Los documentales ya no son lo que eran

Dos virólogos, dos figuras de talla internacional y prestigio indiscutible, han dado su opinión muy contraria a las vacunas en un documental. Emoción, intriga, dolor de barriga.

7 de Septiembre.- A principios del siglo pasado el cine superó su etapa como curiosidad científica.

En aquella infancia de las imágenes en movimiento, los obreros que se pasaban doce horas en las fábricas no querían, como es lógico, que les recordasen su miseria. Querían, sobre todo, reirse y que les contasen cuentos. Y a ser posible, unos cuentos que no fueran muy difíciles de entender y terminasen en boda.

Después de la segunda guerra mundial, la burguesía descubrió el cine como arma intelectual.

Así, entre 1920 y 1930 nació un género que pretendía justificar el interés, un poco culpable, que los pudientes tenían por lo que, hasta entonces, había sido un entretenimiento para gente sin grandes exigencias intelectuales: el documental.

Desde Nanuk el esquimal (1922) que es considerado como el primer documental de la historia, las películas que cuentan cosas del mundo han tenido un aura de prestigio. Hasta, diría yo, la aparición de Amazon Prime y de Netflix, el territorio del documental estaba muy determinado y el nivel de calidad que el espectador exigía cuando una película era vendida como documental era muy alto. El documental era minoritario, selecto y, sobre todo, se esperaba de él que fuera más o menos riguroso, que dijera « la verdad » (or whatever that means). Que « documentase » un aspecto de la realidad tal y como es.

La irrupción de las distribuidoras de películas por internet trajo dos cosas : en primer lugar, una gran necesidad de material (la morralla que nos sirve Netflix) y dos, la necesidad de vender/prestigiar de alguna manera cierto tipo de productos muy baratos en su concepción y en su realización y destinados a rellenar horas de streaming. ¿Y cómo ? Naturalmente : llamándoles documentales.

La etiqueta, otrora prestigiosa, ha pasado a denominar artefactos muy alejados de la seriedad. Por poner un ejemplo : una especie de reportaje alargado sobre la vida de Rocío Carrasco, la hija de Rocío Jurado es vendido por la cadena que lo ha pagado como un « documental ».

Como no podía ser de otra forma, pronto surgieron este tipo de churros también sobre el coronavirus. Cuando aparecieron, en lo más barato de YouTube (que ya, de por sí,es barato), estos « documentales » eran piezas de aficionados montadas con mucho vídeo de Pixabay y con unas voces en off a medio camino entre el satanismo y la esquizofrenia, que predecían el apocalipsis para pasado mañana. Mencionaban a ignaros matasanos o, peor, los sacaban llorando amargamente mirando a cámara mientras decían que nuestros hijos morirían sin remedio si llevaban mascarillas o que nos saldrían pelos en las palmas de las manos sin nos pinchábamos cosas malas.

Eran productos marginales, underground, en los que se trabajaba mucho la asociación « documental » = « hecho real », sobre todo para los que, como pasa con la mayoría de los negacionistas, tienen serias dificultades para distinguir la realidad de la ficción.

Sin embargo el género de la « docuficción » (aunque parezca una contradicción en los términos) ha dado su salto al mainstream. Este fin de semana, se ha estrenado el tráiler de « Otra libertad » (Eine Andere Freiheit) dirigido por una pareja de austriacos, Patricia Josefine Marchart y Georg Sabransky. La coartada argumental son los supuestos peligros de las vacunas para los niños. La película hubiera pasado a engrosar la lista de productos de consumo rápido y olvido aún más veloz si no hubiera sido porque dos prestigiosos virólogos, dos profesionales de la medicina de fama indiscutible, aceptaron dar su opinión, muy contraria a las vacunas. Se trata de Til Schweiger, ídolo del cine familiar germano (llegó a terminar el bachillerato y luego colgó los libros de texto para hacerse cómico) y Nina Proll (la misma formación especializada, ejem).

O sea, desde el punto de vista del arte, bien. Desde el punto de vista de la ciencia y la medicina, dos pelagatos.

Tanto Pröll como Schweiger, desde su estatus de personas conocidas, son los abanderados del negacionismo germanoparlante. Uno, en Alemania y otra en Austria.

Por sus manifestaciones en…Bueno, en eso que han hecho, a los dos les « han llovido » las críticas (con razón). Las más suaves, en el sentido de que las personas conocidas tienen el deber de resultar « ejemplares » (algunos se toman este deber de ejemplaridad con cierto relax) ; las críticas más duras (las de los médicos) dicen que semejantes irresponsabilidades dichas por personas conocidas, cuestan vidas humanas.

En esto volvemos a la distinción con la que, constantemente, nos topamos desde hace un año y medio. Efectivamente : todas las opiniones son respetables, pero eso no significa de ninguna manera que todas las opiniones sean igual de válidas. En tanto que ciudadanos, Nina Pröll y Til Schweiger pueden decir lo que les parezca bien (!Faltaría más!) pero su opinión no tiene ningún peso (solo para los tontos) si se compara con opiniones de médicos y sanitarios.


Publicado

en

,

por

Etiquetas:

Comentarios

Una respuesta a «Los documentales ya no son lo que eran»

  1. Avatar de Gustavo Solano
    Gustavo Solano

    Muy bien por lo que concierne a la ciencia y la salud
    Estas personas no pueden ser irresponsables dando opiniones causando dudas sin fundamento científico
    Buena esa Paco

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.