El tonto contemporáneo

A partir del lunes, los ferrocarriles austriacos se unen a las Wiener Linien e impondrán multas a los viajeros que no lleven mascarilla.

17 de Julio.- Hoy, como ya decíamos en el avance (en Féisbul) se han registrado 169 nuevos contagios en Austria.

El peor dato desde el 11 de Abril.

Naturalmente, la sola mención de este dato ha suscitado que el Ministro de Sanidad de Esta Pequeña (pero indudablemente salada) República, haya dicho que, como sigamos así, vamos a volver al tema de la mascarilla (o sea, más). A llevarla por lo tanto en todos aquellos lugares en donde ya no hay obligación de llevarla, como en las tiendas y los supermercados.

A nosotros, los temerosos (y me consta que hay mucha gente entre mis lectores que es así) nos parece que ya estamos tardando y no entendemos por qué el Ministro y el Gobierno para el que trabaja no se pone las pilas. Entendemos -sensatos- que llevar mascarilla es una medida que no ofrece apenas inconvenientes (bueno, en verano da un poco de calor, pero nada que sea insoportable) y en cambio innumerables ventajas, la principal de las cuales es proteger a la gente de contagios.

Nos parece que son pasos que van en el buen sentido las multas para los olvidadizos, como las de las Wiener Linien. A partir del lunes, todos los que no lleven mascarilla en los ferrocarriles austriacos (ÖBB) y en la Westbahn, así como en las Linz Linien, tendrán también que pagar por ponernos en peligro a todos.

Al llegar a este punto, me gustaría hacer un paréntesis.

Uno ha observado la relación problemática que tiene cierta gente con las mascarillas. Hay un cierto sentimiento de humillación asociado a ellas que a mí, personalmente, no me entra en la cabeza. Hay ilustres tontos contemporáneos (como el escritor español Juan Manuel de Prada) o personas que, a pesar de ocupar cargos prominentes, quizá por inseguridad hacia su propia masculinidad, hacen del asunto de llevar mascarilla un ataque a su hombría.

Como si llevar la boca y la nariz cubierta fuera una cosa de cobardes.

Si mis lectores se ponen a pensarlo, como yo he hecho, llegarán a la conclusión de que son sobre todo hombres aquellos que tienen problemas con el asunto de los cubrebocas. Yo creo que aparte, naturalmente, de no tener dos dedos de frente, quizá cierta variedad de testosterona tóxica vaya a tener algo que ver para que algunos se confundan.

Se cierra paréntesis.

Quizá fuera por este tema de las hormonas desatadas por lo que un adolescente de diecisiete años se encaró ayer con dos empleados de las Wiener Linien, que le pidieron que se pusiera la mascarilla según está prescrito.

Al joven, equipado ya por su edad con la correspondiente mata de vello púbico y, a juzgar por sus acciones, con un par de cojonazos, no le vino bien que los trabajadores de las Wiener Linien le recordasen esta sencilla norma de etiqueta en tiempos de coronavirus. Los trabajadores de las Wiener Linien procedieron a pedirle al joven que se fuese con la música a otra parte.

La discusión fue subiendo de volumen y el joven (austriaco, por cierto) empezó a agredir a los empleados (un hombre y una mujer). A la mujer, por cierto, la hirió en la cara.

Después, les amenazó con ir a su casa, coger una pistola (dijo la marca, Glock) y pegarles sendos tiros en la cabeza.

Esto motivó que la policía, advertida, fuera a casa del muchacho y la registrara sin encontrar (por suerte) ningún arma (esto no es, afortunadamente, Oklahoma).

Ya algo más tranquilo -o con menos testosterona tóxica que le nublara el entendimiento- el joven se defendió diciendo que los empleados de las WL habían sido maleducados con él.

Angelico.


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