Un análisis del negacionismo (2): La pandemia vista por un niño de ocho años

Se suele pensar que el negacionismo es irracional. No es así. También se pueden distinguir fases en su evolución.

La primera parte de esta serie está aquí.

30 de Noviembre.- Es posible distinguir varias frases en eso que, por comodidad, hemos dado en llamar „el negacionismo“.

Entiéndase bien que estas fases han sido, grosso modo, secuenciales, aunque no siempre. A nada que se observa con cierta atención el fenómeno se puede ver también una cierta recurrencia y una tendencia a la combinación y a la recombinación, como veremos un poco más adelante.

A: PRIMERA FASE: EL NEGACIONISMO „DURO“. LA ÉPOCA DE „EL CORONAVIRUS NO EXISTE“

La primera fase, la del negacionismo puro, fue la de la negación de la mera existencia del virus.

Esta fase de negación, comprensible desde el punto de vista social, y equivalente a la que experimenta un indivíduo sometido a un trauma muy fuerte, se basaba en varios axiomas que aparecían y desaparecían o que se manifestaban simultáneamente.

Del principal „El coronavirus no existe“ colgaban otros secundarios, a modo de derivadas que, ayudadas por una cierta tendencia al pensamiento mágico, trataban de explicar el hecho innegable de que había cientos de miles de personas en el mundo que, a pesar de todo, enfermaban y morían.

Algunos de estos axiomas, por cierto, sobreviven hoy en la tercera fase del negacionismo, el „antivacunismo“.

Veamos:

Puesto que el coronavirus no existe, las personas que mueren no pueden hacerlo de coronavirus, sino de otras enfermedades que, interesadamente, se califican de CoVid“.

O este:

Puesto que el coronavirus no existe, la enfermedad llamada CoVid no puede ser más que una variedad de otra ya conocida o una enfermedad ya conocida: la gripe. De lo que se deduce que coronavirus y gripe son lo mismo“.

(Este axioma, por cierto, se recicló en la siguiente fase del negacionismo, la del „no-es-para-tantismo“)

Se tiende a pensar que el negacionismo es irracional. Y aunque es cierto que lo es, en el sentido de no se atiene a lo que podríamos llamar „la realidad cientifica verificable“ no lo es en el sentido de que sus mecanismos sean arbitrarios.

Los negacionistas razonan.

No razonan „bien“ pero en sus delirios hay una lógica, como me esforzaré en intentar demostrar a continuación.

Cualquiera de las dos proposiciones que citaba más arriba u otras parecidas, planteadas, por ejemplo a un niño de ocho, o nueve años, un niño que tuviera ya la capacidad de construir hipótesis y razonar, conllevaría inmediatamente dos preguntas:

¿Cómo? O sea, ¿De qué procedimientos se han valido aquellas personas que está interesadas en imponer a la Humanidad una mentira para sostener esa mentira?

¿Para qué? O sea ¿Para qué querría nadie imponerle al mundo una mentira de estas características?

Antes de responder a las dos preguntas, y a riesgo de resultar repetitivo, creo que es necesario recalcar dos cosas: el negacionismo, en sus diferentes manifestaciones y matices (por ejemplo, las atribuibles al país) es absolutamente inseparable de una desconfianza, de raíz claramente anglosajona, hacia las instituciones del Estado, hacia lo público, visto como un factor de opresión sobre el la voluntad del indivíduo.

Y dos: pido al lector que no pierda de vista que el negacionismo es, ante todo y sobre todo, un movimiento compuesto de personas que se mueven en un analfabetismo funcional que les lleva a tener serios problemas para tratar con la complejidad y, por lo tanto, con la realidad de las cosas.

El analfabetismo, total o funcional, supone una limitación a la hora de moverse por el mundo. El analfabeto es incapaz de saber si le están engañando y, por lo tanto está, constantemente, a la defensiva.

En otras palabras: para un analfabeto de este tipo, todo el mundo es culpable de intentar engañarle hasta que se demuestre lo contrario.

Mañana: La fiesta de cumpleaños imposible.


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Comentarios

2 respuestas a «Un análisis del negacionismo (2): La pandemia vista por un niño de ocho años»

  1. Avatar de Pablo Calzado López
    Pablo Calzado López

    Buenas Paco, un gusto saludarte.

    Vaya por delante que yo no soy negacionista del virus ni antivacunas (estoy deseando que me caiga la tercera de una vez). Suelo leerte diario, o casi. A veces estoy de acuerdo contigo, y otras un poco a medias, pero ante todo siempre encuentro tus puntos respetables.

    Pero hoy sí has escrito algo que me ha dejado sobre todo con incertidumbre: ¿de dónde sale que la desconfianza hacia las instituciones son de raiz anglosajona? ¿Acaso nuestras propias instituciones españolas (no hablo de otros lugares, porque no conozco tanto) se han ganado la confianza del pueblo en muchas ocasiones? Creo que muchas cosas se hicieron bien, digamos, en la transición. Pero pongámonos desde los noventa para ahora, es decir, desde la última época de Felipe (los Gal, los Fondos Reservados, Roldán, etc.).

    Después de ese vino la administración Aznar (ejem). Después la de Zapatero (ejem, ejem). Después la de Rajoy (Aznar Segunda Parte). Y ahora el de la Tesis acompañado de los de Iglesias (ejem, ejem, ejem). Después de todo ese periplo, ¿no puede haber cierta desconfianza de la instituciones sin estar influenciados por nadie externo?

    Saludos muy cordiales.

    1. Avatar de Paco Bernal
      Paco Bernal

      Hola Pablo! Muchas gracias por tu comentario. Te he escrito un e-mail. Un saludo muy cordial también para ti.

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