El caso del ladrón de Burgenland

Un austriaco puede estar entre los ladrones más ineptos de la Historia del latrocinio. Para echarnos unas risas, leamos su historia.

30 de Marzo.- En todos los países hay alguna región de la que todo el mundo, por antonomasia, se chotea. En España, los que viven mártires son los habitantes del precioso pueblo de Lepe, a los que se les atribuyen todo tipo de cortedades. En Austria son mis conciudadanos de Burgenland. Personalmente, viviendo parte del tiempo en esta bonita región de Austria, no encuentro que los burgenlandeses sean más inocentes que el resto de los austriacos pero es probable que la fama les venga de que de siempre han sido los más vinculados a la agricultura y menos, por lo tanto, a la sofisticación ciudadana.

Como si quisiera aumentar la fama de sus paisanos de no ser, precisamente, candidatos a recibir el premio Nóbel de física, un ciudadano de Burgenland ha cometido el que puede ser uno de los despistes criminales más tontos de la Historia.

Resulta que este señor, de treinta años, nacido en esta bonita tierra -para que luego digan que los extranjeros somos los que nos dedicamos a trincar de lo ajeno- trabajaba en una obra de Eisenstadt, ciudad en la que está enterrado Josef Haydn y que es la capital de este Bundesland y el sitio en donde los Esterhazy tienen su palacio.

Por lo que parece, la obra debía de ser grande e ir para largo porque la dirección le encargó a este caballero que instalase un servicio de cámaras de vigilancia para evitar tentaciones de mangancia o que, en el caso de que hubiera algún caco que cayera en la tentación, las cámaras lo pillasen con las manos en la masa.

-Ten cuidado -debieron de decirle- de instalar bien el dispositivo. Sobre todo, esconde bien los cables y los controles en un sitio que sólo tú sepas, para que no haya posibilidad de que nadie se salte las cámaras y nos desvalije.

El burguenlandés, se cuadró y, en la mejor tradición de Mortadelo, repuso:

-Jefe, no se preocupe, que como me llamo Hans -nombre supuesto- después de que yo instale las cámaras aquí no se va llevar nadie ni medio clavo.

El jefe se fue a su casa tranquilo -hay jefes que tienen muy poco ojo clínico con sus empleados- y dejó al trabajador trasteando, que si el cable rojo, que si el cable verde, que si me llevo una que más cinco son siete…En fin: esas cosas.

Pasó el tiempo y un día se descubrió que había habido un robo en la obra.

Los amigos de lo ajeno se habían llevado máquinas y diversos instrumenos por un valor que alcanzaba las cinco cifras.

El jefe se mesaba los cabellos y se daba a todos los demonios.

!Sapristi! -decía- !Dios del Sinaí! !Valle del Josafat! -los jefes, en Burgenland, tienen exclamaciones muy raras- ¿Quién me pone la pierna encima?

Llamaron a la policía de Burgenland y los efectivos aparecieron de uniforme -naturalmente- y equipados con sendas lupas muy gordas, con las cuales examinaron todos los recovecos de la obra.

Al final, dieron con las cámaras de seguridad. Pidieron las cintas. El empleado que las había instalado, dijo:

-No han funcionado, porque los ladrones las desactivaron. Qué horror, señor agente, vaya por Dios.

Pero los agentes eran partidarios de esa máxima (Zorreguieta) tan austriaca de que „la confianza está bien, pero el control es mejor“. Descubrieron que las cámaras sí que habían funcionado y que !Tachán! El ladrón era el mismo tipo que las había instalado. Al tipo una color se le iba y la otra se le venía, porque en su despiste había cortado el cable que no era, con lo cual las cámaras le habían pillado con las manos en la masa.

No tuvo más remedio que confesar.

Ahora bien ¿A dónde habían ido los chismes robados?

Pues habían ido a otros dos coleguis del mangante, uno fetén de Austria y uno de donde el postre famoso, o sea de Macedonia. Ambos habían adquirido el material robado para su propia empresa que también se dedicaba a la construcción. Y es que el buitre que no corre, ya se sabe.

La segunda parte de la serie ya está preparada !No te la pierdas mañana! 🙂 Los domingos son, en Viena Directo, el día del amor


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