Canossa (1/2)

¿Sabía usted que hasta 1073 los sacerdotes podían casarse y tener hijos ? El Brexit nos sirve de excusa para cotillear un poco sobre esta y otras cuestiones.

11 de Abril.- Probablemente la trabajadora más desgraciadita de la Unión Europea sea, en estos momentos, Theresa May.

La pobre Tere, no solo tiene que aguantar el que le haya tocado bailar con el más feo –aquí, rogamos al príncipe Carlos de Windsor que no se sienta aludido, porque en Inglaterra, como todo el mundo sabe, debido a la deplorable endogamia de las poblaciones insulares no faltan tipos poco agraciados- sino que además le dan a la pobre bofetadas por todas partes. En su país, le dicen que es una inútil que no sabe hacer su trabajo y fuera, cuando tiene que ir a la Unión Europea, le dan collejas (Oh, my god !) porque no es capaz de explicar lo que, a estas alturas, es abslutamente inexplicable (aquí, mis lectores más amantes del lenguaje barroco, tápense los ojos) o sea : qué cojones quieren los ingleses con el puto Brexit de los güevos.

(Ya pueden destaparse los ojos).

El peregrinaje de la pobre Tere, sin padre ni madre ni sindicato que le ladre, por las cancillerías europeas, tragándose trabajosamente con el té (o tía) todos estos improperios, me ha recordado una historieta.

Mis lectores que vivan en este país de habla extraña, quizá habrán oido la expresión « hacer el camino de Canossa » para describir exactamente lo que Mari Tere May lleva haciendo desde que le empezaron a caducar los plazos para darse el guantazo padre. Digooo para el dichoso Brexit. Se dice que alguien hecho el camino de Canossa cuando ha tenido que tragarse el orgullo e ir a hacer una petición muy ingrata a alguien generalmente más poderoso.

Se preguntarán mis lectores de dónde viene la expresión. Pues yo se lo cuento en un periquete.

Resulta que entre 1075 y 1124, los papas y los emperadores del Sacro Imperio Romano estuvieron peleados. La razón, como no podía ser de otra manera estando implicadas las partes que estaban implicadas, era la pasta. En aquel momento, el Papa de Roma era un rey más que aspiraba, obviamente, a ser el rey de todos los reyes y el emperador del Sacro Imperio Romano era otro que también mandaba mucho y queria hacerle la competencia. En fin : un clásico ejemplo de lo que hoy llamaríamos masculinidad tóxica.

La pelea venía por la llamada Querella de las Investiduras.

A ver si lo explico bien : en aquel momento, en el feudalismo, había muchos clérigos que eran vasallos de señores que no pertenecían al clero, como el emperador del Sacro Imperio. Estos clérigos explotaban los feudos que sus señores les daban y, por supuesto, vivían a cuerpo de rey (la expresión « vivir como un cura » debió de generarse en este periodo). Había una serie de feudos, sin embargo, que solo se podían dar a eclesiásticos. El emperador había encontrado, a través de los años, la solución : cuando un feudo eclesiástico se quedaba libre, llamaba a un amigo suyo y le preguntaba :

-¿Quieres un feudo ?

Al amigo se le ponían los ojos con el signo del dólar, como al tío Gilito y contestaba :

-Pos claro, carita de emperador -en este caso, literal.

-Pues hala, te doy este.

-!Pero si es eclesiástico !

-Tonto, no te preocupes.

Y, aprovechándose de su poder, el Emperador le investía, en el mismo acto, del feudo y también le hacía clérigo. Asinita.

Mis lectores dirán :

-Pero, señora, si eso era así y el tipo no estaba soltero ¿Qué pasaba ?

Pues no pasaba nada, porque hasta 1073 los curas se podían casar (¿A que esto no se lo enseñaron en la clase de religión en el colegio ? A usted en la clase de religión le dijeron que todos los apóstoles habían sido solteros y que, por este camino, todos los curas imitándoles, lo fueron también). Nada más lejos. En 1073, el papa Gregorio VII instauró el celibato forzoso de los sacerdotes. Y fue, principalmente, por una cuestión de poder y de dinero. Los sacerdotes célibes no podían tener hijos, lo cual significaba que no podían dejarle a nadie en herencia los feudos cuantiosos de los que disfrutaban. El papa confiaba en hacer menos atractivos los feudos que el emperador repartía a diestro y siniestro y, de rebote, quitarle poder al emperador del Sacro Imperio Romano.


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