Un asunto de vida o muerte

Hace unos días hablábamos de la situación angustiosa de los refugiados sirios en la frontera con Grecia y de la actitud del Gobierno austriaco al respecto.

Para completar un poco la imagen, y aunque el artículo se sale algo del objeto principal de este blog, hoy traigo a los lectores de Viena Directo un testimonio de primera mano. Mi amigo, el periodista Ignacio Delgado, que trabaja para una ONG que se dedica a proteger a periodistas en peligro, pone el foco en cómo es la situación en la provincia de Idlib y de por qué es tan importante que la Unión Europea (y Austria con ella) y otras instancias internacionales no se dejen chantajear y alivien la tremenda crisis humanitaria de Idlib, protegiendo la libertad de expresión.

La traducción es mía, pero quien quiera puede leer el artículo en inglés aquí

Un asunto de vida o muerte: los periodistas sirios no tienen a nadie que les ampare

En Siria, los periodistas informan mientras tienen que enfrentarse a amenazas de todos los bandos en conflicto. Ahora debemos cumplir nuestra obligación y protegerles.

IGNACIO DELGADO, Beirut

Estaba conteniendo la respiración.

Los 11 periodistas sirios a los que había acompañado al aeropuerto hacían cola frente a la oficina de control de pasaportes del aeropuerto de Estambul. Era el último paso, el último obstáculo, antes de que pudieran embarcar en el avión hacia Madrid, hacia la seguridad, hacia la libertad. Pero sabía que no debía alegrarme antes de tiempo. Las noches sin dormir, los malentendidos y los fallos de comunicación sin fin y las discusiones de nunca acabar con los funcionarios de emigración turcos me habían enseñado a no confiarme. Y el avión despegaba en 15 minutos.

De uno en uno, vi a los periodistas abandonar la oficina. Y después recibí un mensaje de texto !Todos estaban en el avión !

Se había acabado. Era el fin de 10 meses de trabajo incansable para el equipo del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) y nuestros socios para reubicar a cerca de 70 periodistas. Todos ellos y sus familias habían estado retenidos en Siria, bloqueados y temiendo por sus vidas. Ahora, estaban de camino a Francia, Alemania y España, gracias a nuestras infatigables peticiones para que les permitieran entrar. Las Naciones Unidas habían sido también indispensables, al ayudarnos a coordinar todos estos esfuerzos diplomáticos.

Había traido a estos 11 periodistas al aeropuerto para que pudieran volar a España. Algunos de ellos estaban en ascuas, fuera de sí ante la perspectiva de volver a ver a sus familias. Nour al Rifaai era uno de ellos. Era un reportero de la emisora siria Al-Jisr y había pasado un mes en la cárcel de Idlib administrada por la milicia Hayat Tahrir al-Sham. Estaba acusado de espiar para potencias extranjeras, simplemente porque tenía mi nombre en su teléfono móvil. Su compañero, Mohamad Rajaai, enviado especial para The Intercept y The Economist, que había sobrevivido al sitio de Madaya y al persistente bombardeo de las fuerzas alineadas con Bashar al-Assad, también estaba en el vuelo. El también volaba rumbo a España.

Fue un buen día. Pero solo uno.

Sabemos que la mayoría de las vidas de los periodistas están en peligro en Siria. Informan mientras tienen que enfrentarse a amenazas procedentes de todos los bandos en conflicto : el ejército sirio y sus aliados, países vecinos como Turquía y grupos de oposición como Hayat Tahrir, Al Sham, las Fuerzas de Seguridad Kurdas o el Ejército libre Sirio. Hoy, están repartidos por la provincia noroeste siria de Idlib, el último bastión (rápidamente decreciente) de la oposición Siria, que alberga entre 3 y cuatro millones de personas que en estos momentos están huyendo hacia la frontera turca. La actual ofensiva militar sobre Idlib por parte de fuerzas alineadas con Assad, ha dejado a los periodistas sirios sin ningún lugar en el que refugiarse. Y les ha puesto en un peligro mortal.

No debemos volverles la espalda. Durante años, el mundo ha confiado en noticias sobre la guerra, que en la última época han sido difundidas por periodistas ciudadanos sirios, a medida que cada vez menos periodistas internacionales informaban desde el país. Esto ha sido especialmente cierto después del surgimiento del grupo del Estado Islámico y la cruel decapitación de los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Sotloff.

Pero, como señala Zara Bader, director del Centro Sirio para los Medios y la Libertad de Expresión, “después de nueve años de conflicto, hay “cansancio de Siria” y falta de interés internacional en el destino de los periodistas y los trabajadores de los medios sirios”.

La decisión anunciada ayer de Turquía de permitir el cruce de la frontera en Idlib durante 72 horas, y que implica permitir a los refugiados sirios paso libre a Europa, es un paso en el sentido correcto. Esto permitiría aliviar la horrible tragedia humanitaria en Idlib. Pero hace falta hacer más. Europa necesita cumplir con su parte abriendo las fronteras a periodistas en riesgo inminente, aquellos que se arriesgan a ser deportados si no consiguen alcanzar Europa.

Si hay algo que el CPJ ha aprendido de su esfuerzo de años, sin precedentes, para reubicar periodistas sirios, es esto: la cooperación entre países, organizaciones internacionales y guardianes de la libertad de prensa tiene la capacidad de mantener con vida (literalmente) a los periodistas. Todos tenemos que cumplir nuestra parte. Sin exagerar es una cuestión de vida o muerte.


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