“Frenk” is not “beck”

La conciencia ecológica del mundo cumple 5 décadas de vida y los medios austriacos ayer hicieron un ridi espantoso creyéndose un bulo fácilmente comprobable.

15 de Septiembre.- Cuando yo era un crío, en la tele de mi casa no se veía el cincuenta por ciento de la televisión. El asunto era más grave para la franja de edad a la que entonces yo pertenecía (preescolar) porque la segunda cadena (entonces conocida como UHF) era la que se usaba para transmitir los dibujos animados de Hanna Barbera. Qué situación. Así que yo me bajaba a casa de mis tíos (un piso por debajo del nuestro) y, mientras mi prima Yolanda hacía primorosos dibujos, yo veía en la tele a Leoncio y Tristón o a Don Gato o las aventuras de La Gata Loca. Entre medias, RTVE emitía unos cortometrajes que estaba obligada a emitir por ser parte de la UER, y que eran un rollo porque la gente hablaba „en extranjero“. En ellos, salía mucho un barco en el que iban unos locos que se dedicaban a impedir que matasen a las ballenas, o que se subían a las plataformas petrolíferas del Mar del Norte argumentando que la industria del crudo estaba cargándose el planeta.

El barco se llamaba Rainbow Warrior (los tiesos locutores de aquella decían, con acento de Valladolid, „reimbou guarrior“) y la organización a la que pertenecían aquellos locos que se habían dado cuenta ya de lo que nosotros hemos tardado décadas en descubrir, se llamaba Greenpeace.

Hoy, esa organización cumple cinco décadas de vida. Cinco décadas tratando -sin mucho éxito hasta el momento, por lo menos con burricalvos como Donald Trump- de darle un trastazo al mundo para que despierte y se dé cuenta y haga algo para evitar el suicidio colectivo que supone ciscarse en la madre Tierra.

Sin Greenpeace y sus admirables acciones (admirables por valientes, admirables por pioneras, admirables por todos los conceptos) el mundo seguiría en la inopia y hay que reconocer que gracias a Greenpeace y a otros como ellos, el mundo es hoy un lugar mejor.

Lo que en 1971 parecía una locura hoy se ha revelado como el único camino posible para dejarles a los futuros terrícolas por lo menos la esperanza de que vivirán en un planeta en el que merecerá la pena existir.

Así pues, felicidades Greenpeace y a seguir manteniendo bien alto el pabellón del arcoiris.

Pero hoy, se ha hablado en Austria mucho más de otra cosa (!Ya hubiera sido mucho que se hubiera hablado de ecología!).

Ayer, llegó a las redacciones de los medios más importantes de EPR un e-mail de apariencia inocente en el que, un supuesto portavoz del equipo de prensa de Frank Stronach anunciaba a bombo y platillo que el anciano empresario y frustrado político quería entrar en la carrera por la presidencia austriaca. Carrera, por cierto, con la que nos ocuparemos si Dios quiere a lo largo de 2022 (esperemos que sea menos accidentada que la última vez).

En fin: cómo será la fe que la gente tiene en la sensatez del empresario austro-canadiense que todo el mundo le dio pábulo a este anuncio.

Se escribieron -y se publicaron- artículos sesudos en los que se mencionaba (con intención) la provecta edad del candidato (89) y se explicaban los requisitos que tendría que cumplir para poder presentar su candidatura oficialmente. Que si tantos y tantos apoyos, que si esto, que si lo otro. Hasta la agencia de noticias APA dio por cierta la noticia y emitió el correspondiente suelto.

En el mail del supuesto portavoz de Stronach había un link a una página web en la que también podía leerse una supuesta entrevista con el millonario, en la que este decía que venía a „renovar“ Austria y apostaba por la ecología, la digitalización y qué sé yo qué cosas.

La gente de la calle, haciendo gala quizá de un poquito de edadismo, no pudo contener sus ganas de cachondeo. Recordarán quizá los lectores de Viena Directo que Frank Stronach tuvo su propio partido, el Team Stronach, el cual terminó como el rosario de la aurora cuando su principal impulsor se dio cuenta de que, en Austria, no bastaba solo con tener dinero para poder entrar en política -también hay que reconocer que se rodeó de los desechos de tienta de todos los demás partidos-. Tras dejarse protagonizar sin camiseta para competir con Strache (también en plan putinesco) y protagonizar en la ORF una de las entrevistas más surrealistas que se recuerdan -Armin Wolf intentando hacerle entrar en razón y él diciendo un disparate detrás de otro con un acento que recordaba al de San Laurel y Oliver Hardy- Frank Stronach se cansó, cerró el grifo de los fondos y se volvió al Canadá.

Frank Stronach
Mr. Stronach luciendo palmito (o así). Foto: Kurier

Al final, todo ha resultado un bulo preparado concienzudamente por la web de humor Die Tagespresse (una especie de versión austriaca de El Mundo Today), ni la agencia APA ni los medios que publicaron la noticia, se molestaron en contrastarla.

Con llamar a Stronach, hubiera valido.


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