ESPECIAL: Estos son todos los cambios en el Gobierno austriaco

La mañana no ha dado tregua y aún a estas horas se suceden las noticias y los cambios. Un resumen de lo que ha pasado hasta ahora y sus implicaciones, aquí.

3 de Diciembre.- La mañana de hoy viernes ha sido frenética en los pasillos del poder vieneses. Han pasado muchas cosas. Aquí las resumiremos un poquito.

Los consultores llaman los viernes

Hay una vieja regla en el mundo empresarial que dice que las medidas desagradables (despidos) hay que tomarlas los viernes, al objeto de que haya dos días festivos de por medio durante los cuales los afectados puedan digerir la situación.

El Partido Popular austriaco es, ante todo, el partido en el que están todos aquellos que son empresarios o quisieran serlo (esos que suelen llamarse ahora „emprendedores“), de manera que era predecible que, para abordar una crisis de tanto calado como la que estamos observando desde ayer a las 11:30 de la mañana, se atendrían a este viejo (y práctico) modo de hacer las cosas.

¿Qué ha pasado hasta ahora?

Ayer, a las once y media de la mañana, el que fuera el chico de oro de la derecha austriaca decidió retirarse de todos sus cargos. Oficialmente, para ocuparse de su familia y luego „Dios dirá“ (es obvio que tiene ya un trabajo, pero bueno). Durante esa rueda de prensa, Sebastian Kurz, „refundador“ del Partido Popular austriaco, confesó que se le había marchitado el clavel del entusiasmo y que se había sentido „perseguido“ en estos últimos meses.

Mientras sus fanas (y, por lo menos, un diez por ciento de sus fanes) ahogaban los sollozos y mascaban pañuelos, Sebastian Kurz, como Bustamante en sus mejores tiempos, dijo „no ser un supermán“ (solo un hombre muy sencillo que te quiere enamorar) y que estaba seguro de que la vida le daría la oportunidad de defenderse y de demostrar que las acusaciones de corrupción que pesan sobre él son infundios.

Inmediatamente, se puso en marcha el mecanismo de desmantelamiento de lo que se ha venido llamando „sistema Kurz“.

Sus principales piezas (figuras políticas crecidas al calor del ex canciller) empezaron a caer.

El primero, Alexander Schallenberg, el canciller fugaz (52 días en el cargo). Terminada la misión de calentarle el sitio a Kurz, Schallenberg, que nunca estuvo demasiado cómodo, vuelve a la base (como ahora veremos).

A eso de las nueve de la noche (una hora muy intempestiva, se mire por donde se mire) dimitía también otra pieza importante del sistema Kurz: Gernot Blümel.

Blümel, ministro de finanzas, jefe del Partido Popular en Viena, amigo íntimo de Sebastian Kurz, era uno de los políticos austriacos en una posición más vulnerable. Cercado también por los casos de corrupción, llevaba funcionando más o menos en piloto automático desde la presentación (muy accidentada, muy dura, muy hosca) de las últimas cuentas del Estado austriaco.

Llevaba meses buscando una excusa para irse y, ayer, Kurz se la dio.

Su dimisión cogió a todo su entorno cercano muy de sorpresa. Sus colaboradores (eso dicen) se enteraron por la televisión.

Y así, con la triple dimisión, nos fuimos a la cama.

¿Qué ha pasado hoy?

Poco después de que Kurz cantase las bondades de la paternidad responsable („me voy a recoger a mi novia y a mi churumbel al hospital“) los „barones“ del Partido Popular austriaco emprendieron viaje hacia Viena, al objeto de poder reunirse hoy en la sede del Partido Popular austriaco y ocupar el vacío de poder que la marcha de Kurz y de sus más fieles (todos en puestos clave) había provocado.

El „reinado“ de Sebastian Kurz habia tenido como efecto que las voces de los barones parecieran (solo parecieran) haberse apaciguado. La marcha de Kurz, como se ha demostrado a lo largo de la mañana de hoy, ha vuelto a reactivar esas voces que han vuelto (!Y cómo!) a poner orden.

Por partes:

Para sustituir a Alexander Schallenberg, ha entrado Karl Nehammer.

Nehammer ha sido, hasta ahora, Ministro del Interior y sus raíces políticas están, como las de muchas de las personas de las que hablaremos hoy, en una de las sucursales más fuertes del Partido Popular austriaco, la de Baja Austria.

Después del escándalo de Ibiza, a Karl Nehammer le tocó bailar con una de las chicas menos agraciadas de la discoteca.

