Ponerle precio a algo que siempre se ha conseguido gratis puede salvar la fábrica o arruinar a los consumidores.
31 de Julio.- En los últimos tiempos, dos de los periódicos austriacos que leo con más frecuencia han iniciado una transición hacia un modelo mixto de noticias de pago y noticias gratis. Parece ser que alguien ha comprendido ( !Por fin !) que no se puede ofrecer previo pago la misma calidad y los mismos contenidos que antes el lector recibía gratis. O sea, alguien (los periodistas son de letras y no tienen mucho talento para esto) se ha enterado de lo que significa la expresión « crear valor ».
Naturalmente, para que cualquiera de nosotros quiera pagar por un bien o servicio, tiene que percibir que ese bien o servicio vale lo que cuesta. O sea, que también, por parte del periódico, hace falta inversión en crear un material de calidad, atractivo. Naturalmente esta apuesta por ofrecer un producto de calidad tiene sus ventajas y tiene sus inconvenientes. Las ventajas son que se conserva el periodismo el cual, innegablemente, es un bien para la sociedad en su conjunto. Sin embargo también corramos el riesgo de que, en un mundo como este en el que vivimos, haya grandes masas de la población que no puedan ejercer a una información de calidad que les ayude a tomar sus decisiones de forma (ejem) razonada. O sea, es posible que haya personas que vivan, por razones económicas, en la inopia de lo que pasa en el mundo y que voten (otra vez) un Brexit duro por ejemplo, o a Trump (o a cualquier analfabeto semejante). O sea, gente que van a vivir abrevando titulares del tipo « dejé de comer azúcar cuarenta días y esto es lo que le pasó a mi cuerpo ».
Por otra parte, si los medios renuncian paulatinamente al click y a la publicidad como medio de financiación y se apoyan en los fondos que les proporcionan los lectores, es indudable que se volverán más independientes y que, si quieren llegar a una audiencia que esté poco interesada por el ruido y más en entender la realidad, tendrán que tener cuidado en ofrecer noticias no solo interesantes sino sólidamente construidas.
Independencia y medios son dos conceptos que están siempre tirantes. Por ejemplo, en el famoso vídeo del Ibizagate, una de las piedras de toque de Strache era tomar el control del Kronen Zeitung (sin duda el peor periódico que se publica en Austria, pero sin duda el de más circulación). También se puede usar el dinero público para pagar favores, o para incentivar la concesión de favores futuros.
Esto parece ser que es lo que sucedió durante la etapa anterior del Gobierno. Los ministros ultraderechistas fueron especialmente generosos con dos publicaciones afines (e infectas, por lo menos una) que ni por difusión ni por importancia ni por calidad justifican estas atenciones (y por contenido, notoriamente xenófobo y antisemita, las desaconsejarían). Las publicaciones recibieron alrededor de 200.000 Eurazos de dinero público en forma de anuncios (o sea, subvenciones encubiertas). El Ministro más generoso fue el de Infraestructuras y actual cabeza del FPÖ, Norbert Hofer, ese hombre que te sonríe dulcemente mientras acaricia su Rottweiler.
También Strache repartió regalos más modestos en forma de anuncios a publicaciones afines, porque ya se sabe que los xenófobos y los racistas también tienen criaturas que les piden pan.
Quien piense sin embargo que Strache y Hofer han inventado algo fruto de su especial inteligencia o de su especial perversidad, está equivocado totalmente. Si retrocedemos tres cancilleres, al incoloro Fahnemann, encontraremos un jaleíllo similar.
De cualquier manera, estos escándalos, al considerarse los medios de comunicación un asunto menor, pasados tres días suelen quedarse en nada.
Siempre se quedan en nada. Y es triste.
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