Un sandwich a medio morder

Los que se divorcian discuten por la hipoteca pero se matan por un sandwich a medio morder. Valiosa lección de la vida que vale para otros ámbitos.

La primera parte aquí

La segunda parte aquí

para L.T. bienhumorado seguidor de la actualidad austriaca

10 de Octubre.- La noche electoral fue desarrollándose y se confirmaron los peores temores de la ultraderecha. En el cuartel general del FPÖ el ambiente no era de fiesta, precisamente. Como era previsible, dos procesos empezaron a suceder en paralelo, y los dos confluyeron en la misma persona : Heinz Christian Strache.

Por un lado, estaba la búsqueda de un culpable del descalabro electoral. Fue este un proceso relativamente breve, porque había muy pocos candidatos : como la cultura de la ultraderecha es ferozmente masculina, el único candidato posible a pagar los platos rotos era Heinz Christian Strache. Y, naturalmente, su mujer.

Rotas las formas, se hizo saber a Heinz Christian Strache que su conducta (la cual, estoy convencido, era conocida de todos) le condenaba de manera inmediata a las tinieblas exteriores. Que no había posibilidad de vuelta atrás y que su carrera política en el FPÖ se había terminado. Para siempre.

Quizá porque intentaba conservar un último vestigio de que volver era posible, quizá por la vanidad de quien se niega a creer lo que está oyendo, Strache se hizo un harakiri público en un tono mucho más suave del que hubiera podido esperarse dado lo agrio, lo rudo y lo cruel que había sido el divorcio. En nombre de algo que para Strache, afectivamente, aún representaba muchísimo, el político había pasado por la humillación de ver cómo había sido rebajado de administrador a simple colaborador de la página de Facebook que lleva su nombre. Una página de Facebook que, aún hoy, sigue teniendo muchísimo tirón. Como muchísimo tirón (un 16% de los votantes) sigue teniendo la marca Heinz Christian Strache. Es este un dato a tener en cuenta para el futuro.

Con su conducta, Strache pretendía probablemente dos cosas : en primer lugar, conservar el apoyo del núcleo duro del partido en la muy cara y muy larga batalla judicial que se avecina. Tiene dos frentes abiertos : por un lado, las consecuencias legales que, eventualmente, puedan derivarse del caso de Ibiza y, por otro, las no menos serias que pudieran derivarse del uso que durante década y media ha hecho de los fondos del Partido que dirigía. Y en estas dos batallas, él lo sabe, le va su supervivencia.

Por otro lado, probablemente Strache quería salvar a su mujer. No ya tanto porque le garantizase una fuente de ingresos (la gente como Strache siempre encuentra clavos ardiendo a los que agarrarse, y probablemente, él esté convencido de que siempre habrá fans dispuestos a ofrecerle una oficina y un cometido no demasiado exigente). Pero Philippa Strache es, a estas alturas, una fuente de prestigio, de estatus.

Pronto, la dirección del FPÖ, utilizando los medios de comunicación afectos (y probablemente a personas interpuestas) hizo saber al matrimonio Strache que no quería nada que ver con ellos. Suele suceder en los divorcios. Cuando suena la fatídica frase, o sea « que te aguante tu madre »las partes se entregan a un frenesí destructor de lo que un día les unió. Muchas veces sin darse cuenta de que, a veces, llevarse por delante ciertas cosas es más difícil de lo que uno piensa porque hay instancias superiores a los deseos de un matrimonio en medio de un calentón.

El hecho es que Philippa Strache había conseguido su escaño de una manera perfectamente legal y con él, aunque le pesase al FPÖ, había recibido también unos derechos. Sin embargo, como suele suceder en los divorcios, el FPÖ había pasado por alto este pequeño detalle. Un error de lo más inconveniente.

Reunida la comisión ejecutiva del FPÖ, reunión que levantó la expectación esperable, se decidió que Philippa Strache no tendría su escaño y que pasaría al siguiente en la lista del FPÖ. Era una manera de escenificar el final abrupto, sucio y feo, pero el final, de una etapa.

Naturalmente, muchos (incluyendo al propio Strache) habían creido que el comité ejecutivo del FPÖ nunca se atrevería a infligirle al matrimonio Strache una afrenta así de pública (quizá no tenían otra opción, bien mirado). Seguramente pensaban que Strache tenía en la manga, además del as de su indudable tirón, un baul lleno de secretos de los que poder tirar si la cosa se ponía fea.

Sin embargo, estaba visto que para la comisión ejecutiva del FPÖ esto no tenía ni la más mínima importancia. O, si la tenía, no tenían más opción, como queda dicho, que este órdago.

Strache, Heinz Christian, se tomó la decisión como lo que era pero que él llevaba meses sin querer ver. Una despedida. Un hasta nunca. Un contigo no, bicho. Y dolido en lo más profundo, publicó en su cuenta de Facebook un enlace a un oscuro periódico digital estadounidense con un expresivo titular « Los declarados muertos viven más tiempo », asimismo se mostró dispuesto a pelear judicialmente por el control de su página de Facebook (al fin y al cabo lleva su nombre) y, por supuesto, no tardó e amenazar con presentarse a las próximas elecciones en Viena con su propio partido.

Al poco tiempo de hacerse pública la decisión del FPÖ, los Strache obtuvieron una ayuda totalmente inesperada. La junta electoral austriaca dijo que el FPÖ no podía despojar a Philippa Strache de su escaño así como así. Que sin duda se trataba de una situación con muy pocos precedentes que, inmediatamente después de las elecciones, un diputado electo se peleara con su partido (o su partido con él) pero que lo que no podía ser no podía ser y que había serios impedimentos jurídicos.

Aquí hay que abrir un paréntesis para explicar que en Austria se puede llegar a ser diputado por dos medios : en primer lugar, por el método más común en España. O sea,tantos votos equivalen a un escaño. Pero también se puede, como bien sabe Strache, obtener un escaño por designación directa. O sea, que los votantes escriban tu nombre en la papeleta.

Philippa Strache obtuvo el escaño por lista en tanto que su presunto sustituto lo obtuvo por designación directa. Según la junta electoral, no se podía cambiar a gente de una lista a otra así como así, de manera que no se podía despojar a Philippa Strache de su escaño. Esta noticia se supo a las 16 :00. Exactamente diez minutos más tarde, el FPÖ, tras expresar su perplejidad, publicó un comunicado en el que dijo que Philippa Strache, a pesar de tener escaño, nunca entraría en el grupo parlamentario del FPÖ.

A partir de ahí, se instaló un profundo y sombrío silencio. Philippa Strache solo declaró que se estaba pensando si aceptar el escaño o no (añadió los adornos retóricos habituales sobre « el servicio al votante » y eso) y que había pedido ayuda al mismo bufete de abogados berlineses que está llevando los asuntos de su marido.

No sé por qué me da que va a prolongar la situación todo lo que pueda.


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