Su predecesor en el cargo, Herbert Kickl, había dejado el Ministerio del Interior y muchos de los organismos que penden de él, hechos un solar. Una de las tareas de Nehammer fue devolver muchas cosas a su ser natural, empezando por desmantelar los primeros balbuceos de una policía paralela que Herbert Kickl, en su megalomanía, había fundado.

Otra tarea titánica en la que Nehammer ha tenido cierto éxito (aunque aún sea pronto para decirlo) ha sido la de la refundación de los servicios secretos austriacos.

Recordará el lector que, en un movimiento sorprendente y ante la perplejidad general, Herbert Kickl procedió a la voladura de esta parte tan delicada del sistema austriaco y que esa voladura tuvo como consecuencia, por ejemplo, que se interrumpiesen las que, hasta aquel momento, habían sido fluidas relaciones entre los servicios secretos austriacos y los de los países limítrofes.

Esto, y la falta de personal (además de los errores humanos, inexcusables) fueron el origen del atentado islamista de hace un año, que escapó del radar de la policía austriaca.

Nehammer pasa por ser un tipo sin mucha imaginación, aunque constante y amante de los planes a largo plazo (le llaman „el general“).

Será el nuevo canciller (el sexto, si no me falla la memoria) en cuatro años.

La misión que se ha impuesto (ambiciosa) es la de cerrar el foso que hay abierto en el centro de la sociedad austriaca en muchos temas (en el de la vacunación obligatoria, por ejemplo, que no es menor). Su meta es devolver al Partido Popular a la senda de las valoraciones positivas de intención de voto y, aunque todo el mundo sabe que recuperar el 37% de Sebastian Kurz es un imposible, sí llevar al Partido a una posición lo más favorable posible para poder negociar nuevas coaliciones (no necesariamente con los verdes) después de unas elecciones que, si bien no serán próximas en el tiempo, si que se dan como inevitables.

Su recambio como nuevo Ministro del Interior se llama Gerhard Karner.

También procede de la cantera de Baja Austria y es un político veteranísimo dentro del Partido Popular austriaco. Su carrera ha ido escalando desde la política municipal a la regional y luego a la nacional. Lento pero seguro. Durante mucho tiempo fue el jefe de prensa del Ministro Ernst Strasser.

Gerhard Karner es, lo mismo que Sebastian Kurz, un hombre muy próximo a Erwin Pröll, una de las vacas sagradas del conservadurismo austriaco el cual, desde la sombra, hace y deshace, y sin cuya voluntad no se mueve en el ÖVP ni un clip.

Karner pasa por ser un experto en comunicación y el artífice de las sucesivas victorias electorales de Erwin Pröll, las cuales fueron durante mucho tiempo las pocas alegrias electorales que el Partido Popular podía escribir en su cuenta de resultados.

El amo de las finanzas austriacas, en sustitución de Gernot Blümel, será el hasta ahora secretario de Estado Margnus Brunner.

Brunner es de Vorarlberg y ha sido secretario de estado en el Ministerio de Infraestructuras (también adjunto a la presidencia de la Federación de Tenis austriaca). Voralberg no es una de las federaciones con más peso dentro del partido conservador austriaco y ese pecado original (que no es suyo) quizá haya evitado que su carrera haya sido tan fulgurante como otros le auguraban.

Brunner pasa por ser un hombre elocuente, por tener sentido del humor (le va a hacer falta) y por ser una persona de firmes convicciones.

Cierta confusión ha habido en torno a la marcha del Ministro de Educación Fassmann (el Ministro más largo del Gobierno, como todos sabemos).

Fassman puso ayer su cargo a disposición del partido conservador austriaco y el partido, según parece, le dijo que vale, que gracias, que se lo quedaba y que ya si eso no hacía falta que fuera a trabajar hoy.

Sin embargo, desde fuentes de los conservadores austriacos se insiste en que Fassmann se ha marchado voluntariamente.

(Mientras escribo estas líneas, Fassmann, „agradecido y emocionado“ está dando una rueda de prensa para despedirse).

Sea como fuere, le sustituirá el rector de la Universidad de Graz, Martin Polaschek que es investigador e historiador del derecho.

A él le tocará librar una de las batallas más duras del Gobierno, como es la de gestionar la procelosa relación entre las escuelas y el coronavirus, que tantos dolores de cabeza va a seguir dándonos a todos.

Para terminar como empezamos, Alexander Schallenberg volverá a ser Ministro de Exteriores. El actual, Lenhart, el cual dejó París para acudir al rescate cuando le llamaron, no tiene destino conocido (de momento).

Aún hoy por la mañana (el pobre) decía que él había venido a servir a la República. A ver a dónde le mandan ahora.


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