Las tres niñas y el lobo feroz

Los austriacos dan por supuesto lo bien que se vive aquí, y muchas veces se quejan de cosas que, francamente, son chuminadas.

27 de Junio.- Ayer estuve grabando mi participación en Latino TV (cuando salga al aire ya la pondré) y al terminar, charlábamos el director del programa y yo a propósito de lo bien que se vive en Viena y de cómo esta ciudad es una isla en el mundo por su placidez y, por lo mismo, uno de los sitios de este planeta aperreado en los que todavía merece la pena vivir.

Los austriacos, acostumbrados a esta comodidad, la dan por supuesta (es humano que sea así, porque tendemos a no apreciar lo que nos parece cosa de todos los días) y se quejan muchas veces de cosas que, hablando francamente, son chuminadas. Una de las cosas de las que más se quejan es de la televisión, de la pública en particular, la cual sin ser modélica está a eones luz de cualquier cosa que, en estos momentos, se vea, por ejemplo, en España.

Cuado el pobre celtíbero (este celtíbero) malacostumbrado como está a una televisión que viene a ser, en lo audiovisual, como los transportes públicos vieneses en lo semoviente, se ve expuesto otra vez a la que se hace en España, con sus gritos, su mala educación, sus presentadores mastuerzos y sus interminables debates circulares, no puede dejar de dar gracias a la vida, que le ha dado tanto y le ha dado la ORF en todo su ancho.

Meditaba yo sobre esto mientras veía en Netflix el documental que esa empresa ha producido a propósito de un caso que conmocionó a España hace tres décadas, el llamado crimen de las niñas de Alcásser (lo escribo así porque he notado una cierta vacilación al escribir el nombre de este pueblo valenciano, lo he visto como Alcácer, Alcaser, Alcasser, en fin). Para toda la sociedad española de su época fue un punto de inflexión que trascendió la mera crónica de sucesos y que transformó los valores de una sociedad.

Para aquellos de mis lectores que no sean españoles, en el verano de 1992, tres niñas (Miriam, Toñi y Desirée) residentes en la localidad española de Alcásser, fueron secuestradas por un desalmado (hoy prófugo) Antonio Anglés, violadas, asesinadas y luego enterradas en un paraje cerca de la presa de Tous. A los tres meses, se encontraron sus cadáveres.

La cobertura mediática del caso Alcásser culminó con el nacimiento (doloroso) de una forma de hacer televisión que es norma común en España pero que, por fortuna, sería todavía imposible en Austria. Se la vino a denominar telebasura.

Lo interesante del documental es que está hecho sin obviar lo que fue el tabú más grande de aquel momento y el cimiento de la hipocresía con la que, aún hoy, se observa el fenómeno de la telebasura : la relativa responsabilidad –disculpable, pero evidente- que los damnificados del caso Alcásser tuvieron en el nacimiento de ese monstruo que erosionó salvajemente la humanidad de un país entero.

Hay un momento, en el que se describe la preparación del famoso especial de De Tú a Tú de Nieves Herrero (famoso programa de la época), emitido en directo desde el mismo Alcasser, en donde se describe la avidez de la familia de las tres muertas por aparecer en la televisión, junto a la presentadora, la cual, incapaz de contener el linchamiento en el que se estaba convirtiendo aquello, asistió impotente a un fenómeno por el cual luego fue vilipendiada, como si ella hubiera sido la máxima responsable.

Fue una manifestación palmaria de ese efecto distorsionante que tiene la televisión y que hace que alguna gente pierda totalmente la razón o el pudor que no perdería en otras circunstancias, quizá porque tenemos la sensación de que lo que ocurre en un plató no es del todo verdad.

De mi trabajo en la televisión, si aprendí algo, es que en presencia de alguien famoso hay mucha gente que baja la guardia y se olvida de la prudencia o del sentido común. Lo que sucedió en Alcásser, con los primos de las víctimas pegándose casi por subir al estrado desde el que se emitía el programa, es también rastreable en otros momentos y en otras situaciones. Fue la misma avidez que sintieron los padres de los chiquillos a los que permitieron dormir con Michael Jackson, ese gusto de rozarse con alguien a quien los medios ha convertido en alguien mitológico y no del todo real.

El crimen de Alcasser, antes y después de la aparición de los cadáveres,sirvió también (y mucho) como cuento de terror para reforzar el machismo de la sociedad. Una suerte de parábola macabra, lección impartida a todas las mujeres de España. Cuando Nieves Herrero interrogaba a una de las amigas de las muertas (la muchacha se salvó de milagro, porque tuvo fiebre ese día y no fue con ellas) era la voz del patriarcado que martilleaba poniendo el dedo de la sospecha sobre las víctimas. Quizá se habían marchado para disfrutar de una libertad inmerecida.

Hoy, las imágenes de aquello, las palabras, hacen que te sigas removiendo de incomodidad en el sofá del salón.


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Comentarios

Una respuesta a «Las tres niñas y el lobo feroz»

  1. Avatar de Anselmo
    Anselmo

    Qué lejos quedan nuestras cadenas de TV de la función de informar s sesgadamente y adoctrinar a las masas. Diríase que en estas últimas décadas se han lanzado a una carrera frenética para el lavado de cerebro y el embrutecimiento de los televidentes. Prueba de ello es la diferenciacia favorable que se aprecia con la programación de Netflix.

    Ahora bien, esta programación, no me parece libre de pecado ya que observo en ella cierta tendencia a recrearse en temáticas que atentan contra convicciones morales que son básicas para la arquitectura de nuestra cultura,entre las que cito el regodeo en las relaciones homosexuales (London Spy, etc ), el blanqueamiento del canibalismo (Santa Clara Diet).

    Con respecto al “Caso Alcasser”, al centrarse el foco sobre el circo mediático que se originó, presentándolo exclusivamente como inducido por la codiciosa búsqueda de audiencia de determinada cadena de TV, oscurece otras incognitas planteadas por el caso, y menoscaba la figura del padre de Miriam, persona que ha quedado obligada al pago de elevadas indemnizaciones por torpezas cometidas en su descarriado empeño por impulsar una nueva investigación.

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