Servicios del Zentralfriedhoff

Ese lugarcillo donde el alma se serena

Servicios del Zentralfriedhoff¿Cuál es ese sitio al que vamos todos los días a leer y que, sin embargo, es un gran desconocido? Hoy es su día mundial.

19 de Noviembre.- Hoy es el día mundial del WC.

ESE LUGARCILLO SERENO (Der stillen Örtchen)

Esta celebración quizá le parezca frívola a mis lectores, y sin embargo, nada más lejos de la realidad. Lo que en alemán suele conocerse por « ese lugarcillo sereno » ( stillen Örtchen) es un lujo sin el cual vive una parte demasiado grande de la Humanidad. Lo que nosotros damos por supuesto, es la utopía en muchos (repito : demasiados) lugares de la Tierra. Hasta hace muy poco, fue una utopía también en muchos lugares de mi país y nuestros padres y nuestros abuelos (o sea, una generación) han conocido todavía lo que supone hacer sus cosas en el corral o en un water conectado a una fosa séptica.

La falta de retretes decentes no solo empeora el aspecto material de la vida, sino que también es causa de un deterioro de la salubridad y de la aparición de enfermedades.

En Viena pueden verse algunos excusados sobre los que se han sentado posaderas célebres. Por ejemplo, en el Hofmobiliendepot, ese museo que, sobre todas las cosas, es un monumento a la capacidad de reciclar trastos de los austriacos, se pueden ver los retretes que utilizaban los emperadores cuando iban a la guerra (sí : los poderosos también están sujetos a esas servidumbres). Eran primorosos, forrados de terciopelo (recuerdo yo uno especialmente, forrado en color guinda) y tenían una palangana de porcelana en donde el káiser hacía popó. En Schönbrunn, sin embargo, el emperador Paco Pepe pasaba sin estos lujos y hacía sus cosas en un orinal, que luego le vaciaba su edecán. El primer cuarto de baño que se vio en aquella augusta casa, lo puso la emperatriz Zita de Borbón y Parma (y olé) nada menos que en 1916, cuando el pariente de su marido, el emperador viejo, pasó a mejor vida y por fin se pudieron hacer reformas en aquel palacio.

Retretes en el Hofmobiliendepot (foto: Paco Bernal)

Pero no es este el único lugar de Viena consagrado a ese lugar en donde se leen libros, tebeos o las etiquetas de los botes de champú (de un tiempo a esta parte, también se difunden teorías negacionistas por las redes sociales, de manera que lo que sale por arriba y lo que sale por abajo se iguala en calidad).

En el número 87 de la Mollardgasse, en los bajos (muy propio) del Instituto de Formación Profesional, se encuentra el museo vienés del WC. Repartidos por dos pisos, pueden verse casi 300 modelos de este artículo. El más antiguo es de 1889, pero es más que probable que una de las primeras cosas que hicieran los soldados de Vindobona, nada más se establecieron en lo que hoy es el distrito uno, fuera hacerse con unas letrinas comunitarias (los romanos eran, como los chinos, muy amantes de realizar este ritual en grupos ; por cierto, como no tenían papel higiénico, o bien se limpiaban con la mano, que se lavaban luego, o bien con esponjas mojadas).

Por cierto hoy también es el día mundial del hombre (o sea, de la parte masculina de nuestra especie). Para los que somos personas normales, nuestra misión hoy debería ser arrancar la masculinidad de las manos de los (y de las, que también las hay) que quieren convencernos de que ser un hombre conlleva ser agresivo, tóxico, ombligocentrista, cómplice de un sistema que no solo oprime a las mujeres, sino que también es un pésimo negocio para nosotros, los hombres. Los hombres de verdad no debemos dejarnos asustar. Ellos hacen más ruido, pero nosotros somos los que llevamos la razón. Y la razón, al final, siempre termina imponiéndose.

UN BIEN DE PRIMERA NECESIDAD

En estos tiempos en los que se pone a prueba la cantidad de cosas sin las que podemos pasar, yo tengo que hacer una confesión. Después de mucho pensarlo, he llegado a la conclusión de que yo podría pasar sin casi todo, menos sin libros.

El amor a la letra impresa es mi amor más firme y duradero,y mi fuente más inagotable de placer. Pienso, como Virginia Woolf que el cielo, si lo hay, debe de ser ese sitio en el que se pueda leer incansablemente, las veinticuatro horas del día (yo pediría también leer solo libros buenos, pero quizá ya fuera eso mucho pedir). Leer, como cuando yo leía en mi infancia, en maratones intensos que me ponían el alma y los ojoillos incandescentes.

Yo aprovecho cualquier sitio para leer y cualquier situación (y ahora, con los libros electrónicos, más) y pienso con horror en ese momento del futuro remoto en el que la edad me apee de mi hábito más constante. Qué será de mis noches, cuando la frontera del descanso no sean las páginas de un libro. Qué será de mis días si la soledad que la vejez conlleva, no se llena con la conversación de los mejores espíritus de la Historia. Qué será de mis visitas diarias al servicio (ver párrafo anterior). Qué de ratos que se volverán tiempo sin sentido.

En fin. Los que no hayan anudado desde la infancia este pacto de amor con los libros sin duda pensarán que todo esto que digo es exagerado (yo también pienso que la navidad es una chorrada, y mira, ahí sigo). Pero los que, como yo, lean apasionadamente (incluso libros atroces, como las memorias de Belén Esteban –yo las he leido-) estarán de acuerdo conmigo en que los libros son tan importantes para el alma como un buen condumio es para el cuerpo.

Cualquier restaurante, desde el chino hasta el más empingorotado, tiene la posibilidad de ofrecer sus platos para llevar. Si esto es así con los que nos alimentan el cuerpo (o sea, con cosas que, al fin y al cabo, todos podemos hacer en casa con más o menos salero), dígame usted por qué no se ofrece esta misma posibilidad a los libreros, los cuales, quod erat demonstrandum, ofrecen para el alma unas vituallas que, si bien se mira, no podemos producir en nuestra casa ( !Qué más quisiera yo que ponerme al teclado y que me saliera un Murakami o un Delibes o un Margaret Atwood !).

El confinamiento ha llevado el cierre a las librerías, a las cuales no se les ofrece, como a los restaurantes, la posibilidad de ofrecer su mercancía en puntos de recogida sin contacto físico. El gremio de libreros está que trina (porque se sienten asfixiados económicamente) y ellos y los autores de libros se han dirigido al Parlamento para que se enderece esta situación.

El Ministro Anchoa digooo Anschober ha reaccionado, « Al Trumpiano modo » vía Twitter (o sea, con más educación):

El problema –ha dicho- es que las librerías son establecimientos comerciales y la posibilidad de abrir y la indemnización por pérdida de facturación como al resto del comercio no son compatibles. Pero verificaremos la situación otra vez, para encontrar una solución » (la traducción es aproximada).

Parte de la indignación de los libreros se debe también a que el Gobierno ha considerado las armerías ( !!!) como comercios esenciales y, por lo tanto, les deja abrir (a pesar de que hay muchísimas más personas, afortunadamente, que tienen en su casa un libro que un seis tiros).

El portavoz de los libreros, Friedrich Hinterschweiger, se ha mostrado « indignado con esta desigualdad de trato ».

Los libreros han dicho que la posibilidad de recoger en las librerías los pedidos sería una manera de luchar contra los gigantes de internet (Amazon, vaya) y que sería una manera de ayudar al sector que va a necesitar, de todas maneras, ayudas del Estado debido a la pérdida de facturación y a la digitalización. Casi un tercio de la facturación de los libreros se hace en estas fechas de antes de navidad


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