Por ejemplo, mi amigo N. y yo jugamos muy gerne a un juego que podría llamarse Dinastías o, como aquel programa que Julia Otero tuvo en tiempos, Las Cerezas. Consiste en encontrar en nuestro archivo mental (variedad subcultural) pruebas de que en España –y en el mundo, si se mira bien- el talento se organiza en constelaciones. O bien, si se mira malintencionadamente, que el que tiene padrino se bautiza.
Un ejemplo. En mi último viaje a Madrid, en un cafetín de San Bernardo que lleva un americano algo tronado, enlazamos a Javier Bardem con Pablo Picasso de la manera siguiente (escuchemos la voz de los Supertacañones):
N. no se ha recuperado todavía del día en que le conté que Jeremy Irons –que en realidad debe de ser bastante parecido al estupendo Klaus Von Bulow al que dio vida en la estupenda película que habla del misterio del mismo nombre- tuvo un apasionado romance con la actriz española Loles León. Y que dicho romance acabó de manera bastante desgraciada (sobre todo por parte española) cuando Jeremy Irons, parece ser que con una tajada considerable, dejó caer a la pobre Loles de lo alto de una escalera provocándole severas fracturas de coxis que la tuvieron en cama durante muchos meses. El británico puso pies en polvorosa y León, cada vez que se lo nombran, saca dos velas negras.
A este grado de conocimiento genealógico se llega leyendo el Pronto y otros semanarios del ramo con gran afición y, en caso de hacerlo gerne, se pueden incluso leer algunos de los estupendos libros de memorias escritos en los últimos años por figuras maduras del espectáculo español algo faltas de fondos. Lo cual redunda en la cultura general de uno y en el interés de las conversaciones que uno mantiene.
Ayer por la tarde, mientras planchaba, estuve viendo otro de estos ejemplos de constelación, esta vez de fabricación americana. Por la mañana, me había comprado Matar a un Ruiseñor –una peli fan-tás-ti-ca aunque yo no sabía hasta qué punto- que, como todo el mundo sabe, es una película basada en una novela de Harper Lee, la amiga, vecina y confidente de Truman Capote (la adorable señora que sale en la película del mismo nombre). Matar a un ruiseñor se publicó durante el proceso de fabricación de la escalofriante A Sangre Fría, otra de mis novelas favoritas. Uno de los niños que sale en Matar…, llamado Dill, fue modelado a imagen y semejanza del Truman Capote niño. Aunque aquí voy a parar, porque por vía Capote uno puede enlazar con Warhol, con Elisabeth Taylor, con Basquiat, y vuelta a los talk shows más cutres de la tele americana de los ochenta…
Como con las cerezas, en esto también hay que saber cuándo ha tenido bastante.
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