El hambre y las ganas de comer

Mañana domingo el Gobierno austriaco va a tomar una decisión sobre la que se lleva meditando los últimos días. Se trata de prevenir para no tener que curar.

18 de Julio.- Uno de los aspectos más interesantes de observar durante esta crisis es cómo ha evolucionado nuestra relación con el futuro.

Al principio, lo recordarán mis lectores, el futuro era, sobre todo, una manera de asegurar que todo esto sería transitorio, muy transitorio, lo más transitorio posible, y que pronto volvería a ser todo como en febrero de 2020.

Menudeaban entonces las noticias, relacionadas sobre todo con los viajes y el tráfico aéreo, diciendo que los aviones volverían a volar tal y cual mes, o que la actividad económica se recuperaría en tal o cual otro. Era una manera de distraernos de la preocupación, de levantar el vuelo del presente.

Uno se imaginaba siempre a esas pobres personas, probos funcionarios de los Ministerios correspondientes, o de las organizaciones mundiales, mintiendo piadosamente, levantando castillos de normalidad en el aire, para que sus pobres madres no se preocuparan.

-¿Y aquí qué pongo? ¿Yo qué coño sé cuándo se va a recuperar el PIB?

-Tú pon algo y luego…Bueno, luego ya veremos.

Esa era la clave, claro, el ya veremos.

Con el paso de los meses, cuando se ha visto que, como decía el poeta, „la vida iba en serio“, estas noticias han ido poco a poco acallándose, porque ese futuro feliz, que parecía estar a la vuelta de la esquina, se ha ido alargando ya que el virus ha resultado ser más rebelde de lo que nos imaginábamos al principio. También, por qué no, en parte porque todos nos hemos ido acostumbrando a que el actual estado de cosas („la nueva normalidad“) va a seguir ahí durante bastante tiempo todavía.

Curiosamente, las metas se han ido acercando cada vez más al presente.

El Gobierno austriaco, por ejemplo, está pensando en estos momentos (temiendo) lo que pueda pasar en otoño, cuando se junte el hambre con las ganas de comer.

O sea, la gripe estacional de todos los años con el coronavirus.

Por muchas razones que no se le escapan a nadie, entre ellas, que los síntomas de la gripe común y silvestre y los síntomas del coronavirus son bastante complicados de diferenciar a simple vista.

Por no hablar de que, por supuesto, y aunque pueda parecer paradójico, se dan las condiciones ideales para la expansión rapidísima de un virus, de cualquier virus. Para empezar, la gente pasa más tiempo en interiores y se tiende a juntarse más.

Esta previsión del otoño que llega, junto con el aumento de los contagios -lógico porque la gente se mueve más y se importan casos, aparte de porque la gente ya se está acostumbrando a la amenaza y hay una cierta amnesia– está haciendo que el Gobierno se esté planteando prevenir.

¿Y en qué podría consistir esa prevención? En volver a las mascarillas en lugares en donde ahora no son obligatorias, por ejemplo, en los supermercados.

(En este momento, la mascarilla solo es obligatoria en los transportes públicos, en las consultas de los médicos y, por lo menos oficialmente, aunque todo el mundo se salta la regla, en lugares en donde no se puede mantener la distancia de seguridad).

Ayer, en el telediario de máxima audiencia de Austria, el canciller Kurz dijo estar sopesando, junto con los ministros competentes, la vuelta a la obligatoriedad de la mascarilla ¿En toda Austria? ¿Siempre? ¿En todos los lugares públicos? Pues en principio, las noticias que llegan son contradictorias. El anuncio, si se hace, se hará mañana, pero todo indica que no se va a volver a las mascarillas de manera general, sino que la obligatoriedad vendrá dictada por las circunstancias epidemiológicas de cada lugar.

¿Por qué? Aunque no se quiera decir, sobre todo por la economía. En el comercio y en la hostelería echan la culpa de la flojísima temporada, entre otras cosas, a la pérdida de calidad de lo que podríamos llamar „la experiencia del usuario“ debida a la mascarilla y, obviamente, hay presiones para que no se vuelva a implantar.

Y sin embargo, la mascarilla, como dijo el propio Kurz, puede ser necesaria para evitar una segunda ola. El propio canciller puso el ejemplo de Israel. Pocos contagios, luego unos cuantos focos, y en unos pocos días…El futuro llamando a la puerta.

Retrato de Fayzal
Después de algunos meses de paréntesis he vuelto a hacer fotos y a retratar a algunos amigos. En la imagen, Fayzal, que posó para mí hace unos diez días. Me gusta mucho cómo ha quedado esta foto (y espero que a los lectores también). Podéis encontrar más ejemplos de mi obra como fotógrafo en Instagram (fotobernalvienna)

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