Algo está cambiando en Austria (y en el mundo)

Escribir VD me obliga a un curioso, gratificante y sanísimo ejercicio.

2 de Marzo.- Escribir todos los días Viena Directo me lleva a hacer un sano ejercicio que consiste no solo en ver la vida de los demás desde un prisma lo más objetivo posible, sino también la mía propia, al considerar que soy, más o menos, un representante elegido al azar de la sociedad en que me ha tocado vivir. Es curioso analizar la evolución de los propios hábitos y gustos como si se tratase de los de otra persona, para luego contarlo.

Pensaba en esto al recordar que una de las cosas que me sorprendió cuando llegué a Austria es que entre mis conocidos había muchos que no tenían televisión. En España, por lo menos cuando yo vivía allí y me temo que la cosa sigue siendo así, no se concibe una casa en la que no haya televisión. Puede no haber mesa para comer, puede no haber sillas, pero sin tele probablemente no viva nadie.

Una de las cosas que descubrí en Austria es el agradable silencio de las casas sin televisión, de las cocinas sin televisión y reencontrar ese sonido doméstico cada vez que voy a España es al mismo tiempo extraño y familiar.

Aquí, cuando la gente tiene visita pone música. La radio, por ejemplo. En España es imposible ir a una casa en la que no esté puesta la televisión. Una televisión en la que, en general, alguien está hablando (lo cual no quiere decir, por supuesto, que esté diciendo cosas).

La ORF, que es la televisión de más audiencia en Austria, vendería su alma catódica a Saticón y Vidicón por tener la fuerza creadora de hábitos y de opinión –una fuerza depredadora, que se mueve en algo parecido a la impunidad y con un enorme desprecio por la ética más elemental- que tienen las llamadas « cadenas generalistas » en España.

ORF Funkhaus

En Austria, afortunadamente, no existe la figura del comunicador “todólogo”. No existe nada parecido a esos personajes, hombres y mujeres –generalmente bastante piojosos desde el punto de vista intelectual- a los que acuden las gentes ayunas de opiniones propias, en busca de pareceres para los que luego sirven de correas de transmisión. Por supuesto –gracias a Dios- no hay tertulias en el sentido celtíbero y el sector de la comunicación no mueve la obscena cantidad de dinero que mueve en otros lugares.

En Austria hay muchas casas sin tele pero también cada vez más hay muchas casas en las que hay una tele pero se usa para otras cosas.

Por ejemplo, en mi propia casa, la televisión secuencial, la tradicional, está en peligro de extinción. Solo vemos las noticias –generalmente las de la ORF, porque son las más salvables- y, cuando necesitamos chicle mental –o sea, algo sin muchas pretensiones- vemos Bares für Rares, que es un programa para pensionistas alemanes que dormiten en Mallorca. El resto del tiempo, ignorando la extensa oferta del satélite (la sólida ZDF, las factorías de mierda audiovisual dependientes de RTL) miramos películas en streaming o vemos documentales viejos (o no tan viejos) en YouTube o series viejas que revisitamos (por ejemplo, yo ahora estoy volviendo a ver Lorca, Muerte de un Poeta, que es ideal para planchar culturizándose). En todo caso, programación a la carta. Cosas que nos interesan de verdad.

Hoy leo que la ORF va a emprender la enésima reforma en su programación para intentar combatir la bajada imparable de sus índices de audiencia y que El País, probablemente el mejor periódico español (sobre todo desde que está bajo la dirección actual) va a lanzar un modelo de suscripción de pago. Como aquella frase de la mariposa y el ciclón, parecen dos hechos aislados, pero solo a primera vista.

Internet está matando la televisión lineal, lo mismo que la aparición de las diferentes ofertas de las cadenas privadas mató los programas familiares. También, lentamente, está muriendo esa edad edénica de internet en la que todo era gratis y parecía que todo era posible. Instagram y Facebook han demostrado que sin pelas no hay paraíso. En el futuro, los medios van a utilizar el pago, la suscripción, para segmentar su audiencia, para distinguirse. Es otro golpe más a las audiencias masivas aunque probablemente lo que los medios pierdan (perdamos) en repercusión quizá lo ganen (lo ganemos) los lectores en calid…Bueno, no sé, en qué vamos a ganar.


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