La casilla de salida

Como dice Belén Esteban, conviene hacer Historia porque los pueblos que no conocen su historia están condenados a blablablá, o sea.

15 de Diciembre.- En Diciembre es tradicional echar la vista atrás, con o sin ira, para recordar dónde empezamos y echarnos las manos a la cabeza por dónde hemos terminado.

Por lo que respecta a Austria, hay una cosa que está clara: el día uno de enero de este año nadie, ni en sus más remotas fantasías, hubiera podido suponer que algunos de los protagonistas de la vida astriaca estarían hoy en donde están.

Si echamos un vistacillo a la casilla de salida de este 2019 podremos ver que vivíamos en un mundo en el que, en Austria, parecía haberse dado un giro a la derecha que parecía prácticamente inamovible. Gobernaban juntos, mano a mano, haciendo gala de una sincronía casi perfecta, el Partido Popular austriaco y la ultraderecha del FPÖ. En las ruedas de prensa, sus dos caras más visibles, el entonces canciller Sebastian Kurz y su vicecanciller Heinz Christian Strache, se mostraban ante los periodistas unánimes en sus deseos de emprender un curso „reformador“ que hacía que se le abriesen las carnes a todas las personas que querían un país más justo, mejor repartido y, en una palabra, más decente.

Ahora sabemos todos, naturalmente, que el canciller era inocente de toda inocencia y que todo esto lo hacía debido a la perniciosa influencia no solo de Strache -de cuya inteligencia hemos aprendido a dudar durante estos trescientos sesenta y cinco días- sino de todos los que le secundaban, particularmente Herbert Kickl, el perverso Ministro del Interior. Revelaciones posteriores nos han enseñado a ver al Sr. Kickl como a una especie de malo de película de Marvel, siempre maquinando maneras de hacer el mal. Todos nos dábamos cuenta entonces, menos el canciller. Aunque bueno, el canciller parece ser que se daba cuenta, pero que no lo exteriorizaba porque es un hombre que presume de prudente y morigerado (ejem).

Estando las cosas así, convertida Austria en una especie de vanguardia del conservadurismo que se suponía que tenía que llegar al continente, dábamos la noticia de que el vicecanciller había sido padre por tercera vez (la primera con Felipa, su actual esposa, la cual llegaría a ser famosa en Austria por motivos que no le gustarían nada). Que el niño se llamaría Hendrik nombre, como conviene a sus padres, germánico, ario y distinguido. Aunque también dábamos la noticia en Viena Directo de que otra familia de muy distinto signo había tenido motivos para la alegría. Justo cuando la parte de la Humanidad que vive en la franja del meridiano de Greenwich le daba el Hola Hola al 2019 Austria entraba en el siglo XXI (un poquito tarde, pero ya estamos acostumbrados). Dos señoras se daban el sí quiero a las 00:05 del primero de enero y se convertían así en el primer matrimonio de personas del mismo sexo que se celebraba a este lado de los Alpes.

En Enero (!En enero! Y parece que fue ayer) también aprendimos que la tecnología servía para atajar nuestra impaciencia (qué primor) y que podríamos saber cómo seríamos en diez años o en veinte, gracias a un programa sofisticado inserto en nuestro telefononio. El problema que tenía este programa era que los servidores en que está alojado se encuentran en Rusia y ya se sabe que de todo lo que viene de Rusia hay que desconfiar. A primeros de febrero le dijimos hasta pronto a uno de los museos más bonitos de Viena, el de la ciudad, que está en Karlsplatz. A estas horas le están lavando la cara. Fue un hasta luego un poco melancólico, porque es un museo que mola y en el que uno había pasado muy buenos ratos. También por esa época se dio el pistoletazo de salida para la ampliación del metro y para la construcción de la línea cinco, nueva, que avanza a buen ritmo.

En febrero también nos enteramos de que el cardenal Schönborn, que suena siempre en las quinielas de papables y que pasa por ser uno de los sostenes en la política supuestamente progresista del papa Francisco, podía comprender los abusos en la iglesia por haber estado él mismo en la situación de las víctimas (pero poco, parece ser, para fortuna para su eminencia). Levantaron no poco revuelo unas declaraciones en las que decía que, siendo él mocito, un cura se había propasado con él dándole un beso en los labios.

Pero sin duda el acontecimiento más…Más…Más…Planetario de febrero se produjo el día 21. El canciller más mozo de la Unión (Kurz) viajó a Washington a visitar al Presidente de los Estados Unidos, señor…Bueno, sí: señor Donald Trump. La visita dejó múltiples incógnitas ¿De qué hablaron el caballero que (con perdón) caga en un wáter de oro y un muchacho cuyo nivel educativo más elevado es el bachillerato?¿El del wáter de oro tenía alguna idea de dónde está Austria? Es más ¿Tenía alguna idea de algo? Posaron muy satisfechos ante los fotógrafos, eso sí. El resto del mundo, pues eso: con la boca abierta.


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