El vuelo del Cadaqués

Entre Madrid y Viena hay que dejar un día libre antes de empezar a trabajar, por aquello de la descompresión.

26 de Agosto.- Después de diez días en España, es sabio dejar un día libre antes de empezar a trabajar, por aquello de la descompresión.

Uno tiene que volver a coger el ritmillo, la temperatura, acostumbrarse a que la gente hable en un tono de voz más apagado o al cambio de hora (o sea, cuando en Austria son las once de la noche en España son las cuatro de la madrugada). Tiene que acostumbrarse otra vez a que España sea el país de Oz y Austria la vida real. Dos mundos, vamos.

Ayer, un avión de Iberia (concretamente el „Cadaqués“, lo cual me pareció un buen augurio) me trajo desde Madrid hasta Viena.

En el vuelo había muchos españoles, pero por lo que fuera (quizá porque el billete de Iberia es un poquito más caro y este precio hace de filtro) la verdad es que me parecieron más pacíficos que los del vuelo Viena-Madrid, los cuales en su mayoría eran gente que habían dejado atrás las vacaciones y, por lo tanto, según las estadísticas, se estaban encaminando a un divorcio más o menos agrio (todavía recuerdo a una muchacha joven que le decía a su novio algo como „Carlos José, a mí no me vuelves a hablar así“).

Ayer, en cambio, mientras esperaba al embarque, me senté entre un hombre algo más joven que yo que estaba leyendo (!) un libro (!) de Jorge Amado (!) y una señora que rondaba los sesenta y que había decidido probar las virtudes del asistente de Google en un sitio tan privado como un aeropuerto. Como si fuera una agente secreta de la TIA, le susurraba a Google (palabra):

-Cuántas son las estaciones del viacrucis de Jesucristo.

Y luego miraba la pantalla del telefonino. Y a los dos minutos:

-En qué mes se celebra la festividad de San José.

Daban ganas de decirle que, como todo el mundo que ha tenido padre sabe, se celebra el 19 de Marzo, pero bueno.

Uno supone que para las dos preguntas la señora tenía respuesta y quería saber cómo de atinada andaba una máquina presumiblemente programada por protestantes, lo cual, para una creyente de sólida fe como parecía ser la señora, debía de equivaler a herejes. Las preguntas de la señora resultaban muchísimo menos inquietantes que el test de explosivos que me acababan de hacer en el control de seguridad, para cuya realización me pasaron una tira de papel (impregnado, se supone, de reactivos) por las manos y la tripa. Fue necesario que me levantase la camiseta, operación que uno no debería ser obligado a hacer en público a partir de una cierta edad (o sí, qué caray, que ya está bien que a uno le castiguen con las mandangas estas de la publicidad y las tabletas de chocolate abdominales).

Cuando subimos al Cadaqués a mí me tocó pasillo (fila 28, asiento D) y yo lo valoré muy positivamente, que hubiera dicho Belén Esteban. Porque a mí me gusta poder levantarme sin molestar y, personalmente, lo de ver cómo el avión se eleva entre las nubes para lo único que me sirve es para imaginarme lo que debe de doler caer desde tan alto (además, llevaba diez días viendo las noticias de Antena 3, cosa que me había servido para darme cuenta de lo peligroso que es el mundo) . A mi lado se sentó un caballero árabe que no hacía más que poner guasaps que uno no podía leer (lo intenté). Si lo de la señora opusina no me dio aprensión, lo del caballero mandando guasaps en escritura arábiga, no puedo negar que me puso un poquito la materia testicular de corbata. No por nada, sino porque en Antena 3 me han enseñado a desconfiar de los desconocidos, a los que yo antes tenía por una gente maja, en cualquier caso.

Me tranquilicé más porque el caballero iba acompañado de dos niñas. Una mocita que le pedía todo el rato el móvil para ver Amazon Prime y otra más chiquitilla, que lo más que me pidió fue la botella vacía de agua de Solán de Cabras (y yo le alabé el gusto, porque el color azul ultramar de dicha botella era muy bonito). Aunque esté mal decirlo y el caballero resultara ser, como es natural, absolutamente inofensivo, yo pensé que nadie trata de secuestrar un vuelo Madrid-Viena en el que van sus hijas viendo películas (o flines) de Amazon Prime.

Para llevar con más paciencia el tema del vuelo, me puse a (re)leer un libro muy indicado para estos casos, Kafka en la Orilla, de Murakami. El escritor japonoide es un autor que levanta pasiones (para bien y para mal). A mí, me gusta, por cierto. Hacía un par de años que no (re)leía Kafka etcétera y me gustó mucho darme cuenta de que mi memoria ha empeorado lo suficiente para que no consiguiera acordarme con exactitud de los detalles de la trama (cosa que, con veinte años, no me sucedía y hacía que comprar libros me saliera mucho más caro que ahora).

También reparé en que en la prosa de Murakami había una ligera reminiscencia de mi amigo Dani. Ambos, mi amigo y la prosa de Murakami, son eficaces, inteligentes, risueños y nobles, cosas que resultan muy convenientes. En los amigos y en las prosas.


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Comentarios

Una respuesta a «El vuelo del Cadaqués»

  1. Avatar de Bad Vöslauer
    Bad Vöslauer

    Depende del S. José puede que sea el 1 de Mayo (obrero) o el 19 de Marzo, además investigaciones internacionales me han descubierto todo un mundo nuevo y es que la virgen de Guadalupe toda vida había sido el 8 de Septiembre y resulta que los guadalupanos del otro lado del charco y el río Grande la celebran el 12 de Diciembre, los descendientes de Felipe II el 24 de Mayo . Ya se sabe que los caminos del Señor son inescrutables, más sus fiestas y con la Iglesia hemos topado.

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