El incendio del Hofburg en 1992

En estos momentos, la catedral de París arde como una tea. Las imágenes recuerdan a un incendio también trágico, esta vez en el corazón de Viena.

15 de Abril.- A la hora de empezar a escribir este artículo, la catedral de Notre Dame de París, la joya del gótico, está ardiendo y todavía no se ha apagado Probablemente serán años de restauración y es muy probable que, en el fuego, se hayan producido daños irreparables, que quedarán como una cicatriz en el edificio.

Los primeros indicios apuntan a lo que parece ser un accidente en las obras de mantenimiento del tejado. Una chispa inoportuna, un cortocircuito, una negligencia (o no) ha terminado con lo que los nazis no pudieron destruir. 850 años de historia han sido hoy pasto de las llamas.

Las imágenes recuerdan mucho a las de otro incendio, también terrible, que se produjo en la noche del 26 al 27 de Noviembre de 1992. Esa noche ardió el Hofburg, pero los vieneses demostraron un cariño por su patrimonio que me atrevería a calificar de ejemplar.

La voz de alarma empezó a la una y diez de la madrugada, en una de las cabinas de traducción de la llamada Redoutensaal. Sin embargo, es probable que el fuego empezase mucho antes ( ni el origen exacto ni las causas terminan de estar claros a día de hoy).

Como el incendio tardó mucho en dar la cara, al principio no pareció tan grave como luego lo fue más tarde. Apenas un poco de humo en la zona de los ascensores.

Sin embargo, conforme fue avanzando la noche, las llamas tomaron el Hofburg y la hermosísima sala de la Biblioteca Nacional de Austria.

A las dos y media de la mañana, todo el techo sobre la REdoutensaal se hundió. El Hofburg era ya una gigantesca hoguera que devoraba no solo a los edificios afectados, sino que además empezó a esparcir pavesas que amenazaban con prender en otras partes del distrito uno (hay que tener en cuenta que todo en la almendra central de Viena está tan abigarrado como en el siglo XVIII). A las tres de la mañana, el director de la Escuela de Doma Española decidió que había llegado la hora de evacuar a los Lipizanos, los hermosos caballos que bailan como también lo hacen sus primos de Jerez.

A esas horas ya había cerca de trescientos bomberos de servicio, tratando de controlar el incendio, de salvar la Biblioteca Nacional y las oficinas del Presidente de la República, que están en el mismo edificio.

En esos momentos, el peligro más grande lo corrieron los volúmenes, principalmente del siglo XVII y XVIII, de incalculable valor, que son sin duda uno de los tesoros más preciados del patrimonio austriaco. El núcleo principal de esa colección, por cierto, fue la biblioteca del Príncipe Eugenio de Saboya, que su sobrina y heredera universal vendió a los emperadores austriacos casi al peso (no se sabe si porque a ella le interesaban los libros lo mismo que a un tronista de Mujeres, Hombres y Viceversa o porque andaba corta de dinero). Doscientos cuarenta policías y muchos voluntarios vieneses que se unieron espontáneamente a la acción, y pusieron los libros a salvo.

Hacia las seis de la mañana, los bomberos declararon que el fuego estaba bajo control y se dio por extinguido totalmente a las ocho y cuarto.

El amanecer trajo la enorme magnitud de la tragedia pero no aportó demasiada luz a propósito de sus causas, que nunca se aclararon por completo.

Se dijo que había sido un fallo eléctrico, se dijo que alguien se había dejado una colilla encendida, el caso es que pronto se iniciaron las labores de restauración.

Las fachadas no se vieron afectadas por el fuego, pero los interiores quedaron destruidos y reconstruirlos costó al cambio de hoy sesenta y un millones de Euros.

La kleine Redoutensaal se reconstruyó fielmente y actualmente conserva el aspecto que tenía cuando se inauguró el edificio. La grosse Redoutensaal no pudo ser reconstruida -por cierto, en ella se reúne actualmente el Parlamento austriaco, mientras se restaura el edificio de la Ringstrasse-.

Como no se pudieron reponer las pinturas originales se encargó al pintor Josef Mikl que ejecutara un enorme fresco para el techo, de 400 metros cuadrados, así como 22 pinturas murales. El tejado del Hofburg se reconstruyó también con mayores medidas de seguridad y se creó una sala de conferencias con capacidad para mil escuchantes.

La tragedia tuvo, sin embargo, una cosa buena. A partir de entonces se unificaron las políticas de defensa contra el fuego de los edificios históricos.

No hay mal que por bien no venga.


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