Schloss Ambras

La mano biónica

Schloss AmbrasLos apuros de un político tirolés nos servirán para ver los apuros que pasamos los que vivimos en un idioma que no es el nuestro.

10 de Junio.- Hay una metáfora especialmente útil que explica la manera en que vivimos las personas humanas cuya vida se desarrolla en un idioma que no es el nuestro materno.

Imaginemos, por ejemplo, en un futuro no tan lejano a un carpintero que está trabajando con su sierra mecánica.

Tralarilará, el hombre se acerca a la sierra en funcionamiento con un tablón en la mano (en el futuro no tan lejano, lógicamente, también habrá gente que necesite mesas, sillas y alacenas, como en tiempos de San José).

Total: que el hombre, como San José, se acerca a la sierra mecánica y en esto que, cuando está cortando la madera, le suena el móvil. En vez de esperar, responde la llamada, se distrae y raca, se corta la mano derecha limpiamente. Muchos gritos, mucha sangre. A tomar viento la alacena, la mesa o la silla. Alguien acude presto y le hace un torniquete. Le llevan al hospital y los médicos, como a Luke Skywalker, le instalan una mano biónica.

Por supuesto, la mano artificial sirve para todas las cosas para las que vale la mano con la que el carpintero venía de fábrica. Coge, suelta, incluso cuando el carpintero va al baño a hacer aguas mayores la mano artificial cumple su función al frente del comando papel higiénico.

Gato panza arriba

Sin embargo, cuando nuestro amigo tiene que hacer otras cosas de más empeño, por ejemplo acariciar delicadamente a su gato Henry o entregarse a una batalla de amor con su santa, la mano mecánica, sí, hace el apaño, pero no es lo mismo que una mano normal (no me toques con la mano artificial, amor, que la tienes fría -la mano-).

Por mucho que uno sepa un idioma extraño al suyo, como uno, por ejemplo, sabe el alemán, la pericia con la que uno lo maneja es la pericia con la que uno manejaría una prótesis.

Uno no puede dejar de sentir que le falta algo. Que, de alguna manera, hay un cierto grado de ceguera, de imprecisión, a la hora de calibrar el peso exacto de las palabras. Uno siempre tiene que acudir a referencias de segunda mano para que le funcione la mano mecánica. Ni siquiera, como nuestro carpintero, a la memoria de cuando tenía una mano de carne, hueso y ligamentos que le funcionaba perfectamente.

Esto se ve, por ejemplo, a la hora de las palabras malsonantes.

Entre gilipichis e hijo de la gran puta hay un abismo

En otros idiomas resulta difícil saber en qué lugar del espectro que va de „gilipichis“ a „hijo de la gran puta“ puede uno colocar determinada expresión. O, lo que es lo mismo, si al decir determinada palabra uno queda como una catequista (hoy hace, por cierto, treinta y seis años que yo hice la primera comunión) o como un mozo de almacén, de esos que fumaban tabaco negro sin filtro.

Por ejemplo: durante estos días, el Land de Tirol, como si no tuviera bastante con el tema del coronavirus, se encuentra bastante revuelto -en sus altas esferas, se entiende- por una crisis que está amenazando la estabilidad de su Gobierno (una coalición que copia a la que „mandata“ a nivel nacional).

Resulta que el sustituto del Presidente del Land de Tirol, un caballero llamado Josef Geisler, fue grabado mientras decía que unA (subrayo el femenino) activista medioambiental era una „wiederwärtiges Luder“.

Según yo tenía entendido, la palabra Luder es bastante fuerte (en mi archivo mental, estaba asociada con niveles de alcohol y testosterona tóxica bastante altos) por eso, al leer el artículo del periódico no pude por menos que dar un respingo.

Wiederwärtig no dejaba lugar a preguntas: significa repugnante, pero Luder…Cuando uno mira las traducciones, empieza la perplejidad. Porque en español se la hace equivaler a „mal bicho“ pero también a „zorra“ (insulto tan machista como indudablemente sexual) o a „pedorra“ que, en fin, no es una cosa que uno le diría a la Reina Letizia si se la presentaran en una recepción, pero que tampoco es algo tan horroroso. Resultado: confusión.

El tal Geisler, al principio, intentó defenderse del mismo modo que todos los „cuñaos“ que en el mundo han sido y son. Diciendo poco menos que tanto la activista medioambiental como la compañera del Partido Popular en el Gobierno de Tiro, la „verde“ Ingrid Felipe, tenían la piel muy fina. Que esto se ha dicho siempre (es el argumento al que, como digo, acuden todos los cuñados) y que ninguna mujer se ha ofendido nunca porque la llamaran „zorra repugnante“ (o „pedorra“, quién sabe)

El jefe de Geisler, Günther Platter (ÖVP también), quizá al ver peligrar la coalición que gobierna en Tirol, se „rascó“ las vestiduras y dijo que a él lo de llamar Luder a una señora le parecía fatal, ya significara aquello „putón desorejado“ o „pedorra“ (en español de España una persona es pedorra o pedorro no por aerofagia, sino por pesado o por tonto).

El señor Platter no quiere que su Land (vamos, el Land que él preside) pase por machista a los ojos del mundo (y, sobre todo, no quiere pasar por machista él, que tiene un jefe -el canciller más mozo de la Unión- que está rodeado de señoras muy competentes). Igual es también, por qué no, porque las mujeres votan mucho e influyen en el voto. Y eso asusta un poquito.

Las presiones sobre el señor Geisler le llevaron ayer a hacer propósito de enmienda y a encontrarse con la agraviada la cual, por lo que parece, no se dejó conmover y siguió pensando que político con la lengua tan sucia estaba mejor dimitido que en ejercicio. Geisler se ha disculpado tanto en persona como por todos los medios a su alcance, pero parece que le ha servido de poco.
Lo que sucede una vez sucede para siempre y las palabras dichas no se pueden borrar.

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