Foto Neoteo
El síndrome de Frink
Para N. y B. en agradecimiento por las risas del sábado
ATENCIÓN: ALARMA SANITARIA: La prestigiosa revista The Lancet ha publicado en su último número los síntomas que permiten descubrir si una persona padece el síndrome de Frink por exceso de adaptación a la vida austriaca.
Se conocen casos de inocentes expatriados procedentes de los países mediterráneos que han cambiado completamente su manera de ser.
Según los parámetros publicados en The Lancet, y que nos atrevemos a citar aquí por su interés para la salud pública, padeces el Síndrome de Frink:
-Cuando te resulta habitual que señores con toda la barba (y aún diría más: con todo el vello púbico) acudan a los concursos de la tele en pantalones cortos de cuero con tirantes bordados de florecitas (aunque sea su traje regional).
-Cuando empiezas a notar que que tus gustos musicales se detienen en Hotel California de los Eagles (que es lo más moderno que pinchan en Radio Arabella).
-Cuando te preguntan por Mika y sólo se te ocurre pensar en los tres componentes del granito (Cuarzo, feldespato e ídem)
Mika. Foto: musicglob.com
-Cuando abres el Seiten Blicke (una especie de diezmi local) y todos los actores que no han salido en una película antes de 1995 te son absolutamente desconocidos.
-Cuando te acostumbras a que la realidad esté tan acolchadita como el parquecito de juegos de un niño pequeño para evitar cualquier subida imprevista de adrenalina.
-Cuando deja de chirriarte la perfección de los pueblecitos austríacos (tan cercana a la falta de personalidad).
-Cuando deja de molestarte la insistencia aborigen en hablar de dinero y mencionar, junto con cualquier objeto, su precio. Item más: cuando deja de parecerte una falta de educación intolerable que te pregunten cuánto ganas.
-Cuando te pone nervioso (incluso irritable) que alguien eche cosas no homologadas en los contenedores de reciclaje.
-Cuando “lo dorao” (“plateao”, en su defecto) deja de ser para ti una categoría estética propia de tus abuelas.
-Cuando consigues soportar más de un cuarto de hora seguido de Schlagger sin que te dé vueltas la cabeza como a la niña del exorcista.
-Cuando eres capaz de decir: “Pero si hace un día fantástico, mira el termómetro: cuatro grados, joder, el paraíso” (Lo sé, Teo, lo sé: tú ya lo decías en España jejeje).
-Cuando el schnapps deja de parecerte un bebistrajo asqueroso destinado a producir cánceres fulminantes de hígado.
-Cuando consigues no añusgarte con la tarta Sacher (añusgarse es un verbo que me hace enorme gracia y que, como otros, le he cogido prestado a mi cuñada: significa ahogarse, atragantarse, ser incapaz de tragarse algo dizque comestible).
-Cuando eres capaz de pasarte horas y horas y horas y horas enfrente de una tele viendo saltos de esquí (esto es un pasatiempo que, según The Lancet, indica que estás realmente grave) .Item más: cuando eres capaz de vitorear a los esquiadores.
-Cuando empiezas a considerar que es normal, e incluso heróico, tener 104 años y seguir subido a un escenario (caso Hesters).
-Cuando beber al raso, a temperaturas bajo cero, te fascina y te transporta.
-Cuando, al momento de ver dos palos raquíticos clavados en la tierra, puedes distinguir que se trata a) de dos árboles frutales y b) de distintas especies (y puedes nombrar esas especies).
-Cuando, ante la perspectiva de tener invitados, te pones histérico y quieres que tu casa sea una sucursal del hotel Sacher (el de la tarta que añusga).
-Cuando empiezas a encontrar de una fineza encantadora que tu compañero de trabajo, en vez de entablar contigo una conversación que os amenice la comida, se abisme en la lectura de un periódico sarnoso de hace tres días.
Seguiremos informando…
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