B.1.1.17

¿Te has preguntado alguna vez cómo se las arreglan los científicos para encontrar una mutación ? Hoy te lo contamos. También una novedad sobre la vacuna rusa.

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21 de Enero.- Mañana, a las cuatro de la tarde, llegará el momento. Se publicará en Viena Directo el primer post que estará protegido por una palabra de paso. Será también el primer post de Viena Directo exclusivo para miembros de La Comunidad de Viena Directo.

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Hoy han comparecido ante los medios el Ministro de Sanidad austriaco, Sr. Anschober, acompañado de varios científicos. Su objetivo era informarnos a propósito de cómo ha evolucionado la situación de la pandemia desde que apareció en Austria la variante británica del virus malandrín.

Es precisamente debido a la aparición de esta nueva cepa por lo que el Ministro ha opinado que los próximos dos meses van a ser « los más difíciles de la pandemia ». Y aún ha dicho más : según su opinión, de facto, pueden darse «pandemias dentro de la pandemia ».O sea, núcleos infecciosos protagonizados por la variante británica del bicho, la cual ya está sumamente extendida por Austria.

Uno de estos núcleos infecciosos, por ejemplo, se ha detectado en Salzburgo.

A pesar de que este panorama no invita a irse de juerga, el Ministro Anschober ha explicado que hay una buena noticia (¿Cuál ¿Cuál ? Han dicho los periodistas, ansiosos, tirándose de los pelos).

-Las medidas que hemos implementado contra la versión clásica del virus también funcionan para la mutación.

-Pues vaya –han dicho los periodistas.

Anschober ha explicado que la estrategia del Gobierno contra la nueva amenaza venida de la pérfida Albión se basa en inmunizar a la población a la mayor velocidad posible (ejem), luego, en extremar la precaución (mascarillas FFP2 y distancia de seguridad y, naturalmente, en detectar lo antes posible aquellos núcleos infecciosos en donde esté presente la nueva cepa.

¿Cómo se hace esto ? Secuenciando el ADN de los virus presentes en PCRs que hayan dado positivo.

Como esto es un servicio público, al objeto de que los lectores de Viena Directo puedan fardar ante sus amistades (y hacerlo con conocimiento, no en plan cuñado) vamos a ver si explico esto un poquito.

Como ya creo que he dicho alguna vez, una de las victorias decisivas de esta batalla que estamos luchando fue obtener el genoma del virus. Genoma. Enigmática palabra para un concepto bien facilito.

Los virus (y el corona no es una excepción) son organismos muy sencillos. Se componen apenas de una cascarilla de proteínas y de un ovillo de ARN que se cobija dentro.

El ADN está compuesto por combinaciones de cuatro bases, Adenina, Timina, Guanina y Citosina (en el ARN la Citosina se ve sustituida por el Uracilo). Se suelen abreviar con cuatro letras A,T,G, C. Con estas letras se escribe el libro de instrucciones que hacen falta para que la naturaleza se construya un ser vivo. Ese libro se llama genoma.

Secuenciar el genoma de un organismo es descubrir en qué orden están colocadas las cuatro letras. Así se obtiene una línea de caracteres muy larga (en el caso del coronavirus es, si no me falla la memoria, de unos treinta y ocho mil caracteres). Cuando se ha obtenido, lo que se hace es coger el chorizo de letras de un coronavirus y se compara con el chorizo de letras de otro coronavirus sospechoso de ser una mutación. En el caso de nuestro coronavirus clásico y del coronavirus que habla con el acento de Boris Johnson, las dos cadenas de ARN se diferencian en diecisiete puntos, y por eso la mutación se llama B.1.1.17.

Aunque todo este proceso es relativamente moderno (el procedimiento, en su estado más rudimentario, data de los setenta del siglo pasado) es relativamente simple si se compara con el gigantesco logro que ha conducido a encontrar la vacuna (a partir de aquí, si hay entre el público algún « charcutero por la verdad”, le pido por favor que no siga, porque le puede explotar la cabeza). El que avisa, no es traidor.

Los científicos que buscan variaciones en la cadena de ATCU no saben qué instrucciones lleva cada tramo de la cadena de ARN. En otras palabras, es como si a mí me dieran dos libros exactamente iguales sin tapas ni títulos escritos en alfabeto cirílico y me preguntasen si son iguales o no. Trabajosamente, tendría que ir comprobando letra a letra en los dos libros (o agenciarme un ordenador que lo hiciera por mí, que es lo que han hecho los científicos).

Pues bien : para encontrar la vacuna, los científicos no solo han tenido que transcribir el orden en el que están escritas las palabras del libro sino que, siguiendo con la metáfora, han tenido que agruparlas en frases y las frases en párrafos y los párrafos en capítulos. O sea : han tenido que encontrar para qué sirve cada cachito de la cadena de ARN del coronavirus y localizar « el capítulo » en el que ponía «Así se hacen las espículas –o pinchos- de la cáscara del coronavirus ».

A pesar de que el virus malandrín es un organismo –ya lo he dicho- muy sencillo, no dejan de ser 38000 bases. Se ha podido hacer tan rápido porque no se empezaba de cero (los científicos llevaban algunos años practicando, por así decir) pero aún así, como sabe la gente de teatro, no es lo mismo un ensayo general con todo que la representación del día del estreno.

Hoy quiero terminar también con una noticia relacionada con la vacuna. Nuestros vecinos húngaros han sido los primeros de la Unión Europea en autorizar la comercialización de la vacuna rusa Sputnik. Como Viktor Orbán no da puntada sin hilo, el mandatario magiar ha aprovechado para criticar la que, a su juicio, es extrema lentitud de la Agencia Europea del Medicamento a la hora de aprobar vacunas. Otro impaciente. Como yo.


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