Nunca llueven ciudadanas honorarias a gusto de todos

Elfriede Jelinek, ganadora austriaca del premio Nóbel de Literatura, ha sido distinguida con la ciudadanía honoraria de Viena. No le ha gustado a todo el mundo.

23 de Septiembre.- Cuando mis lectores estén echándole un vistazo a este texto, yo estaré sentado en la sede del Instituto Cervantes de Viena, charlando con Fernando Aramburu, el conocidísimo autor de « Patria ». Para salir con bien del trance, les pido a mis lectores que le recen a la virhensita del Coromoto y que me deseen Alles Gute. Herr Aramburu ha venido a Viena a presentar su última obra publicada, Los Vencejos –me pregunto cómo lo llevan en Alemania, en donde vive, para decir su apellido, aprovecharé para preguntárselo-.

Mientras nos enteramos de si Herbert Kickl se ha vacunado o no, aprovecharemos hoy para hablar de otra persona famosa. Una mujer a la que uno de sus amigos definió como « una princesa extraterrestre que hubiera venido a pasar sus vacaciones a la tierra ». Tenga usted amigos para esto. Supongo que, en la intimidad, sus amigos (a pesar de todo parece que tiene muchos) le dirán :

-Elfi, chiqui, eres más rara que un perro verde.

Frau Jelinek, aparte de haber ganado el Nóbel, tiene otros puntos curiosos en su biografía. Por ejemplo, que siendo una chiquilla, sus padres se dijeron :

-Olga, yo creo que la cría nos ha salido un poco rarilla.

-!Qué cosas tienes, Friedrich!

-Se pasa el día escribiendo. No puede ser normal.

-Igual algún día le dan el premio Noble ese.

-Se dice Nóbel. Vamos a llevarla al médico, a ver si por lo menos le quita la cara de pasmo esa que tiene, que se pasa el día papando moscas.

Dicho y hecho. La llevaron al médico y la trató el doctor Asperger. De acuerdo con lo que se ha sabido después, suerte tuvo de sobrevivir al tratamiento, porque Asperger era muy de librar a la seguridad social de costes que él consideraba innecesarios (ejem).

Otra particularidad de Elfriede Jelinek, aparte de su talento literario fuera de toda duda, les llamará la atención sobre todo a mis lectores celtíberos, y es que se da un aire a la artista antes conocida como Tamara (hoy, Yurena). La del No cambié, no cambié, no cambié.

La traigo hoy a estas páginas porque Frau Jelinek ha sido nombrada ciudadana de honor por la capital de los valses. Jelinek, por cierto, nació en una ciudad de Estiria que lleva el eufónico nombre de Mürzzuschlag en 1946 (el día 20 de octubre, frau Jelinek cumplirá 75).

La distinción concedida a Elfriede Jelinek no le ha venido bien a la ultraderecha vienesa, que ha protestado argumentando que la autora, entre otras de, La Pianista, era una «odiadora de Austria ». Además, según el portavoz de cultura ( !De cultura!) del FPÖ, durante la guerra fría Elfriede Jelinek fue miembra del KPÖ, o sea del Partido Comunista austriaco, el cual era una filial del Partido Comunista de la Unión Soviética. Y ya sabemos lo que era la Unión Soviética (más o menos lo que Rusia ahora, solo que con la Rusia de ahora el FPÖ tiene, como es sabido, pocos problemas).

Los ultraderechistas también le reprochan a la mujer el haber prohibido la representación de sus obras en Viena cuando los resultados electorales no eran de su gusto (por ejemplo, cuando el FPÖ entraba en el Gobierno). O sea, que no la pueden ver ni en pintura. La enemiga que le tienen data de antiguo. El primer eslógan de la ultraderecha contra Elfriede Jelinek data de 1996.

La entrega de esta distinción será en un círculo íntimo y se ha votado en un pleno al que no estaba permitida la entrada de público (siempre es así).

La ciudad de Viena no es especialmente pródiga conceciendo estas ciudadanías honoris causa. En las últimas dos décadas, solo 13 personas han sido honradas con esta distinción. El último, Hugo Portisch, en 2018.


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