Tururú

A veces, puedes tener razón pero, a pesar de todo, ir a la cárcel. Es todo una cuestión de estilo, de elegancia, de…De…Bueno: de eso.

5 de Abril.- Recordará el paciente lector que hace dos años estuvimos a un tris de llevarnos un susto (como hubiera dicho Rita Barberá, que en paz descansa, „un sustet“). Aquel verano, después de que el Bundespresi Heinz Fischer agotara sus dos mandatos, Esta Pequeña República buscó un recambio.

La cosa estaba complicada, porque Fischer había dejado muy alto el pabellón. Un tipo salado, telegénico,sensato, un hombre que era eso tan difícil de ser un pedazo de pan como ser humano pero, al mismo tiempo, que nadie le tomase por bobo; un hombre de esos a los que es imposible hacerles una foto sin que ellos se den cuenta -la prueba es que la galería Westlicht, de Viena, esa meca de la fotografía mundial, hizo una exposición con varias decenas de alegrías que Heinz Fischer había dado a los que se dedican al enfoque y el disparo-; un hombre, en fin, que era casi el Bundespresi perfecto. A ver quién era el guapo (o la guapa) que se arriesgaba a presentarse y que luego estuvieran comparándole todo el rato con el que había dejado el cargo, en plan Rebeca de Hitchcock.

Hubo de todas maneras varios candidatos que se sacrificaron y se presentaron a Bundespresi. Pronto estuvo claro que había solo tres que, de verdad, tuvieran posibilidades: Irmgard Griss -esa señora con un alemán almidonado, que daba gusto escuchar-, el que, al final, terminó siendo Bundespresi, o sea el señor VdB y el actual ministro de transportes, el señor que se quedó cojito porque lo sacaron demasiado pronto del bancal (para este chiste, razón: Amanece que no es Poco, del egregio Jose Luis Cuerda; para saber lo que significa „egregio“, el DRAE).

Recordará el lector que en la primera vuelta, quedó eliminada Griss y que tras una campaña electoral en la que hubo más tensión que en una gala de Gran Hermano Dúo, y en la que el lado oscuro de la fuerza no ahorró en marrullerías y feik nius (que si VdB tiene cáncer, que si está con Alzheimer, que si es un bolchevique peligroso) llegamos a un domingo electoral en el que se enfrentaron VdB y el actual Ministro de Transportes. Tensión en los gluteos de todas las personas sensatas de la nación. Mientras se hacían los primeros recuentos corrió incluso el rumor de que el candidato del lado oscuro había ganado. Emotion, intrigue, pain in the belly (o sea: emoción, intriga, dolor de barriga). Con el recuento definitivo llegó la relajación a los esfínteres de la parte sensata de la nación. Por la mínima, pero el candidato presentable había ganado.VdB era el nuevo presidente. Alivio general.

No duró mucho la tranquilidad, empero (siempre he soñado con escribir „empero“ en algún texto).

La parte de la población austriaca que no había apretado los esfínteres de terror (en parte porque le molaba mucho el cojito al que habían sacado demasiado pronto del bancal y en parte porque habían vendido ya la piel del oso) empezó a sembrar en sus redes sociales la sombra de una duda.

Que si „not my president“ que si tal y que si cual. El propio candidato perdedor hizo también algunas declaraciones en las que insinuaba que VdB había ganado usando malas artes.

Al final, la ultraderecha decidió recurrir el resultado. La justicia le dio la razón al comprobar que había habido algunos errores en determinadas circunscripciones y un defecto al parecer bastante generalizado en el pegamento de los sobres de las papeletas.

Y la parte sensata de la ciudadanía, otra vez en un ay: Jesús bendito, otra campaña electoral.

Tras esta campaña electoral que era un poco la Historia Interminable, los austriacos, con un frío pelón, volvieron a votar. La parte sensata de la nación rezó a Nuestra Señora del Abrigo de Pana y Nuestra Señora, como un reloj, no defraudó a sus devotos: hizo el milagro. Esta vez, por una victoria muy clara, VdB ganó y los medios internacionales, convocados en Austria para ser testigos del tercer desastre en poco tiempo (Trump acababa de empezar a decir gilipolleces por Twitter y el Brexit había salido „de que sí“) se marcharon porque Austria tenía, por fin, un presidente. Y el presidente era normal. Soñoliento y eso, pero normal.

Tiempo después, con la ultraderecha ya en el Gobierno, se supo que el FPÖ había demandado a la República Austriaca por los tres millones y medio de Euros que se había tenido que gastar por la repetición de las elecciones.

-Miren ustedes, que estos dineros hubieran estado mucho mejor dedicados a hacer travesuras, a nuestra homofobia, a nuestra xenofobia, a nuestros Burschenschafter…Pues eso, a estas cosas ¿Cómo vamos a pagarnos los vicios?

Al saber de la demanda, la mayoría de la población del país tuvo un momento oyoyoyoy y si hubieran sido españoles, probablemente los austriacos hubieran hablado de „los santos cojones“ (con perdón) del FPÖ -como los que supieron de la noticia eran austriacos utilizaron otros términos parecidos, pero en su lengua vernácula-. Parecía bastante cutre lo de demandar al Estado por una situación que habían creado ellos. Que oyes, que puede que tuvieran razón, porque al fin y al cabo había sido el Estado el responsable de que el pegamento de los sobres de las papeletas fuera de Caramelos Paco, pero que no aquello no tenía ni estilo ni caché, pues también.

Hoy el caso ha quedado visto para sentencia y, al parecer, la jueza que ha entendido de este caso ha dicho que tururú. Y que nanai. Que la ley austriaca protege a los ciudadanos particulares y sus fortunas pero que no es de recibo que los candidatos reclamen dinero por estos conceptos.

El abogado del FPÖ no ha querido admitir que el veredicto sea una derrota y ha dicho que recurrirá (puede hacerlo, ante el Constitucional Austriaco) y después también ha dicho que era el principio de „un largo y exitoso proceso“. Ay, madre. Otra vez.


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