Una competición de culturismo en Viena

Uno de los objetivos de Viena Directo es llevar a sus lectores a sitios en donde no han estado antes. Hoy miramos la trastienda de una competición de culturismo.

3 de Noviembre.- El Lugner City es un centro comercial que frecuenta sobre todo gente inmigrante y de la clase trabajadora.

Ayer se celebró allí una competición de culturismo y como participaban alguno de „los hombres de Paco“ me acerqué para hacer fotos y para ver la trastienda de un mundo que desconocía por completo, con el objetivo de satisfacer mi curiosidad y de contarle a mis lectores, como hago siempre, lo que había visto. Mi guía por esta especie de círculo de la Divina Comedia fue Viorel, un chaval rumano de incansable bondad y decencia, un auténtico jornalero de la mancuerna.

Foto de un culturista en una competición
Viorel, ayer en la competición en el Lugner City

Quedé en encontrarme con él en lo que pomposamente los presentadores del evento llamaban „el backstage“ pero que en realidad eran las escaleras de servicio de Lugner City, un ámbito al que normalmente el público general no tiene acceso.

Entré a dicho Backstage por una puerta lateral que daba a un pasillo oscuro y largo. Bendije mi previsión de haber llevado conmigo el siempre socorrido flash, que me ha sacado de tantos apuros en la BBC (Bodas Bautizos y Comuniones).

En realidad, y con perdón de la comparación, aquel largo pasillo parecía uno de esos pasos subterráneos en los que los indigentes se preparan una precaria posada al abrigo de las heladas. Sobre mantas viejas -luego verá el paciente lector por qué tienen que ser viejas- estaban tirados cuan largos eran los culturistas que iban a competir, entre ellos mi amigo Viorel.

Este chico estaba al lado de dos amigos suyos, también, como él, de padres rumanos y un hombre prácticamente desnudo a excepción de un bañador minúsculo que yo, al principio, pensé que dormía. Pronto descubrí mi error. De vez en cuando contestaba con monosílabos, yo creo que en húngaro, a una mujer que estaba sentada a su lado.

Viorel y sus amigos, se notaba, estaban reservando sus fuerzas para la competición.

Los tres habían pasado por la preparación que suele hacerse en estos casos y que recuerda mucho a la que se sufre cuando a uno le hacen una colonoscopia.

Ayer era sábado, pues bien: desde el viernes a las ocho de la tarde ninguno de los tres había bebido ninguna clase de líquido. Cuando yo llegué a Lugner City también estaba muerto de sed y pensé en que quizá me vendría bien comprarme algo de beber, pero en el curso de la elaboración de este reportaje decidí que esto debía de ser „periodismo verité“ así que tampoco bebí nada para hacerme idea del sufrimiento por el que pasaban. Tampoco habían comido casi nada.

Para evitar que les diera una hipoglucemia y caerse redondos, se habían traido lo que parece que es el alimento por excelencia del culturista en tales trances. Consiste el condumio en estas tortas de arroz que se le dan a los críos para que mordisqueen y mermelada de frutas que se comían directamente del tarro con una cucharilla.

Las tortas no son sosas y la mermelada, sin nada más, es bastante empalagosa, con lo cual aquella pobre gente debía de estar pasando una sed de desierto.

En aquel pasillo largo, que no estaba pensado para acoger gente en tales cantidades hacía un calor de sauna (más sed). Cuando yo llegué, a las 13:15 no lo sabíamos, pero hasta las 15:30 sobre poco más o menos, no le iba a tocar competir a mis amigos. Así pues tocaba paciencia.

Viorel tuvo la amabilidad de darme su „badge“ o identificación y con ella al cuello me dispuse a explorar.

Seguí el pasillo hasta llegar a una escalera interior. En el descansillo, había tres tipos modelo armario ropero (en una competición de culturistas no sorprende) que trataban de enseñarle lo básico a un hombre en calzoncillos que tenía la misma cara que un conejito que viera cernirse sobre él a un expreso en marcha.

Posar tiene su técnica, como yo aprendí ayer, porque tienes que conseguir la máxima vistosidad con el esfuerzo mínimo. Hay unas poses estándar (eran las que le estaban enseñando a aquel hombre) y luego hay un momento despiporre o pose libre, en donde cada culturista hace un poco lo que piensa que los jurados van a apreciar más. El hombre, espantadísimo, se afanaba en darlo todo con cada indicación y le esperaba lo que ya habrán podido adivinar mis lectores, una bajada de azúcar. Cuando pasé al rato, le tenían tumbado con los pies en alto para que le llegara la sangre al cerebro.

En fin: si uno bajaba las escaleras, se llegaba a lo que podría llamarse „Zona de Coloreado“ que es un paso por el que ya había pasado mi amigo Viorel.

El culturismo como tal nació en América, en la zona de California y allí lo que se estila, naturalmente, es estar moreno. En Europa no tenemos este sol playero, por lo cual, antes de las competiciones a los culturistas los tienen que pintar. Literalmente. Con un aerógrafo. Como a los coches.

con aerógrafo
Un hombre pinta a un atleta con un aerógrafo (e iguala con un rodillo)
bodybuilder posing
Tras la pintura, pasas a la zona de secado

En un espacio muy estrecho había puestas cuatro cabinas plegables de plástico. En la primera, con el mismo aire de seriedad que los que ayudan a vestirse de luces a los toreros antes de debutar en la Maestranza, había un chico y una chica con un aerógrafo, pintando torsos (bueno, y piernas, y pandeiros) . Las otras tres cabinas eran las de secado en donde los tipos medio desnudos (o desnudos totalmente, las vergüenzas tapadas con un trapo) esperaban a que el bronceador artificial les calase en la epidermis.

Según me estuvieron explicando Viorel y sus amigos, el moreno artificial tarda unos 45 minutos en secarse del todo y, una vez seco, dura entre una y dos semanas, dependiendo de la frecuencia con que te duches. Si te duchas dos veces al día, una semana. Si te duchas menos, dos semanas aproximadamente.

Los otros dos amigos de Viorel, el mismo Viorel, son estudiantes. Uno, que tiene un número de seguidores en Instagram que deja a mi cuenta, en comparación, como si fuese la de Robinson Crusoe, (en este mundo, si no tienes un Instagram que pase de 2000 seguidores eres una piltrafilla sin estudios) me estuvo contando que se está sacando el diploma de entrenador personal. Lamentóse el muchacho, eso sí de que fuera una rama de actividad en donde los sueldos son más bien bajos.

Yo le di ánimos:

-Hombre, has conseguido convertir tu afición en tu profesión.

Él me miró con cara de psché, si tú lo dices.

(mañana veremos que también hay chicas que se dedican al culturismo y descubriremos otra serie de detalles curiosos)

female bodybuilder


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