¿Han encontrado científicos alemanes la clave de la vacuna?

Científicos del Hospital La Charité de Berlín han dado con algo que parece acercarnos más a la vuelta a la antigua normalidad.

24 de Septiembre.- Hace unos días explicaba en el blog las conclusiones que científicos austriacos habían obtenido del estudio de la población infectada en Reichenau an der Rax.

La conclusión más llamativa era que la mayoría de las personas jóvenes que habían sufrido versiones leves de los síntomas de la CoVid-19 no habían desarrollado anticuerpos o lo habían hecho de una manera que (quizá) no les protegería de una nueva infección.

Se trataba (se trata) de solo uno de los estudios que hay en curso a propósito del coronavirus y de la reacción que el sistema inmunológico de las personas tiene cuando se enfrenta con él.

Como sabemos, el mundo solo podrá volver a la normalidad (a la antigua normalidad) en el momento en el que se obtenga una vacuna efectiva o un remedio que permita que los enfermos no se pongan tan graves como para estar al borde de la muerte (o morir, directamente).

Hasta ahora, el camino que los científicos habían tomado para intentar lograr esto era conseguir una vacuna que hiciera que el cuerpo generase anticuerpos por sí mismo (desde que se inventaron las primeras, primitivas vacunas, contra la viruela, el principio ha sido este) sin embargo hoy se han publicado las conclusiones de otro estudio, llevado a cabo por científicos del hospital de La Charité, de Berlín, en colaboración con la farmacéutica Milteny Biotec que pueden sugerir que la solución tanto al problema de la vacuna como a la protección contra otros síntomas podría llegar por otro camino: el inverso. Esto es, en vez de esperar a que el cuerpo produzca los anticuerpos necesarios, inyectarle a los pacientes los anticuerpos. Lo que se llama una vacuna pasiva.

Los científicos de La Charité han aislado, según sus propios datos, anticuerpos „altamente eficaces“ contra el coronavirus. Son un grupo selecto de más de seiscientos anticuerpos diferentes obtenidos de la sangre de pacientes que ya han pasado la enfermedad.

Estos „superanticuerpos“ se han replicado artificialmente y se han inyectado a hamsters. Según los descubrimientos de estos científicos, los „superanticuerpos“ se unían al virus e impedían que colonizaran a las células y se multiplicaran.

Lo mejor de este descubrimiento es que estos superanticuerpos también ayudaban en el caso de que los ratones estuvieran ya infectados. Si se inyectaban en Hamsters con la infección, estos solo desarrollaban síntomas leves.

Especialmente tres de estos anticuerpos que han sido aislados son, según los científicos de La Charité, especialmente prometedores, porque podrían ayudar a los sanos, pero tambén proteger a los enfermos.

De cualquier manera, todo esto tiene un pero: normalmente, las vacunas tradicionales, las activas, una protección más duradera que las vacunas pasivas (lo cual debe de ser porque el cuerpo, en ese caso, no tiene que aprender nada).

Quizá convenga aquí recordar los tres tipos principales de vacunas con las que la Humanidad se ha estado defendiendo de los virus hasta ahora.

Vacunas basadas en patógenos muertos: se coge un determinado patógeno (por ejemplo, el virus de la viruela) se le mata y esta colección de virus muertos se inyecta en el paciente. El sistema inmunológico cree que hay un ataque y genera anticuerpos contra unos virus que son inofensivos.

-Vacunas con un patógeno vector: los virus son seres vivos extremadamente sencillos. Están hechos básicamente de una cáscara de proteína que encierra un gurruño de material genético (por eso, porque no pueden hacer nada más, los virus necesitan a nuestras células, para utilizar su infraestructura y poder multiplicarse). Para estas vacunas, se coge un virus que en el ser humano no produzca una enfermedad grave, por ejemplo, el del resfriado común y se sustituyen las proteínas de su cáscara por las proteínas características de otro virus (el coronavirus, por ejemplo). El sistema inmunológico detecta las proteínas características del virus malo y mientras tanto el cuerpo no sufre ninguna enfermedad grave.

-Vacunas basadas en el ARN: son las más nuevas y las más sofisticadas, porque consisten en que el cuerpo del paciente es el que produce su propia vacuna. ¿Cómo se hace esto? Muy fácil dicho pero muy difícilmente realizado: se cogen aquellos fragmentos del material genético de un virus que son los responsables de codificar la estructura de la capa de proteínas que forma su cáscara y se inyectan en células de grasa. Estas células de grasa „hackeadas“ se inyectan en el cuerpo del paciente y se ponen a producir dentro de él trozos de la estructura proteínica del virus que se quiera neutralizar. El cuerpo reconoce estos trozos de cáscara proteínica como elementos extraños y fabrica anticuerpos.

(Espero que se haya entendido).


Publicado

en

,

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.