Digooo, en Taringia-. Resulta que « el hueso » es un hombre serio, pero buenmozo y de sienes plateadas, una cosa entre el llorado Paquito Valladares, el hombre que mejor recitaba, con permiso de Nati Mistral, y George Clooney. Un tipo madurito interesante.

Daniel Turcan

El segundo acto se desarrolla en medio de malentendidos que parecen alejar a la condesa húngara del severo funcionario ONUbense. Por supuesto, hay canciones por en medio de la acción. La condesa húngara canta a su tierra –la opereta y la revista son muy nacionalistas- y el funcionario ONUbense se acuerda de las heroicas delanteras de la mujer germana, mediante una romanza en la que se puede hacer alusión también a otros tópicos del mundo teutón (no todo van a ser teutonas), por ejemplo mediante la cerveza y las salchichas (aquí, podríamos hacer un par de chistes para contentar a la comunidad LGTBI, porque nuestra opereta es moderna).

El público se va al intermedio sin saber si la condesa húngara conseguirá que Taringia mantenga su estatus de Patrimonio Cultural de la Humanidad, pero el amor está en el aire y ya se intuye una evolución favorable de los acontecimientos.

El tercer acto, como queda dicho, se desarrolla en la ópera estatal de Taringia. La televisión entrevista al funcionario, que se confiesa enamorado…De las bellezas de la ciudad. Un personaje inspirado en Alfons Haider entrevista también a la condesa húngara, que es todo elegancia y seducción en la mejor tradición vienesa, digo Turingesa. Conchita Wurst (antes de su última transformación) también hace su aparición y se hace un chiste sobre el próximo festival de Eurovisión.

En el último cuarto de hora de la función suena la música. El funcionario ONUbense y la hermosa condesa húngara se declaran su amor verdadero mediante una melodía con bien de sacarina (el azúcar es mala para la salud). El funcionario, llevado por lo que siente, accede a hacer la vista gorda (el amor : gran cómplice de la corrupción, que se lo digan si no a Isabel Pantoja). La torre se edifica. El alcalde de Taringia, llorando de los sus ojos, se abraza a su secretario y, llevado por la euforia, le da un ósculo (risas del público).

Qué pena, que el mundo de verdad no sea como en las operetas.


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Comentarios

Una respuesta a «La hechicera en palacio»

  1. Avatar de Luis
    Luis

    ¡Deseando que se estrene esa opereta! En Sevilla también hubo un pulso igualico con la UNESCO a cuenta de la construcción de un rascacielos, lo que no dio para inspirar una zarzuela, pero sí en cambio una novelita bastante graciosa: “El asesino de la regañá”
    https://www.lectulandia.com/book/el-asesino-de-la-regana/

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