Grupo escultórico de Sans Souci en Potsdam, Berlin

El amor en domingo: la curiosidad

Grupo escultórico de Sans Souci en Potsdam, BerlinEn Viena Directo, los domingos son el día del amor. Segundo capítulo de la serie de la que ya habla toda Viena.

El primer capítulo, aquí.

31 de Marzo.- Si tengo que retroceder a la raiz más profunda de mis impresiones amorosas, a ese tiempo, el de mi infancia, en el que la vida era un mar tibio y primordial, probablemente encuentre la chispa feliz de la sorpresa.

En ese sentido, en relación al amor, quizá la palabra alemana que significa admirar (o, estirando un poco, quedarse admirado) es mucho más descriptiva de la sensación que la nuestra, nieta de la misma palabra latina.

En bewundern está la maravilla, Wunder, pero también el milagro. En alemán no hay diferencia entre los dos conceptos.

Cuando Jesucristo multiplicó los panes y los peces, dejó maravillados a quienes presenciaron el milagro, supongo, porque nadie hubiera esperado un giro asi de los acontecimientos

Todos nuestros amores, en origen, brotan de haber encontrado algo con lo que no esperábamos topar o que no podemos explicarnos, exactamente del mismo modo que el niöo va andando por el camino de la vida y, de pronto, se detiene absolutamente paralizado por la sorpresa. El que ama o, mejor dicho, el que va a empezar a amar pero todavía no lo sabe, empieza sorprendiéndose, maravillándose. Y, naturalmente, después de la sorpresa, vienen las ganas de investigar Porque, incluso en estos estadios iniciales, el ser humano piensa que comprendiendo, posee o que, comprendiendo, puede fusionarse con el objeto de su amor.

Probablemente, el lector esté en estos momentos acudiendo a su reserva personal de recuerdos y probablemente también haya retrocedido a su infancia, a ese momento de la vida en el que el amor, el enamoramiento –los niöos se enamoran también y de manera igual de arrasadora más que los adultos- vinieron a visitarle por primera vez.

Quizá recuerde ese cosquilleo, esa primera timidez que a todos nos asalta en algún momento cuando, de pronto, aparece ante nosotros ese milagro que nos muestra un aspecto de la vida que hasta entonces ignorábamos. Puede ser que se acuerde el lector de la risa sin saber por qué, del querer estar a todas horas junto al objeto de su amor o, como en el famoso cuento de Thomas Mann, el dolor e incluso el miedo al imaginar la pérdida súbita e imprevista del objeto amado.

Y, casi simultaneamente, la curiosidad por saberlo todo a propósito de él. Dónde está a todas horas, qué le gusta hacer y, sobre todo, la curiosidad más grande de todas, el cosquilleo mayor : saber si esa persona también comparte nuestro mismo interés y si el vector de ese interés se dirige hacia nosotros.

Sin embargo, esta misma maravillada curiosidad, ese hambre inagotable de explicaciones, también se da en otros territorios amorosos, por ejemplo, cuando uno, como es mi caso, vive enamorado del país en el que vive.

En mi caso, pero sospecho que no solo en el mío, el amor viene inseparablemente de la mano del ansia de conocimiento, de exploración. El amante es, vocacionalmente, un cartógrafo entregado de todos los aspectos de su amor. En ese sentido, puede verse Viena Directo, el blog en el que se publican estas reflexiones, como el vestigio de una incansable actividad amorosa, la manifestación de un vínculo. El que me une entraöablemente al país en el que, desde hace aöos, transcurre mi vida.


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