¿Qué hacemos con las noticias falsas?

En tiempos de pandemia luchar contra las noticias falsas resulta fundamental (incluso vital, para conservar nuestra salud) ¿Qué podemos hacer como ciudadanos?

7 de Noviembre.- En estos días, levanta cierto revuelo en España una legislativa del Gobierno para luchar contra la desinformación.

En un sector, el de los medios españoles, en donde la competencia es feroz y en donde se lucha a brazo partido por el clic de los internautas (clic que depende muchas veces de la capacidad del titular de producir una reacción emocional, independientemente de la verdad que haya detrás) han sido muchas las voces que, como suele suceder, han visto en esta iniciativa legislativa un intento de censura.

En cualquier caso, dejando aparte que, en muchas ocasiones, la indignación ha venido, sobre todo, de medios no demasiado escrupulosos a la hora de manejar la información, lo cierto es que el Gobierno español lo único que ha hecho es darle forma de texto legal a directrices que ya habían sido puestas en circulación por la Comisión Europea.

Las noticias falsas: un serio problema

Las noticias falsas, y más en la era de internet, son un problema enorme que puede causar enormes perjuicios a nivel público. La difusión de noticias falsas a través de internet se ha convertido en una manera eficaz pero, sobre todo, baratísima, de influir en las opiniones públicas de los países.

Ejemplos no faltan: la llamada Alt Right americana, o sea, la extrema derecha es, casi totalmente, un fenómeno que hubiera sido imposible sin internet, como demuestra por ejemplo el crecimiento de Breitbart, al mando de su cerebro Steve Bannon (Breitbart fue uno de los artífices principales de la victoria de Donald Trump). El movimiento negacionista Q-anon, nacido al calor de la pandemia, y que los Estados Unidos estudian como un fenómeno terrorista interno de signo extremista, ha brotado de las cloacas de las redes sociales y se dedica a esparcir idioteces que encuentran sus difusores en personas (también en Europa) que no se dan cuenta de que hay unos cuantos que están ganando enormes cantidades de dinero con teorías anticientíficas que no tienen ni pies ni cabeza, pero que llevan tráfico a las webs.

Del otro lado, no es difícil encontrar la mano desintoxicadora de la Federación Rusa en procesos aparentemente (solo aparentemente) espontáneos, como el Brexit o el movimiento independentista catalán.

Fue precisamente a raiz de las campañas de desinformación de la Federación Rusa al objeto de desestabilizar Ucrania y apoderarse de la Península de Crimea cuando la Unión Europea (y, por lo tanto, Austria, como veremos más adelante) empezó a intentar atajar esta cuestión, esfuerzos que se redoblaron especialmente durante las elecciones al Parlamento Europeo del año pasado y desde que empezó a pandemia del coronavirus.

La Unión combate la desinformación a través de una unidad, llamada East Strat Comm, creada dentro del Servicio Europeo de Acción Exterior. La unidad tiene un presupuesto de casi dos millones de euros y se encarga de rebatir los bulos propagados por fuerzas exteriores, medios ligados al Kremlin y a Pekín.

En 2018 la Comisión Europea instó a los Gobiernos a diseñar sus propios planes e incluso a estudiar el apoyo financiero a un periodismo de calidad. También estableció una red de verificadores independientes.

El Parlamento Europeo también instó a los grandes gigantes de la Comunicación a que tomaran medidas contra las noticias falsas.

Durante las elecciones al Parlamento Europeo, Facebook desactivó, atención, 2200 millones de cuentas falsas y Youtube cerró más de dos millones de canales.

¿Y en Austria?

En Austria, se pueden denunciar las campañas de desinformación a través de la web del Gobierno austriaco www.onlinesichercheit.gv.at. También a través de la inciativa Safer Internet, promovida desde la Unión, pero que tiene una sucursal austriaca (www.saferinternet.at).

En esta web se dan una serie de consejos muy útiles que no me resisto a consignar aquí.

  1. Ser escéptico y aproximarse a las noticias con una sana desconfianza.

  2. Utilizar bancos de datos que almacenan y exponen noticias falsas (en España tenemos www.maldita.es, pero en Austria funcionn www.mimikama.at o www.hoaxmap.org

  3. Verificar las fuentes, o sea preguntarse de dónde vienen las informaciones, qué intereses puede haber detrás y qué objetivos puede tener alguien para que yo crea según qué cosas (que el coronavirus se cura bebiendo lejía, que las mascarillas no dejan llegar el oxígeno al “celebro”, que la pandemia es parte de un plan para inyectarnos a todos un microchip…).

  4. Controlar las fotos que acompañan a las informaciones. Por ejemplo, hoy he visto yo en Facebook un montaje (además, muy obvio) que trataba de asociar a George Soros con Greta Thurnberg).

  5. No dejar ni una sola idiotez de estas sin contestar en las redes. Las noticias falsas se combaten con noticias verdaderas. Tenemos el deber de ayudar a nuestros conciudadanos más jóvenes, por ejemplo, o a las personas mayores que quizá no estén tan duchas con internet.

  6. Denunciar rumores y noticias falsas utilizando las webs del Gobierno (en Austria www.onlinesichercheit.gv.at)

Dicho todo lo cual: unos medios de calidad son fundamentales para el mantenimiento de una democracia de calidad y una democracia de calidad se basa en un público bien informado que sea capaz de distinguir las informaciones auténticas de las falsas y establecer su propia opinión razonada sobre las cosas. Es nuestro deber como ciudadanos colaborar activamente en esto. Es un poco como ponerse bien la mascarilla: una cosa que se hace por el bien de todos.


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