Y no es que teman que se las contagien otros integrantes de otras selecciones nacionales en el momento de pelear por el esférico. No: nuestros aguerridos buscadores del regate no consideran a sus oponentes cánidos sarnosos (por lo menos, oficialmente). Sino que han llegado hasta el sur ibérico las noticias de que un invierno “cálido” (¡ja!) en el centro de Europa ha hecho que las garrapatas estén mucho más activas y preparadas para el amor al primer mordisco, con el peligro consiguiente.
Lo que nuestros amigos del fúmbol no saben es que este peligro de la garrapata se conjura fácilmente con una vacuna que es muy barata y accesible en cualquier Apotheke o farmacia.
Recuerdo aún cuando yo le conté a mi señor padre por teléfono (un día de hace tres años) que me había vacunado:
Las garrapatas son unos animalitos que viven de la sangre ajena, y que habitan en los pastos húmedos. En principio, su picadura es asquerosa, pero no mortal. Si la garrapata ha llevado una vida sana y no se ha dedicado a la promiscuidad del aquí te pillo aquí te muerdo, lo más que puede producirte es una infección (gorda, pero solucionable). Esta infección se la provoca la propia víctima de la succión garrapatiana cuando, al intentar librarse del molesto picor, se arranca el bicho, dejandose la cabeza dentro.
Si, en cambio, la garrapata ha llevado una vida promiscua y condenada por la Santa Madre Iglesia (que, como todo el mundo sabe, es radicalmente contraria a cualquier tipo de promiscuidad) y dicha garrapata ha picado a un semoviente –animal o persona- que tenga el virus de la meningitis, la garrapata puede contagiar, no sólo la meningitis, sino una variedad mortal que se llama rosácea, si no me acuerdo mal. Y que se reconoce porque, alrededor de la picadura, aparecen círculos rojos concéntricos. De esta variedad no se salva ni el gato si no se ha vacunado antes, pues la ciencia no dispone aún de remedios para atajarla.
Por eso, cuando llegan estas épocas, los organismos sanitarios austriacos se vuelcan en que la población conozca el peligro de la garrapata, y se vacune en consecuencia con una impfung (zecken impfung, se llama en lengua vernácula) para evitar contraer ninguna enfermedad mortal caso de ser inoculados con un bichito. Esta impfung hay que refrescarla cada cinco años.
Se insiste sobre todo en que deben vacunarse niños y ancianos, porque son los más vulnerables a la picadura ya que tienen las defensas más bajas. El año 2006, en que yo me vacuné por vez primera, el cartel era un abuelito y un nieto jugando en un prado, y a escala gigante una garrapata amenazante que avanzaba para chuparles los fluidos vitales. Como yo no entendía el idioma, la presencia de este bicho me hizo preguntar contra qué peligroso insecto tenía que vacunarme. Y he aquí la historia de por qué me vacuné.
Lo que tienen que hacer los jugadores de fúmbol, los muy hipocondriacos de ellos.
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