La gestión de la ira

La manera de hacer buena a la gente es hacerla feliz. Puede ser que aún no hayamos aprendido a verlo, y puede ser que nos vaya la vida en ello.

16 de Mayo.- Una de las estrategias que la psique humana utiliza para defenderse es la racionalización. Comprender un problema, estudiarlo exhaustivamente, conocer sus causas, tratar de predecir sus consecuencias, actúa como una especie de anestésico porque nos da una ilusión de control. Lamentablemente, solo es eso, una ilusión.

De cara a estas elecciones, los europeos vamos a enfrentarnos a un dilema que probablemente vaya a decidir el futuro del continente, y es el de qué vamos a hacer con todos aquellos conciudadanos nuestros a los que el progreso tecnológico y los cambios en las costumbres han dejado fuera (se me queda corto lo del cambio en las costumbres, pero es que no sé bien cómo llamar al profundo cambio acaecido en el último quinquenio).

O lo que es lo mismo : cómo vamos a gestionar su enfado por sentir que la historia les ha puesto en un tiempo demasiado complejo que ni consiguen comprender ni van nunca a tener fuerzas para aprender a usar (¿El cambio climático ? !Pos no ice que la tierra se está calentando ! !Con el frío que ha hecho este invienno ! y Trump-eso).

Ese cabreo, ya se ha demostrado, tiene un enorme potencial como arma de destrucción masiva. De nosotros, de los no airados, depende que esa potencia se convierta en acto o no.

Naturalmente, como sucedió por ejemplo, cuando los fascismos empezaron a aparecer sobre el continente, las fuerzas más o menos progresistas han emprendido un (medroso) proceso de racionalización (y con fuerzas no me refiero a partidos políticos institucionalizados, sino también a gente aficionada a pensar, como el que esto escribe).

O por lo menos están intentando comprender, en la medida de sus fuerzas, qué sucede más allá de la perplejidad que les ha invadido, al darse cuenta de que, de una manera misteriosa, los alumnos menos dotados de la clase, aquellos a los que los más inteligentes miraban por encima del hombro, no se resignan a ocupar el papel secundario que el sistema tenía previsto para ellos, han decidido pasar a la acción e, ignorando todas las reglas (en parte porque no las conocen, y en parte porque las desprecian) se han puesto a sabotear las delicadas estructuras que los alumnos aplicados construyeron con esfuerzo.

Esos alumnos aplicados, poco acostumbrados a ciertas rudezas, no saben cómo afrontar la nueva situación y, humanamente, se han detenido en explicaciones simplistas, bajo las que subyace muy claramente un prurito clasista.

Lo vimos con suma evidencia cuando los británicos, contra todo pronóstico, votaron mayoritariamente a favor del Brexit.

La gente con dos dedos de frente, al principio, se quedó a cuadros y acto seguido empezó a cargar contra los críos más brutos del recreo.

El Brexit lo han votado los incultos. El Brexit lo han votado los viejos. El Brexit, en suma, lo han votado los pobres. Como si ser pobre fuera culpa del pobre, que es una lógica, por cierto, muy neoliberal. Y sí, es probable que fuera verdad que el Brexit lo votaran los parias de la tierra. Lo mismo que todos sabemos que, en Austria, los que votan a la ultraderecha solo leen periódicos con muchos dibujos y poco texto (lo mismo, me temo, sirve para Celtiberia y para Hungría y para Francia y para Finalndia). Vale : ya tenemos un diagnóstico del problema. Y ahora, después de llamar paletos y bestias a los que, probablemente, lo sean de todas formas, qué hacemos para conseguir que aprendan a tocar el violín en vez de querer romperlo a golpes.

La cosa no es nueva. Cuando otro paleto, esta vez de Linz se convirtió en la estrella ascendente de la política alemana, al principio tuvo cerradas todas las puertas de los salones (en un mundo, el de entonces, en el que las clases sociales estaban separadas por un abismo aún mayor si cabe que el de hoy).

-Señá Marquesa, que hay aquí un hombre que dice que se llama Hitler y que quiere vel-la.

-Bautista, no le deje pasar, que se le ven las canillas porque le están cortos los calcetines y dice « cocreta ».

Luego, la cosa cambió, claro. Al principio, las marquesas creyeron que podían contener al paleto de Linz haciéndole ver que ellas sí que sabían utilizar la pala de pescado. Como si eso valiese para algo. Se equivocaban, claro. Pero para cuando se dieron cuenta, ya era tarde. Muy tarde.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

3 respuestas a «La gestión de la ira»

  1. Avatar de Juan Ignacio Gil
    Juan Ignacio Gil

    Es cierto, hasta cierto punto (yo reconozco que soy culpable de eso, y tu artículo me dado que pensar), pero demasiada gente se pasa de frenada, y yo estoy harto de leer artículos autoflagelantes sobre los “left behind” y ese “en (inserte país) no hay n millones de fascistas, tenemos la culpa, hemos dejado entrar demasiados inmigrantes, etc”.

  2. Avatar de Anselmo
    Anselmo

    Yo le encuentro otra explicacion al aumento de las fuerzas nacionalistas y es precisamente el agotamiento del globalismo, que supone el sacrificio de la economia real de los paises desarrollados en aras del crecimiento de la economia financiera.

    Me parece muy logico que los proletarios estadounidenses apoyen a quien promete reindustrializar su pais (cosa que Trump esta consiguiendo).

    Estamos asistiendo al desmantelamiento de la globalizacion, iniciado por aquellas elites europeas que se opusieron al TTIP y seguido por fenomenos como la presidencia de Trump, el Brexit y el auge de los partidos de extrema derecha europeos.

    El comparar este proceso con el auge del nazismo,es pasar por alto que dicho movimiento fue acunado por los ingleses para ocasionar la destruccion de la URSS. Ignorando estos que los estadounidenses estaban industrializando a toda velocidad a la URSS ,para conseguir qué esta se armase hasta los dientes y consiguiese ser capaz de destruir el Imperio Britanico.

  3. Avatar de Juan Ignacio Gil
    Juan Ignacio Gil

    Los proletarios estadounidenses votaron en su mayoría a Clinton. Trump consiguió más votos en la clase media y media alta blanca. Lo de que el voto a Trump es obrero es una de esas fábulas que se repiten, pero que los datos no avalan.

    https://ropercenter.cornell.edu/how-groups-voted-2016

Responder a Juan Ignacio Gil Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.