El año sin verano

O de como un año tan raro o más que este 2020 tuvo al final una cosa buena: un austriaco dio con el producto más exportable y exportado de Esta República

17 de Mayo.- Este año 2020 está siendo un año muy extraño (y va a seguir siéndolo, me temo, hasta que se acabe). El coronavirus, con la enfermedad que causa, la CoVid-19, llegó en Marzo para cambiar nuestra vida, algunos dicen que para siempre y otros que, por lo menos, por una buena temporada.

Una de las cosas en las que se va a notar es en que vamos a tener un verano con unas características muy poco habituales. Con nuevas reglas en las piscinas y, seguramente, sin una de las señas de identidad del verano en Austria, que son los conciertos y los festivales al aire libre.

Ayer, pensando en esto, me di cuenta de que, para muchas personas, iba a ser „un año sin verano“ y casualmente me acordé de una historia de la historia, que hoy domingo por la mañana, momento en el que las noticias se ponen más tranquilas, me gustaría compartir con mis lectores.

Nuestra historia empieza sin embargo muy lejos de Austria.

Les pido a mis lectores que vengan conmigo hasta una recia casa de campo, situada en Cologny, en Suiza.

Unos jóvenes ingleses de buena familia, coinciden durante una semana de 1816 que pasará a la historia de la literatura.

Los cinco jóvenes son modernos (lo cual, en esta época quiere decir que son „románticos“) y por lo menos tres van a pasar a la historia de la literatura. Se trata de Lord Byron (que había acudido a la villa Diodati para encontrarse con su amante, Claire Clairmont), Mary Shelley (que todavía no se llamaba así, se casaría con el poeta al año siguiente, y que era medio hermana de Claire Clermont) y John Polidori.

Nadie en el hemisferio norte del planeta sabe por qué, pero el verano de 1816, como el verano de 2020 estaba siendo raro raro raro.

El caso es que los planes de pasar unos divertidos días de estío en las cercanías del lago Ginebra, se frustran. Porque hace, inexplicablemente, mucho frío, y no para de llover. En Europa, que se estaba recuperando aún de las catastróficas consecuencias de las guerras napoleónicas, cunde el desasosiego. Las cosechas se han malogrado y hay hambre y revueltas.

Los jóvenes, bastante pijos, por cierto, se ven obligados a permanecer en la Villa Diodati y, para entretenerse, inventan un pasatiempo muy romántico. Cada uno deberá inventar un cuento terrorífico para asustar a los demás.

Solo Mary Shelley llegará a editar el suyo, que se convertirá rápidamente en uno de los arquetipos de la literatura universal: Frankenstein, publicado como Frankenstein o el Moderno Prometeo. El médico de Lord Byron, John Polidori, también inventará el prototipo de vampiro romántico el cual, años más tarde, convenientemente adobado con las aventuras de una condesa austriaca, le servirá a Bram Stoker para crear a Drácula.

El año sin verano de 1816 fue, como nuestro coronavirus, una catástrofe natural (en aquella época tenían la suerte de no tener Féisbul, así que se libraban de los molestos conspiranoicos y de los negacionistas).

Se produjo porque en 1815, los días 5 y 15 de Abril, se produjeron dos enormes erupciones en la isla de Sumbawa (Indias Orientales). Las erupciones llenaron los niveles altos de la atmósfera de ceniza y dióxido de azufre. Estos detritos volcánicos produjeron una gigantesca „sombrilla“ sobre el planeta, que impidió llegar a los rayos de sol

En todo el hemisferio norte, el verano de 1816 fue extremandamente frío, llegó incluso a nevar el dos de junio en Massachusets y en otros lugares todavía más cercanos al ecuador, con lo cual se perdió casi toda la cosecha de cereal y hubo mucha hambre, no solo en Europa y América, sino en Asia también.

Austria no fue ajena a las consecuencias de este verano atípico. Sin embargo, al contrario de lo que ha pasado hasta ahora con el coronavirus, no llevó la cosa demasiado bien. Se vivieron escenas dramáticas de hambre por todo el país y hubo una gran mortalidad infantil. Cuando llegó la navidad, la gente no tenía muchas ganas de fiesta. Captando el clima de depresión general, un joven de Lungau, hijo ilegítimo, dio con el que, a la postre, es uno de los productos austriacos más exportados de la historia. Para la nochebuena de 1816 compuso el villancico Noche de Paz.

No hay mal que por bien no venga ¿Verdad?

 

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