Ir a Wagram y volver con una estatua

Tal día como hoy, una tropa de aguerridos austriacos le dio “pa´l pelo” a los ejércitos de Napoleón. Y alguien se ganó una estatua ¿Saben ustedes quién?

21 de Mayo.- Aquellos de mis lectores que vivan en Viena o aquellos que conozcan la ciudad, se habrán dado cuenta de que en la Heldenplatz hay dos estatuas ecuestres.

La una corresponde al príncipe Eugenio de Saboya ( Oiga ¿El Príncipe Saboya? Hombre, si le pega usted muy fuerte…) la otra, corresponde al Archiduque Carlos (nombre artístico del Archiduque Carlos Habsburgo-Lorena, el hermano del emperador Francisco I) el cual es, sin duda uno de los generales más exitosos de la Historia de Esta Pequeña República (cuando aún era una monarquía) y, sin la menor duda también, el epiléptico más famoso de la Historia de Austria.

¿Y cómo se ganó el archiduque su estatua? Pues lo vamos a contar hoy aquí.

Para ello, le pido a mis lectores que retrocedan conmigo exactamente 211 años, justamente hasta el 21 de Mayo de 1809.

Estamos en mitad de las guerras napoleónicas. Hace más o menos un año, el pueblo madrileño, ignorante de la vergonzosa traición de sus reyes (el tonto de Carlos IV y el canalla de su hijo, Fernando VII) se ha levantado en armas contra los franceses.

Napoleón, en cambio, tiene España algo olvidada y ahora está concentrado en levantar la división centroeuropea de su “holding”.

Este día 21 de Mayo, el pequeño francés de mala leche inversamente proporcional a su reducida estatura, tiene el control de Viena.

Los Habsburgo están lógicamente acongojados.

El archiduque Carlos, hermano del emperador Francisco I, se encuentra junto con su ejército en Bisamberg, un monte cercano a Korneuburg, en la margen izquierda del Danubio.

Los puentes sobre este río están destruidos así que el ejército francés, al mando de Masséna, cruza el Danbunio por la Lobau. Los “gabachen” van envalentonados, porque no terminan de creerse los duros ataques de los que ha sido objeto su retaguardia en Tirol y en Bohemia.

Esto pasa tal que ayer, día 20 de Mayo de 1809.

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Para hoy, día 21, Napoleón congrega 40.000 hombres sobre la llanura del Marchfeld -famosa, por cierto, por sus espárragos-. Ya tenemos a la mitad de los actores que van a participar en la sangrienta representación que la Historia va a conocer como la batalla de Wagram.

El archiduque Carlos sabe del cruce del río por parte del Ejército francés, pero no opone resistencia.

La intención de los franceses es atacar a los austriacos en cuanto se concentre en el Marchfeld una fuerza suficiente, pero antes de que pueda llegar todo el ejército francés (que hubiera sido de gran ayuda, dada la situación). Napoleón que, como toda la gente que ocupa una posición semejante, era optimista y creía que había nacido con una flor en salva sea la parte, debió de pensar que merecía la pena correr el riesgo.

El corso dispuso su ejército entre las entonces villas de Aspern y Essling, de manera que, al avanzar, sus huestes pudieran dejar sitio a los soldados que iban cruzando el Danubio.

La situación se fue calentando hasta que, el 21 de Mayo empezó la batalla.

El barón von Hiller, general austriaco, le arrebató Aspern a las tropas franceas, pero Massena, haciendo un titánico esfuerzo, la volvió a recuperar.

Las tres columnas austriacas se revolvieron pero no fueron capaces de recuperar más que la mitad de Aspern. Mientras tanto, también en la villa de Essling se combatía duramente. Los coraceros franceses efectuaron frecuentes cargas contra las tropas del general austriaco Rosenberg que tomaron la heróica (y a la postre exitosa) decisión de resistir.

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En este momento cayó la noche del 21 de Mayo y, como dos gallos de pelea, los dos ejércitos hicieron una pausa en los combates. Napoleón siguió acopiando todas las fuerzas de las que pudo disponer.

Al clarear el día 22 volvieron a reiniciarse las hostilidades y Massena, el francés, arrebató de nuevo Aspern a los austriacos.

Mientras tanto, Napoleón avanzaba por el centro y consiguió romper las líneas de los austriacos, pero entonces, cuando la cosa parecía ir a acabar mal para los austriacos, el archiduque Carlos dijo:

-Ché ché ché, un momentito ¿Y cuándo me gano yo la estatua frente a la cual se fotografiarán tantos turistas en el futuro?

Dispuesto a ello, cogió la última reserva de soldados austriacos y, mandándola personalmente, hizo que los franceses perdieran Aspern.

Los austriacos, por su parte, habían cortado la retirada al ejército napoleónico, inutilizando los puentes sobre el Danubio por medio de barcazas que habían dejado a la deriva en la corriente.

Al llegar estas noticias a Napoleón, el corso suspendió el ataque y ordenó una retirada costosísima. Las dos partes estaban extenuados.

Los franceses perdieron 21000 hombres de los 90.000 de los que disponían y Aspern fue la primera gran derrota de Napoleón y una sonada victoria del equipo local.

Los franceses se retiraron a lamerse las heridas a la Lobau.

Cosa de mes y medio más tarde, en Wagram, los austriacos las pagaron todas juntas cuando el ejército francés les infligió una derrota sonada.

Pero de esto, quizá, hablaremos en otro momento.


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