Salutación del optimista

La gente es malpensada y se empeña en sacar conclusiones de donde no debería. Hay que ser optimista, hombre. En cada crisis hay una oportunidad.

3 de Septiembre.- Érase una vez una ancianita austriaca de aspecto adorable que, casualmente, tenía una cuenta bancaria repleta de billetes de quinientos.

La ancianita se aburría en su mansión. Mucho. Estaba hasta el gorro de escuchar los gorjeos de su viejo canario y de escandalizarse despues de leer el Kronen Zeitung, que su mayordomo le traía, recién planchado, todos los días después de misa.

A pesar de tenerlo todo, ella sentía que podía hacer más cosas por su país (y, a lo mejor, que el país hiciera también algo más por ella). Así pues, un día, mientras hacía « petipuá », suspendió la aguja en el aire, dio un gritito que interrumpió el letargo de su viejo canario y decidió que donaría parte de su dinero a un partido que reflejase sus ideas políticas. No tuvo que pensar mucho. Naturalmente, el partido que mejor defiende los intereses de las personas que tienen muchos billetes en el banco es el Partido Popular. Además, pensó la dama, al frente del partido está ahora este muchacho tan guapo, tan joven, tan buenmozo…Los ojillos se le empañaron, soñadores. La dama cogió de la mesita el teléfono con las teclas extragrandes, se calzó las gafas de cerca y llamó a uno de sus asesores :

Buenos días, Sbirren. Quiero donar al ÖVP muchos cientos de miles de euros. Y quiero que sea « ipsofactamente ».

Al otro lado del teléfono, Sbirren carraspeó :

-No puede ser…Señora. En Austria hay leyes.

-Leyes ?! Serán leyes para piojosos, para pobres, para mugrosos. A ver, Sbirren, dígame, por qué una mujer que se aburre en su casa, que tiene un canario que se le está muriendo de viejo y que quiere donar muchos cientos de miles de Euros al Partido que más le gusta no puede hacerlo si le sale del co… ?

– !Señora !

Del columbario, quería decir, Sbirren, tranquilícese.

Sbirren reflexionó al otro lado de la línea.

-Bueno, habría un método. La ley dice que los donativos a partidos que pasen de los cincuentamil euros hay que declararlos al tribunal de cuentas, pero…

-Done cuarenta y nuevemil muchas veces y asunto arreglado –la señora suspiró, con un rastro de coquetería- esto será un secreto entre Sebastian y yo. Le invitaré a tomar el té. Cree que vendrá, Sbirren ?

Sbirren pensó que él, por cuarenta y nuevemil euros, se tomaría incluso una taza de friegaplatos pero, naturalmente, no dijo nada.

La casualidad quiso que, según parece, una pariente de la señora en cuestión fuese colocada poco más tarde en un puesto de esos que en España se llaman « mamandurrias » (creo que para mis lectores latinoamericanos no hará falta traducción). Según dijo ayer Sebastian Kurz en la televisión pública, los donativos y las mamandurrias son dos hechos sin relación ninguna. De hecho su argumento fue que hay muchas personas que han alcanzado mamandurrias y que no han donado ni un euro al partido que se las ha dado (ni ellos, ni sus familias). O sea, que han alcanzado sus mamandurrias por su propio esfuerzo. Que lo contrario, o sea, que tu abuela pague porque a ti te den una mamandurria es corrupción y que a él no se le puede acusar de eso (como argumento defensivo, reconocerá el lector que es tan inaudito como extraño).

Fue, en general, una de las pocas dificultades por las que pasó Sebastian Kurz ayer en la ORF. Otra fue la de no enrojecer hasta las orejas (no hacer chistes) cuando, en el vídeo previo a la entrevista, los amables chicos de la ORF dijeron que era « estudiante de derecho ». Si consideramos que se inscribió en la universidad y que a los dos meses le nombraron Secretario de Estado, Sebastian Kurz ha estudiado tanto derecho como yo teórico del carnet de conducir . Yo voy en bici a trabajar, así que, saque el lector las conclusiones que quiera.

Entrañable fue también su intento de explicar su peculiar opinión de que el cambio climático no es una tragedia, que él es optimista y que piensa que incluso, para Austria, puede ser una cosa chulísima ( !!!!!) porque ayudará a que Austria venda tecnología superguay ( !!!!!!). No se preocupe el lector. Aunque Kurz no lo sabe, es un resto de ese optimismo neurótico que tanto bien le ha hecho al capitalismo en los últimos quinientos años. Algo se le debió de pegar en guasintón cuando fue a ver a Viejoloco de la Casablanca.

Por lo demás, se le vio suelto (la soltura y la relajación de quien sabe que, haga lo que haga, tiene segura la victoria) y hay que reconocer que ha mejorado mucho desde los tiempos en los que se notaba qué partes eran de su cosecha (un diez por ciento y qué partes le escribían, el noventa restante). Se está acercando cada vez más el momento, que llegará, en el que Sebastian Kurz empiece a creerse que es ese personaje que otros han inventado para él. Y será divertido ver qué pasa entonces.

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