Un vestigio nazi en pleno centro de Viena

En pleno centro de Viena hay un vestigio nacionalsocialista en el que nadie había reparado hasta hace poco ¿Qué hacer con este lunar que afea la tersa faz de Viena?

14 de Octubre.- Hace dos días se conmemoraba en España la Fiesta Nacional, también conocida como Día de la Hispanidad o Día de la Raza.

Como suele suceder todos los años de un tiempo a esta parte, se enfrentan dos tipos de estupideces claramente diferenciadas.

La primera, es la que insiste en que el grupo plurinacional de europeos al que, por comodidad, suele conocerse como „los españoles“ llegaron a América para destruir lo que era un edén que vivía en una inocencia adánica en armonía con la Pachamama.

La segunda, reacción a esta, es que el grupo plurinacional de mercenarios al que, por comodidad, pereza y otras cosas, suele llamarse „los españoles“ (aunque, en aquella época, no eran tales, porque España no existía como tal y, por lo tanto no podía ser consciente de sí misma) llegaron a un lugar en que solo existía el atraso y, con ellos, trajeron inventos tan prácticos como por ejemplo la lengua castellana, al objeto de que todos pudiéramos entendernos.

Cualquier persona bien informada no puede estar de acuerdo ni con unos ni con los otros, por razones cuya explicación excede con mucho los límites de este artículo (en extensión y en temática).

Ambas estupideces confluyen en una cosa: en su falta de la más mínima intención de hacer un relato de la Historia como lo que es: un proceso sucio, no planificado y que muchas veces se mueve en los matices del gris (!Con lo cómodo que es el blanco y negro!). Y, por supuesto, en la contumacia en aplicar criterios del siglo XXI a comportamientos del siglo XV.

Ambas estupideces coinciden también en otra cosa: en su pretensión de que el imperio colonial español fue una cosa excepcional en la Historia. Desafortunadamente, no ha sido así. Sin embargo, el hecho de haber sido los primeros quizá lleve a los españoles a tener una relación un poco rara con su memoria histórica que desgraciadamente, seguimos sufriendo.

Para demostrar que en todas partes cuecen habas, traigo aquí un ejemplito de Austria.

Foto: Christine Riessing (www.derstandard.at)

En un punto muy céntrico de esta capital que el Danubio riega con sus cantarinas linfas, a pocos pasos de Karlsplatz y detrás de la TU, hay una casa que fue construida entre 1937 y 1939. Por milagro, su fachada ha sobrevivido a la piqueta y a las bombas y, quizá porque, al tenerlo delante de las narices todo el mundo ha terminado obviándolo, ha sobrevivido un vestigio del nazismo.

Se trata de un mural en el que aparecen tres hombres y una frase: „Solo hay una aristocracia, la aristocracia del trabajo“.

El caso es un poco el mismo de aquel discurso de Hitler que apareció en una Gemeindebau. Todo el mundo pasaba por delante todos los días, pero nadie se había molestado en pararse a leer.

El nacionalsocialismo connotaba el no trabajar como un vicio típicamente judío. Existe abundante literatura científica a propósito de esto. Se trataba de oponer a los trabajadores, fortachones y rubiales, útiles para el cuerpo de la Volk, con aquellas personas que no trabajaban con sus manos y que llevaban una vida ociosa (especialmente los indivíduos de ascendencia hebrea que, en la asquerosa imaginería nazi, siempre son presentados como parásitos que se aprovechaban de la sociedad „aria“).

El grupo socialdemócrata en el ayuntamiento vienés, junto con los verdes, ha presentado una moción para que la cita y el mural se contextualicen mediante el correspondiente cartel informativo.

Se ha sabido que, como está mandado, el ayuntamiento ya se ha puesto en contacto con la empresa propietaria del edificio, para llegar a un acuerdo sobre este vestigio de un pasado que conviene ser recordado, porque ya se sabe que los pueblos que olvidan su historia están condenados etcétera etcétera.

No es el primer intento. En 2020, se contactó por primera vez con los propietarios del edificio, pero estos contactos (por la pandemia sería) no llegaron a buen fin, y el mosaico se quedó descontextualizado.

Los propietarios de la casa ya han expresado su voluntad de encontrar una solución rápida. Las cosas de la memoria histórica, desgraciadamente, suelen ir despacio.


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