Los periódicos, a través de los cuales la Humanidad se ha estado informando durante doscientos años, desaparecen como viejas secuoyas. Un día cae uno, al día siguiente tres, luego hay que apuntalar otro. Pero es inútil: un huracán de varios millones de terabytes de potencia está arrasando con todo: la red. Esta internet que permite que casi un centenar de lectores diarios compartan nuestras cartas.
Naturalmente, como en el caso del cine, los dueños de las empresas periodísticas están muy nerviosos. Nadie sabe exáctamente cómo quedará el panorama cuando la tormenta termine ni cómo detener la sangría de resultados.
Las marcas se dieron cuenta de esto antes que nuestro pobre periodista. Cuando aparecieron los blogs algunas intentaron hacer publicidad de las virtudes de sus productos a través de ellos creando personajes, voces impostadas, que cantaban las excelencias de cremas y cereales. Pero no funcionaba porque los lectores, en cuanto se daban cuenta del engaño, se piraban a otro sitio que les mereciera más confianza.
Internet quiere verdad. El consumidor de noticias en la red busca, compara y solo compra aquello que es sincero o que, por lo menos, se lo parece. El periodsta decía: “Ninguna gran noticia ha surgido de los blogs”. Mentía: la noticia son los blogs.
Yo escribo cada día para mis lectores. Intento conocerlos y, sobre todo, serles útil (haciéndoles reir, por ejemplo). Mi compromiso con ellos es la calidad de mis textos, que procuro mantener y elevar por todos los medios a mi alcance. Cada vez que en el espacio de los seguidores aparece un nuevo cuadradito, me llevo una alegría. Una persona más me da su confianza: dedica un par de minutos al día a comprobar el tema que propongo y, si hay suerte y le gusta, vuelve. Y eso para mí es importantísimo, casi sagrado. Y me llena, indiscutiblemente, de agradecimiento. Por eso, para pagar eso, procuro no decir nada que no piense y dar las noticias con toda la honradez y la exactitud posibles. Procuro ser uno más de mis lectores. Siempre les tengo presentes.
El periodista escandalizado ha perdido, en mi opinión, esa cercanía. La boca se le llena de grandes palabras pero no sabe ya para quién escribe. Quizá porque, cuando escribe, siempre escribe para él.
Da que pensar, la verdad.
Besos de tu tío.
Responder a JOAKO Cancelar la respuesta