Ensayo general del apocalipsis

Ayer las noticias austriacas se ocuparon por fin del coronavirus, para tranquilizar y para mostar algunas escenas costumbristas.

6 de Marzo.- Ayer por la noche, mientras planchaba, estuve viendo las noticias. A pesar de que, en estos momentos, Austria es uno de los países en donde no hay ni pocos ni muchos casos y a pesar de que hay por lo menos un Bundesland –mi Burgenland de mi alma- en donde no hay ninguno (cosa que cambiará, naturalmente) el grueso del programa se dedicó a hablar del bendito coronavirus.

La verdad es que las dos líneas en las que se desarrollaron las noticias fueron un poquitín contradictorias.

Por un lado, la cosa era tranquilizar a la población. Que aquí no pasa nada, y que si pasa, estaremos preparados. Entre tanto test y tanta historia, hubo también espacio para algunas noticias curiosas. Por ejemplo : cuando se organizó el último ensayo general del apocalípsis –la famosa gripe aviar o gripe del pollo, que al final se quedó en nada- la ministra de sanidad era Maria Rauch-Kallat , que está casada con un caballero que se llama Mensdorf-Pouilli (segundas nupcias, de ahí los nombres diferentes). Esta mujer, viendo que había una intranquilidad en la población, decidió comprar millón y medio de mascarillas protectoras. Curiosamente, el que hizo de mediador entre los vendedores de las mascarillas y el ministerio de Sanidad austriaco fue el marido de esta mujer el cual, por supuesto, no lo hizo por amor al arte, sino a cambio de una comisión que se presume jugosa y que motivó que la fiscalía anticorrupción le investigase.

A pesar de que las mascarillas se compraron en el 2006, no se tiraron a la basura, sino que quedaron guardadas en un almacén. Poco a poco, por su paso natural, los lotes fueron caducando y ahí siguen. Sin embargo, como quien guarda termina encontrando lo que ha guardado, al estallar la crisis del coronavirus alguien se ha acordado de dichas mascarillas. Se han hecho los correspondientes tests y se ha visto que no estaban estropeadas, sino solo pasadas de fecha, de manera que se pueden usar perfectamente. Y como se pueden usar perfectamente, se han mandado a los hospitales y al Ejército, que es probable que las necesiten.

También se hicieron eco las noticias de la situación de Hallstat. Este pueblecito de Salzkammergut, meca de los amantes de los puzles de 10.000 piezas fue objeto de la atención de los medios porque los chinos habían decidido que, como era tan bonito, lo iban a copiar. La copia les salió…Bueno, les salió una copia de Wish, pero esto a los habitantes de Hallstatt no les vino bien. Se calmaron un poco cuando vieron que, a pesar de la copia, los chinos seguían prefiriendo el original. Vamos, lo seguían prefiriendo demasiado, de manera que los habitantes de dicho enclave se vieron en la obligación de restringir el número de turistas. Un « si me queréis, irse » en toda regla.

Pues bien. Como Dios nos castiga dándonos lo que le pedimos, ahora resulta que con esto del coronavirus las calles de Hallstatt están desiertas y que no hay ni un turista chino, de manera que si la cosa sigue así la cosecha de turistas de 2020 va a ser desastrosa y va a obligar a reducir personal. Una pena.

Los reporteros entrevistaron a unos simpáticos chinos (unos chinos jóvenes que debían de ser de la parte rica de la sociedad china, porque tenían esa pinta un poco alelada –con perdón- que tienen los pijos en todas las sociedades) y los chinos dijeron que, al verles con las máscaras (y los ojos rasgaos, naturalmente) la gente los miraba raro, como si fueran extraterrestres. Y al contarlo, se descojonaban de risa, los muy chinos de ellos. Que para ir por Hallstatt se habían quitado las máscaras, por no alarmar y porque no haía posibilidad de contagio.

Vaya por Dios.


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