Sebastian Kurz

Ciencia vs. Política

Sebastian KurzUn gobierno en estado de alarma y necesitado de repuntar en sus índices de popularidad. El contraste de pareceres de dos hombres con intereses y formas de ver el mundo muy distintos. Un virus. La ciencia contra la política en su forma más evidente.

22 de Mayo.- Durante toda la pandemia, sobre a partir del momento en el que el mundo empezó a subestimar el peligro que suponía el virus, hemos asistido a una lucha entre dos grupos de intereses.

Por un lado, las tozudas e incontrovertibles verdades de la ciencia.

Ciencia que, no lo olvidemos, sigue siendo el mejor modo disponible de conocer la realidad.

Por otro lado, todo lo demás.

En ese todo lo demás han cabido y caben lo mismo los intereses económicos que los intereses políticos.

Durante la pandemia, los políticos han aprendido que tomar medidas de acuerdo con lo que dictaba la ciencia era, en muchos casos, sinónimo de tomar medidas impopulares.

La pandemia ha puesto a prueba nuestros sistemas sanitarios pero, sin duda, mucho más nuestra inteligencia colectiva.

Y, como se ha demostrado, después de casi un año y medio amplias capas de la población, por diversas razones, se niegan en rotundo a querer entender que de este asunto solo podemos salir con un esfuerzo coordinado de absolutamente todos nosotros.

Y yo me atrevería a añadir que con un esfuerzo coordinado e inteligente.

¿Qué significa en este caso ser inteligente?

En mi opinión, está clarísimo: hacer caso de las medidas que propongan los científicos y abandonar otras consideraciones.

Naturalmente, los políticos son muy sensibles al desgaste que eso supone para ellos y tratan de evitarlo de todas las maneras a su alcance.

O sea, haciendo trampas y acudiendo al optimismo para confiar en que, al final, todo salga bien.

Dicho todo esto se entenderá mejor la noticia de la que hablaré hoy.

El Gobierno austriaco, especialmente su fuerza motora, con Sebastian Kurz a la cabeza, se encuentra en estos momentos en serios apuros.

Con el canciller cercado por lo que parece ser un próximo proceso judicial y el ministro de Finanzas probablemente en el mismo camino, con el Presidente de la República llamando al orden y una ciudadanía que empieza a notar los signos evidentísimos de que al ejecutivo se le han agotado las ideas, el Gobierno de Esta Pequeña República necesita desesperadamente anotar tantos en el mustio marcador de su popularidad.

Sebastian Kurz lo tiene claro y por eso ha insinuado esta semana que, la próxima, podría ser el final de la obligación de los austriacos de llevar mascarillas.

Lo ha hecho dos días después de haber abierto el país en una desescalada cuyos resultados aún son inciertos.

Un país en donde la mayoría necesaria de la población sigue sin estar vacunada y en contra expresamente de la opinión mayoritaria de los médicos, que pedían, por lo menos, dos meses más.

Con esta insinuación, Sebastian Kurz trataba de suplir con audacia y desparpajo lo que le falta (evidentísimamente) de conocimientos científicos.

Inmediatamente, el Ministro de Sanidad, Mückstein, ha salido el paso de las afirmaciones del canciller y ha dicho, con una contundencia bastante atípica en Centroeuropa, que las considera „prescindibles“.

La valoración de Mückstein, que es médico, sobre las afirmaciones del canciller, que terminó el bachillerato y no tiene más estudios que los de la Universidad de la Vida (y mucha gramática parda) han sentado muy mal en la parte conservadora del Gobierno.

No ha sido Sebastian Kurz quien ha salido a defenderse (no hubiera podido sin ponerse más en evidencia) sino la ministra de turismo, Sra. Köstinger.

Köstinger se ha mostrado perpleja de que Mückstein haya optado por defender lo que puede ver cualquiera con dos dedos de frente y no haya intentado salvar la popularidad de un Gobierno que parece abocado a naufragar como muy tarde después del verano.


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