PUerta del Alte Hofburg de Viena

Políticos pachuchos: Y ahora ¿Qué hacemos?

PUerta del Alte Hofburg de VienaTrump está enfermo de CoVid-19 ¿Qué implica que un político en ejercicio enferme o incluso muera? Echemos un vistazo a algunos casos austriacos.

2 de Octubre.- El día en que tuve un breve, brevísimo coloquio, con el rey jubilado, Juan Carlos, me di cuenta de hasta qué punto cualquier persona a quien estamos acostumbrados a ver por televisión aterriza para nosotros en un curioso estado que está a medio camino entre el ser humano y el dibujo animado.

Cuando, por lo que sea, los vemos en persona, como a mí me pasó con el monarca, no podemos evitar la sensación de que estamos delante de alguien que no existe del todo como existimos nosotros y que, por lo tanto, no está expuesto a los mismos percances y asechanzas de la vida.

Y sin embargo, los famosos también se ponen enfermos y, llegado el caso, también se mueren (demostrando así que su parecido con los dibujos animados y con otros entes de ficción es solamente una percepción nuestra, un curioso juego de espejos de nuestra mente).

Hoy, por ejemplo, mientras iba camino del trabajo, me he enterado de que Donald Trump y su esposa tienen la CoVid-19, que es un poco como si el ratón Mickey hubiera enfermado y se hubiera retirado a hacer cuarentena a la cueva de El Aprendiz de Brujo.

Desgraciadamente, la CoVid no afecta a los dedos pulgares, de manera que, la enfermedad del mandatario americano no va a significar que se extienda una paz celestial por el mundo, al acabarse sus tuiteos. Nos libraremos, eso sí, de verle, grosero como suele, chulesco y vulgar, faltón y macarra, por la televisión. Algo es algo. Pero ¿Y si se muere? ¿Qué pasará con la campaña electoral? Es más ¿Qué reacción tendrán los varios millones de mastuerzos que le siguen?

Una incógnita.

Mientras iba camino de la oficina me ha dado por pensar en casos de políticos austriacos que, naturalmente, sin ser pacientes „coronarios“ tuvieron percances de salud que nos enseñaron su cara más humana.

He aquí un tema para un post“, me he dicho. Y allá va.

THOMAS KLESTIL, EL PUPAS

El más pupas de los políticos austriacos fue, sin duda el pobre Thomas Klestil (Bundespresidente de la República entre 1992 y 2004). Klestil, que era un político conservador, no solo fue famoso por haber hecho saltar por los aires la imagen de la familia tradicional (lo que podríamos llamar „la sagrada familia del pajarito“) divorciándose de su mujer y casándose con la que había sido durante muchos años su secretaria -naturalmente, a fuer de político conservador no se le podían pedir grandes alardes de originalidad- sino también fue famoso por los diferentes sustos de salud que dio a lo largo de sus dos mandatos.

En 1996, durante una visita de estado a Turquía, Klestil empezó a resentirse de una neumonía atípica que había cogido como resultado de una enfermedad autoinmune. El asunto se llevó con tal discreción que los austriacos solo se enteraron de que Klestil estaba ingresado en el AKH una semana después de producirse el hecho. El día 4 de Octubre de ese año, dos semanas después del ingreso, Klestil volvió a trabajar, pero un mes más tarde estuvo ingresado otra vez aquejado de una embolia pulmonar de la que tardó tres meses en recuperarse. Mientras tanto, el bundescanciller de entonces, Franz Vranitzsky, fue el que hizo de Jefe de Estado sustituto.

El 5 de Julio de 2004, tres días antes de traspasarle los avíos del poder a su sucesor, Heinz Fischer (mi primer Bundespresi) Thomas Klestil tuvo un paro cardíaco y, a pesar de los esfuerzos de los médicos para que pudiera acudir con vida a la toma de posesión de Fischer, Thomas Klestil falleció al día siguiente de fallo multiorgánico.

Curiosamente, entre el cinco y el ocho de julio de 2004, para evitar el vacío de poder, entró en vigor el artículo 64 de la constitución (parrafo 1) con el que tuvimos ocasión de familiarizarnos durante los meses en que Esta Pequeña República estuvo sin presidente porque las elecciones se tuvieron que repetir.

Los tres presidentes del Parlamento austriaco, Andreas Khol, Thomas Prinzhorn y Barbara Prammer sustituyeron al Presidente difunto hasta que el risueño Heinz Fischer tomó posesión.

Barbara Prammer, por cierto, también falleció años más tarde en el ejercicio de su cargo.

Parlamento austriaco

BARBARA PRAMMER: MUERTE DE UNA DAMA

La señora Prammer, socialista, era una personalidad universalmente querida en Austria. En septiembre de 2013, a través de su gabinete de prensa, hizo saber que estaba enferma de gravedad pero que, a pesar de esto, seguiría ejerciendo su cargo. En los casos en que faltase, la sustituiría su vicepresidente. Pocos días más tarde, se supo que la enfermedad de Prammer era cáncer pero que seguiría ejerciendo su presidencia en el Parlamento siempre que el tratamiento se lo permitiera. Fue así hasta mayo de 2014. El día 8, aniversario del fin de la segunda guerra mundial, Barbara Prammer hizo su última aparición pública. Prammer murió en agosto de 2014 (diez años y algunos días después que Thomas Klestil, al que había sustituido) y fue merecedora de un funeral de Estado.

El último de nuestros protagonistas fue el que, sin duda, tuvo el problema de salud más súbito, más abrupto y más espectacular (si es que se puede llamar a lo que le pasó un problema de salud).

JÖRG HAIDER: UN DIFUNTO Y DOS VIUDAS

El día 11 de Octubre de 2008 yo cumplí mi tercer aniversario de vivir en Austria (era sábado, me acuerdo perfectamente). Me levanté, puse la radio y me enteré de la noticia: Jörg Haider, el político ultraderechsita que hacía tan solo unos días había protagonizado un regreso sonado a la política, se había matado al volante de su lujosísimo coche, cuando volvía, a altas horas de la madrugada, de una fiesta en la que había estado con el que entonces era su amigo más íntimo, Thomas Petzner.

Sobre la relación de Petzner y Haider corrieron los proverbiales ríos de tinta (casi tan caudalosos, a escala austriaca, como los que han corrido sobre otras ambigüedades célebres, como la que unía a Michael Jackson con la infancia y a Woody Allen con Mia Farrow). La mayoría de los medios se acogieron a la cláusula Juan Gabriel („lo que está a la vista no se comenta“) y casi todo el mundo pensó que a Petzner y a Haider les unía un amor que, como hubiera dicho Lorca, „no podía decir su nombre“.

Murmuraciones aparte, Petzner, lloroso, hizo los platós y las iglesias (lujosos funerales) y de alguna manera suplantó a la viuda oficial, la matronal Claudia Haider.

Tras la muerte del político se desató una auténtica tormenta de teorías conspiranoicas, que iban desde un atentado procedente de las propias filas o de rivales políticos hasta la participación de diversos servicios secretos.

El imperio de Haider, sobre todo en Carintia, se mantenía gracias a una cadena de relaciones de vasallaje y quid pro quos, que se desmoronó a toda velocidad después de su muerte. Algunos rescoldos de aquellos escándalos de corrupción, como la sonora quiebra del banco Hypo Alpe Adria, siguen hoy vivos (lo mismo que alguna de las teorías de la conspiración).

Algunos, en Carintia, no descartan que Haider lo fingiera todo y ahora esté jugando una partida a la brisca con Elvis y con Hitler.

https://www.facebook.com/Vienadirecto/videos/654021141919793/

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