De cuñados y YoNos

Entre los escépticos (!) se ha puesto de moda criticar a Greta Thurnberg. En Austria también, aunque con resultados más bien ridis.

6 de Diciembre.- En estos momentos se celebra en Madrid la (enésima) cumbre para intentar atajar la salvajada que le estamos haciendo al planeta.

La gran protagonista es Greta Thurnberg. Como cualquier persona o entidad que preconiza cambios y, por lo tanto, nos impulsa a mover el „moneymaker“ hacia una posición más incómoda, alejada de la posturita que tenemos, a Greta Thurnberg la odia mucha gente. Y la odia, curiosamente, mucha gente que vive anclada en el siglo XX.

Algún día, se harán películas sobre cómo vivíamos en el siglo pasado, y los telespectadores más jóvenes, los que aún no han nacido, fliparán muchísimo, como cuando nosotros, ahora, flipamos al pensar en cómo eran los primeros teléfonos móviles o los primeros ordenadores que el mundo conoció.

Para más Inri, Greta Thurnberg está en un punto ideológico diametralmente opuesto de la heroina cuqui. No es (por suerte) ni Lady Di (esa loca) ni la Madre Teresa ni nada así. Greta es dura y tiene cara de malas pulgas. Greta es inteligentísima (en este mundo sigue siendo un pecado ser mujer, inteligente y, además, que se note) y tiene a su alrededor a una familia que no lo ha tenido tampoco que tener fácil para aceptarla a ella (las cosas como son) pero que la apoya mucho.

Un cóctel perfecto para que los cuñados del mundo se lancen a su yugular.

Las maneras de denigrar a Greta se parecen un poco a los libros de Elige tu Propia Aventura. O sea, que cada cuñado tiene su opción.

Está el cuñado bocazas, que es el que va de negacionista. Suele ser ese tipo de cuñados que escribe en medios hechos a su imagen y semejanza artículos con títulos con „Las mentiras del cambio climático“ en los cuales se pretende proporcionar a los cuñados que dan la turra a sus familias una munición suficientemente contundente. Por supuesto, toda trolas o medias verdades.

Está también el cuñado paternalista. La teoría de este cuñado es la de pensar que los padres de Greta Thurnberg se están forrando a base de pasear a su hija, exhibiéndola como un fenómeno de feria. En algún momento de la conversación, el cuñado paternalista siempre dirá eso de „pobrecita, si es una enferma, estaría mejor en su casa, alejada de la atención pública“ y, fatalmente, hará su vaticinio: „Greta va a terminar como un juguete roto“.

Luego está el cuñado que yo llamo YoNo.

Es el partidario de una falsa moderación que en el fondo mantenga el statu quo. Los YoNos están por todas partes, no solo referidos a esto del clima. Venga conmigo el lector y escúchelos (o escúchelas): „Yo no soy machista ni feminista, yo estoy por la igualdad“, „Yo no soy homófobo, de hecho tengo muy buenos amigos gays, pero…“ (escriba el lector en la línea de puntos la idiotez que este principio le sugiera). „Yo no soy negacionista, el cambio climático está ahí, pero tampoco será para tanto como dice esta chica“.

En Austria hemos inventado otro tipo de cuñado, que es el cuñado neoliberal. Nuestro querido canciller „in progress“ Sebastian Kurz.

La teoría del cuñado neoliberal es la de encontrarle el lado molón al apocalípsis. Lo mismo que el estado neoliberal convierte a los enfermos de cáncer en „guerreros que luchan contra la enfermedad“, el cuñado neoliberal sostiene que el cambio climático no tiene por qué ser el fin del mundo, sino una mina de oportunidades para forrarse para todos aquellos que sepan aprovechar las circunstancias. Un poco aquello que decía Churchill de que ante lo inevitable la mejor receta era el entusiasmo.

Y por último tenemos el cuñado que habla del cambio climático y de Greta no solo desde la más completa ignorancia sino, además, desde la absoluta falta de vergüenza por esa absoluta falta de conocimiento. Hoy hemos tenido un ejemplo perfecto. La político del FPÖ Ursula Stenzel ha cosechado hoy el cachondeo público al lanzarse a hablar del cambio climático y del dióxido de carbono sin, a todas luces, tener la más mínima idea de lo que estaba hablando. Nada más y nada menos que en cinco ocasiones ha hablado de los „Gigabytes“ de dióxido de carbono que se lanzan a la atmósfera. En el curso de la misma conversación también (cómo no) se ha empeñado en desacreditar a la pobre Greta.

A uno le da por pensar que los dinosaurios tampoco podían concebir su propia extinción.


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